La mañana interrumpió un sueño que resultaba extrañamente profundo, Jun Hong se removió entre las sábanas, sintiendo el peso del brazo de Yong Guk que no se movió en toda la noche y el ronquido suave en su oído. Seguía dormido. Mirando hacia el techo, Jun Hong recordó cada detalle de su pasada noche y dejó escapar un suspiro; se removió para deshacerse del agarre de su mayor, y lo dejó acostado y arrullado por el olor que se habrían de pegar en las sábanas.
Primero, fue a ver a Jun Hee dormir, con los brazos abiertos y la boca dejando escapar un poco de saliva, y sonrió porque parecía tener un buen sueño. Estiró sus brazos y se puso de puntillas, oyendo cómo sus huesos sonaban y lo ayudaban a desperezarse; soltó un quejido suave y se quedó callado para oír su Hye Jin o su padre estaban despiertos, pero no oyó nada. Fuera, la capa de nieve se acercaba a los treinta centímetros y no había ninguna señal de que eso fuese a parar; Jun Hong sabía qué significaba: no habría trabajo ni clases, y las personas evitarían los peligros de las calles congeladas; sería un día frío, lento y acogedor.
Sin embargo, no podía darse el gran privilegio de quedarse recostado mirando los copos cenicientos caer; debía llevar a Jun Hee a su casa, era una prioridad. Sabía que debía despertarlo, pero también lo veía tan cómodo que se sentiría mal de hacerlo; mejor comenzaría por arreglarse a sí mismo, despertar a Yong Guk y esperar a que él estuviese listo para salir, y entonces se encargaría de su hermano menor. Hermano menor... incluso en sus pensamientos sonaba extraño; Jun Hee no había sido ajeno a sus pensamientos, pero la posibilidad remota de tenerlo cerca como un verdadero hermano estaba haciéndose realidad y él no sabía cómo tomarlo. Quería cuidar de él, pero no sabía cuidar de sí mismo.
—Estás pensando demasiado, Jun Hong —dijo Yong Guk y el nombrado se sobresaltó, dándose la vuelta hacia el mayor con la macho sobre el corazón.
—¡Hyung, vas a matarme!
Yong Guk rió y se incorporó, tapándose con la sábana más gruesa y bostezando con gran estruendo. Jun Hong dejó escapar una sonrisa y volvió a mirar a la ventana, a la vez que Yong Guk desperezaba su cuerpo.
—Eres un mal oso de peluche, se supone que los osos no se mueven. —Jun Hong sonrió, pero no dijo ninguna otra palabra—. ¿Qué haremos con el pequeño?
—Llevarlo a casa, ¿qué más podemos hacer? No es un perro para quedárnoslo.
Yong Guk y ambos volvieron a quedarse en silencio. Tal como el día planeaba ser, ellos apenas sentían el apremio de querer moverse; una parte de Jun Hong quería volver a la cama, cerrar los ojos y quedarse dormido, pero algo más en él sabía que no podría hacerlo y que algo importante pasaría. Era lógico pensarlo; al llevar a Jun Hee a casa, tendría que ver a su madre y aquello era... cruel. El dolor y el sonido de la bofetada seguían ocurriendo dentro de su consciencia, y por primera vez en su vida, deseaba no volverla a ver. Sin embargo, no dejaría de lado a su hermano, no lo despediría en la puerta de su casa y solo esperaría a que algún milagro lo hiciese llegar bien.
Jun Hong oyó perfectamente el timbre sonar abajo y luego un par de golpes en la puerta y era extraño una visita en un día así, aunque fuese por el trabajo de su padre o una amiga de Hye Jin. En el silencio atronador, los pasos perezosos de Hye Jin y el ruido de la televisión podía escucharse perfectamente desde en el cuarto; ella gritó que abriría la puerta, y Jun Hong caminó hacia el armario para buscar con qué cambiarse. Estaba iniciando el día.
Yong Guk volvió a envolverse en las sábanas y ocultarse de la luz solar, Jun Hee se removió un poco, pero volvió al sueño profundo, y solo el más alto de todos fue el testigo de aquellos actos estúpidos. Con sus dos acompañantes abstraídos en sus sueños, tuvo la confianza de desvestirse en la habitación, con la piel erizada por el frío y la falta del dolor que antes le acosaba, pudo ponerse los jeans con que saldría a la calle y un suéter bastante abrigador.
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all isn't lost; banglo;
FanfictionJun Hong ha vivido una vida de desgracia permanente, siendo la constante víctima cuando no tiene la culpa. Su padre lo odia, su único amigo lo desprecia; es el juguete favorito para molestar de los bravucones. No es un chico de buena suerte, no es i...