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Mae se ha ido, y nos ha dejado solos. Dice que quiere dormir desnuda en la hamaca del porche, sentir que sigue viva.

No sé qué ha querido decir, pero cuando cierra la puerta tras de sí, me percato de que, en la cama, desnudos, solo estamos Jungkook y yo, aún sudorosos, y un rastro de semen mezclado con el flujo femenino me mancha las caderas.

Me siento tan feliz como avergonzado. Feliz porque es mi primera vez y con una mujer como Mae ha sido toda una experiencia. Avergonzado porque... todo esto es tan extraño: él, su novia, los besos, y la corriente electrizante de placer cuando toda mi conciencia se ha ido a ese punto exacto, donde los sólidos huevos de Jungkook se rozaban con los míos, hasta provocarme la corrida más intensa de mi vida.

—Mae lo ha pasado muy bien. Llegarás a ser un buen amante.

Vuelvo la cabeza. Jungkook me está mirando mientras su deliciosa lengua se encaja en la comisura de sus labios. Es un gesto que me encanta, que me excita.

—¿Llegaré? —le reto.

Él sonríe. ¡Cómo me gusta cuando lo hace! Un par de hoyuelos se le dibujan en la cara, aunque sus cejas adoptan una expresión de suficiencia.

—Aún te queda mucho por aprender —me dice.

Me giro, para apoyarme sobre mi costado, y tenerlo más cerca.

—Enséñame.

Soy yo quien habla, pero en verdad no lo soy. El Jimin de ayer jamás se hubiera atrevido a nada de esto. Quizá a fumar unos porros, o a ponerse una camiseta de Metálica y a maldecir delante de papá, sabiendo lo que le molesta. Pero a desear de esta manera salvaje a su amigo... No, nunca lo hubiera imaginado.

—¿Ahora? —alza una ceja.

Por toda respuesta me tiro a su boca. Me gusta como ninguna otra cosa que haya probado en el mundo. Es tierna, jugosa, y se mueve de una manera que me arranca cosquilleos entre los huevos.

Al principio parece sorprendido, pero pronto me sigue el juego, y sus labios comienzan a succionar, a mordisquear. Y su lengua a darme lametazos, a indagar con curiosidad.

—Así, no —me dice, parando un momento—, así.

Pongo toda mi atención a las sensaciones que me devuelve mi piel.

Ahora él lo está haciendo más lento, mucho más despacio. Mi boca se enjuga con la saliva y me doy cuenta de que todo se vuelve más sensible. Se me escapa un gemido y noto, a pesar de que hace apenas unos minutos que me he corrido, que mi polla empieza a resucitar solo con sus besos.

—¿Cómo puedes besar tan bien? —le pregunto.

—Hay tres claves.

Me da ligeros besos en los labios.

—¿La primera?

—No tener prisa.

—¿La segunda?

Un ligero mordisco hace que se me erice la piel.

—Desear intensamente.

Trago saliva.

—¿Me deseas?

—La tercera. —No me contesta—. Nunca me follo a nadie a quien no haya besado.

Se tumba sobre mí a todo lo largo y es la primera vez que siento un cuerpo masculino sobre el mío.

Si las sensaciones suaves de Mae bajo mi piel fueron portentosas, la dureza de Jungkook sobre mí es tan excitante, tan salvaje, que cuando mi polla, completamente erecta, le golpea el vientre, creo que me voy a correr de nuevo.

Los besos se reanudan, pero esta vez los acompaña el movimiento serpenteante de Jungkook sobre mi cuerpo, mientras ambos nos derretimos a gemidos, y yo tengo la seguridad de que no quiero que esto se acabe.

Cuando siento su polla encajada en mi ingle, su gorda y larga polla, que me humedece el vello con un hilo de delicioso precum, que se refriega contra la delicada piel de mi entrepierna, sin parar de moverse un solo instante, tengo que detenerlo.

—¡Para! —gimo—. No quiero acabar tan pronto.

Él sonríe y se aparta, y entonces hace algo que no entiendo.

Se pone de rodillas y me manipula, para que mis piernas queden cada una sobre uno de sus hombros.

Yo lo miro, un tanto sorprendido, pero Jungkook vuelve a mi boca, a esos besos que saben a gloria, y a mordisquearme el cuello mientras yo tengo ganas de gritar de placer.

Cuando se escupe en los dedos y con ellos acaricia suavemente entre mis nalgas, entiendo qué sucede y él ve el miedo en mis ojos.

—Te prometo que no te va a doler —me susurra—. Sé cómo hacerlo y lo practicaremos este verano tantas veces como lo necesites.

La última frase me derrite. Este placer que siento lo tendré al alcance de la mano solo con pedirlo. ¿Qué puede haber mejor en la vida?

Asiento y trago saliva, mientras esos dedos continúan masajeando, indagando, acariciando.

La manera de contenerme de Jungkook, de volverme loco de deseo y aplacarme cuando ya no puedo más, para llevarme de nuevo a la cima, hace que pierda la noción del tiempo.

Solo me doy cuenta de qué ha pasado cuando noto que el centro de tanto goce ya no son mis labios, ni el trozo delicado de piel donde él friccionaba su enorme polla. Ahora es mi culo, donde hay algo dentro, que golpea rítmicamente sobre una zona muy dentro de mí, que es como un receptáculo de todas las pasiones. Porque a cada martilleo, una oleada de placer, como una manera, me inunda, me sofoca, me hace quedar sin habla y con los ojos vueltos.

Es tanto, es tan intenso, que cuando comprendo que solo son los dedos de Jungkook, que me han penetrado, abriendo con maestría los esfínteres, imagino lo que supondrá tener en mi interior esa polla salvaje y nudosa, que le he visto trabajarse a Mae, y lo que es capaz de provocar en alguien.

Asiento con la cabeza, sin tener capacidad de pronunciar palabras, pero él me comprende. Sonríe, y mueve las caderas para encontrar la posición.

—Estás preparado —me besa—, si no, nunca lo intentaría.

Yo asiento de nuevo.

—Empuja hacia fuera —me ordena.

No sé qué quiere decir, pero obedezco, y en ese momento el dolor aparece, agudo, como una aguja lacerante, pero es solo un instante, porque de inmediato, su polla enorme impacta donde antes vagabundeaban sus dedos, y el placer vuelve, arrollador, un huracán que me hace gemir, me obliga a morder la almohada para no gritar, y me parte en dos.

No sé cuánto tiempo me cabalga. A veces es un salvaje que puede romperme. Otras, apenas mueve ligeramente las caderas, pero el placer es el mismo, porque tiene una especie de don que adivina cuándo cambiar la técnica para volverme loco de deseo.

Le aviso cuando ya no puedo más y sé que, aun intentándolo, me voy a correr.

Él me besa y me sonríe.

—Vamos a hacerlo los dos juntos.

Cuandosiento su esperma en mi interior, resbalando por entre mis muslos aldesbordarse, me derramo con un lefazo que me pone perdido, y me provoca ungrito tal, que estoy seguro de que mi padre, allá donde se encuentre, sabe que Jungkookme está tratando bien.

Un amigo de la familia |KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora