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—Y listo.
Durante la mañana, había salido de casa para compartir algunas cosas en el centro comercial cercano a la calle donde vivía. Aprovechando que su esposa trabaja hasta la tarde, tendría el tiempo a su favor para alistar las cosas que prepararía para darle la tremenda noticia.
Luego de charlar algunas cosas triviales con la castaña, acabó por convencerse de que tal vez sería un tanto complicado el que Emma captara sus indirectas de que tendrían una hija.
Así que luego de haberle dado de cenar y besarle la mejilla, navegó por Internet buscando ideas sencillas para llevar a cabo, anotando las que estaban mucho más bonitas que otras. Elaboró una lista de materiales para conseguirlos al día siguiente.
Pagó al culminar su compra en una tienda de productos para bebés y se dirigió a otra donde vendían cosas de papelería antes de ingresar al pequeño local que regalaba cartones de aparatos electrónicos para hacer bromas o en su caso, lograr que su esposa se diera cuenta de lo que crece en su interior.
Llegó a casa gracias a un taxi y se apresuró en ordenar la mesa para preparar la comida favorita de la ojiazul.
En ocasiones especiales, como su cumpleaños o una celebración de algún ascenso en el trabajo de oficinista, amaba pedirle tímidamente que cocinar junto a ella un guisado de pollo.
Y en esta ocasión decidió adelantarse, no sin antes envolver una caja de zapatos para bebés dejándola en la mesa, e ir a la cocina para tomar los ingredientes y encender la estufa como si estuviera a punto de competir en un programa de quien puede guisar mejor.
Escuchó la puerta abrirse justo al terminar de servir en los platos la porción que comerían para iniciar.
—Dios, ¿qué estamos celebrando? —preguntó al quitarse los zapatos en la entrada.
Jenna se apresuró en lanzarse a los brazos de su esposa y besarle los labios con la emoción tomando el control. Se separó para sonreír.
—Nada. ¿Ya no puedo cocinar la comida favorita de mi esposa sin una fecha en especial de por medio? —fingió ofenderse.
—Claro que si puedes, sólo que no lo esperaba tan repentinamente.
Luego de sentarse en la mesa torpemente, fue hacia la cocina para buscar algunos vasos de jugo de naranja que Jenna consiguió en el supermercado antes de volver a casa.
—Oye, Jenna, ¿qué es esto? —la voz confundida de la mayor llegó a sus oídos.
Sonrió en grande, pero al instante se puso seria, debía actuar naturalmente para que funcione.
"Sólo sonríe", se dijo.
Encontró a su mujer en la mesa sosteniendo la cajita envuelta en papel rojizo con corazones de estampado, analizando que podría contener, dejó los vasos sobre la madera sentándose.
—Es un regalo para ti. —habló con sinceridad.
—Vaya, no sé que decirte. —dejó su tenedor a un lado para retirar el papel.
La menor presenció como cada capa de papel era rasgada con el fin de saber que estaba debajo, y cuando el plástico de la caja se asomó, tuvo que morder su labio inferior para no gritar.
—Oh —, soltó al observar los zapatitos rosaditos con pequeños brillitos. —son hermosos.
—¿Verdad que sí? Seguro le quedarán perfecto a su dueña —, tocó su vientre espera a que capte la finalidad del regalo. —porque los escogí especialmente.
—Obviamente será así. —Emma inhala aire antes de gritar y Jenna se prepara para ser abrazada fuertemente. —¡Linnu!
La menor parpadea repetidas veces al escuchar el nombre de la mascota de Emma, que pronto acude a su llamado. Ve como abraza a la bola de pelos y entonces saca los zapatitos de bebé de la caja transparente para... ¡ponérselos!
—No puede ser. —murmura.
Emma termina de ajustar los cordones a las patitas de la can y la deja irse a jugar con los nuevos zapatos que nisiquiera eran suyos.
—Gracias, Jenn. Le quedaron hermosos como siempre. —agradeció continuando su cena.
La mencionada entierra el tenedor en una de las zanahorias que acompaña el guisado y se la come con desgano, ignorando lo que su esposa le contaba.
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