Jun Hong no quería dejar de pasar tiempo con Yong Guk y había adquirido tantas costumbres extrañas que le era inexplicable saber por qué su mayor no le había preguntado nada. Jun Hong comenzaba a llegar tarde a clases, o se saltaba las suyas si Yong Guk tenía períodos libres; salía con él después de clase y gastaba su dinero en que ambos fuesen a comer, y volvían muy tarde cada viernes, para quedarse hasta el amanecer jugando videojuegos.
En poco tiempo, la relación de hermanos se hizo más estrecha que la que tuvo alguna vez con Moon Jong Up. Sin embargo, Jun Hong siguió firme en su decisión de ser hermético, para evitar ser dañado, o dañar a Yong Guk, si llegaba a quererlo y luego él tuviese que irse y desaparecer. Si quería a alguien, también tenía que tomar cuidado de las mismas. Era una responsabilidad de la que estaba completamente encantado de tomar.
Sin embargo, su nueva vida no giraba solo en torno a Bang Yong Guk, aunque formaba una gran parte; Hye Jin y su padre eran otra punta de la que no podía deshacerse. Inexplicablemente, las eternas charlas de Hye Jin —o, quizá, la certidumbre de que iba a deshacerse de él— habían servido de algo y los cuatro compartían la mesa, con las bromas de Hye Jin y Yong Guk y los silencios aún hoscos de su padre y él. No obstante, estaba contento, porque ambos coexistían de alguna manera, y él no se sentía como una gran basura mientras; casi era milagroso, porque nunca pensó que volvería a hacerlo. Le entristecía pensar que eso acabaría en poco tiempo, un mes, si tenía suerte.
Pero él no era el único que actuaba extraño, Yong Guk también lo estaba. Aún compartían la misma habitación y, esas pocas noches en las que Jun Hong hacía sus trabajos para no tener que volver a cursar el mismo año, descubría que Yong Guk lo miraba; al principio, lo ignoraba, pero luego de unos minutos seguía haciéndolo. No le incomodaba, porque en compañía del mayor siempre estaba cómodo, pero le resultaba tremendamente extraño; quería saber qué pensaba, por qué lo hacía, si es que tendría al raro en la cara.
—Hyung, ¿por qué me miras tanto? —Inquirió, bajando el lapicero y mirándolo de frente. La mirada de Yong Guk titubeó por un momento, pero no se desplazó a ningún otro lugar; nada pudo percibir Jun Hong que le respondiese por qué actuaba tan extraño.
—Porque tu rostro es único —respondió, pero la voz gruesa llegó a sus oídos de manera extraña, más profunda de lo normal, como un suspiro.
—Querrás decir fea.
—No, único.
Luego de eso, Yong Guk siguió haciéndolo y Jun Hong terminó por acostumbrarse, después de todo, la mirada de su mayor no le resultaba pesada; podía pasar horas enteras con la mirada ajena sobre sí y apenas inmutarse, aunque sí podía notarla. Yong Guk era bastante extraño, tenía muchas costumbres y acciones que le resultaban incompresibles, pero eran parte de él. Si escuchaba música, nadie debía interrumpirlo; si escribía, así fuese en un papel, nadie debía hablarle para nada; si estaba con audífonos en su laptop y tenía el rostro serio, era mejor cambiar de habitación.
Jun Hong no sabía qué hacía y la curiosidad lo carcomía, pero tampoco se había atrevido a preguntar, porque si Yong Guk le respondía, entonces serían oficialmente cercanos... No iba a permitirlo. El tema nunca salió a colación tampoco, así que Jun Hong reservaba su curiosidad para esos momentos en los que estaba aburrido.
Yong Guk también comía con las manos y le gustaba el picante, pero no podía soportarlo bien; era muy inteligente, pero no le gustaba asistir a clases; tenía una hermana en Seúl, que era tatuadora y vivía con su novio, y un hermano gemelo mayor, que vivía con su padre y había dejado de estudiar. Era un completo fanático del hiphop y era curioso que eso lo tuviesen en común, pero Yong Guk y él manejaban estilos demasiado diferentes y les encantaba pelear por cuál era mejor. Extrañaría esas cosas cuando estuviese en Mokpo, viviendo con una tía que no conocía.
ESTÁS LEYENDO
all isn't lost; banglo;
FanfictionJun Hong ha vivido una vida de desgracia permanente, siendo la constante víctima cuando no tiene la culpa. Su padre lo odia, su único amigo lo desprecia; es el juguete favorito para molestar de los bravucones. No es un chico de buena suerte, no es i...