El invierno casi golpeó Seúl, llenando de noches frías y bebidas calientes sus calles. Las constantes nevadas cubrían todo con un manto blanco y callaban toda el ruido urbano; las familias se sentaban muy juntas a tomar café y chocolate caliente; las parejas se acurrucaban risueñas en sus lechos; y él podía soñar que su viaje se vería pospuesto por el clima, aunque aquello aumentase el desagrado de su padre.
Las maletas estaban listas en su mayoría, en un rincón esperaban, casi ansiosas por una nueva partida, pero ¿lo estaba él? Jun Hong no podía saberlo, su propio corazón era un mar de sentimientos tormentosos, una guerra que ya tenía una resolución; su marcha era un hecho que no cambiaría, aún si no quería irse; sin embargo, una parte de él seguía preguntándose si quería irse o no. Yong Guk y Hye Jin eran casi ángeles para él, lo cuidaban lo querían sin tener ninguna obligación, solo porque sí; Hye Jin era lo más cercano a una madre que había sentido en toda su vida, incluso con los dotes culinarios que él creía que eran característicos para ser madre; también era amable, bonita y muy justa y exigente.
Para hablar de Yong Guk le escaseaban las palabras y las definiciones; él era un mundo completo, extenso y vasto. Jun Hong le debía tanto, aún si el mayor lo sabía o no, y cada vez que la palabra «hyung» escapaba de sus labios hacia los oídos de Yong Guk, sentía que debía dar las gracias por poder llamar de esa manera a alguien. Yong Guk era la persona que secaba sus lágrimas, que lo defendía a pesar de todo, que lo había hecho pensar que era una persona y no un desecho; había agitado su corazón con sus acciones y sonreía como si no fuera gran cosa, como si simplemente estuviera subiendo su ánimo porque su equipo favorito perdió. Se sentía especial a su lado y no era para menos, porque sabía que era especial para Yong Guk.
Sin embargo, despertarse en ese lugar, bajo el techo que había sido testigo de todas sus dolencias, seguía siendo doloroso; dolía ver la puerta de la habitación de su padre siempre cerrada, sus silencios hoscos cada vez que él estaba en el mismo espacio, la manera en que le miraba... con asco, odio, rabia. Jun Hong quería gritarle que nada había sido su culpa, quería desaparecer o que él desapareciera. Sabía lo que su padre pensaba y quería, y él no estaba dentro de esos planes; él planeaba la vida con una mujer que estuviese a su altura, mientras escalaba los peldaños de su lucrativa carrera corporativa; un hijo que no fuese sinónimo de vergüenza, que fuese a la Universidad de Seúl, o la de Corea, o la Yonsei; que fuese un gran cirujano o un fiscal brillante. Y que todos los envidiasen.
Jun Hong era todo lo contrario a eso; sus notas eran mediocres, no tenía un sueño ni ambiciones; había avergonzado a su padre al volverse un marica, al ser golpeado y humillado, y había provocado que su esposa lo dejase por otro hombre. Su simple presencia lo irritaba y le recordaba por qué lo odiaba; tenía que enviarlo lejos lo antes posible y, sin opciones, iba a entregárselo a su hermana, incluso la volvería su tutora legal y él podría desentenderse de aquella maldita carga. Sabía que eso había pensado, que seguía pensándolo; pero no contó con el hecho de que Yong Guk y Hye Jin fuesen a quererlo y, mucho menos, que lo hicieran formar parte de una familia. Su padre era un hombre que rayaba en el egocentrismo y, si él pensaba de cierta manera, el resto del mundo también lo haría, como una ley; como él mismo odiaba a Jun Hong, su hijo biológico, ¿quién más sería capaz de quererlo?
Notaba el desprecio en el ambiente cada vez que se sentaban a comer o que Hye Jin los obligaba a convivir, en especial si estaba cerca de Yong Guk, aunque eso último lo divertía; sabía que el gran señor Choi temía que su hijastro fuese tan marica como su hijo, y por eso odiaba su Yong Guk tomaba su mano o acariciaba su cabello, porque simplemente quería hacerlo. Era la única manera que Jun Hong había tenido de vengarse el sufrimiento innecesario y, por lo mismo, era gracioso, tan divertido que podía estallar de la risa y morir. Yong Guk y él solo eran hermanos, muy unidos, pero hermanos al fin; Hye Jin siempre les miraba con una sonrisa enternecida y decía que le recordaba a los días en que vivían con su otro hijo, Yong Nam, el gemelo mayor.
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all isn't lost; banglo;
FanfictionJun Hong ha vivido una vida de desgracia permanente, siendo la constante víctima cuando no tiene la culpa. Su padre lo odia, su único amigo lo desprecia; es el juguete favorito para molestar de los bravucones. No es un chico de buena suerte, no es i...