• 𝐒𝐡𝐢𝐧𝐚𝐳𝐮𝐠𝐚𝐰𝐚 𝐒𝐚𝐧𝐞𝐦𝐢 • +𝟏𝟖

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Era tan pequeña y menuda, no entendía como es que si quiera podía sostener una espada sin lastimarse. Tampoco entendía como es que podía ser tan aterrador alguien del tamaño de un ratón, internamente le producía un poco de risa, pero claro que jamás lo expresaría.

— ¡Sanemi! Otra vez tienes una cicatriz nueva — Frunció el ceño y arrugó la nariz. Se preguntaba cómo es que no tenía arrugas aún.

— ¿Qué tiene de malo? A Kanroji le parecieron geniales.

Se burló de ella poniéndola roja de rabia. Le agradaba Kanroji, pero no soportaba que le diera halagos sobre sus heridas y ciertamente también le daban celos.

— ¿Cómo que qué tiene de malo? ¡Que te lastimes a propósito no es nada genial! Entiendo lo de tu sangre y tal, pero odio que tengas que cortarte por eso... estás loco. Ahora ven aquí, tengo que asegurarme de que estés bien y que no se te infecte.

Sonrió por su repentino cambio de humor y se acercó, dejándose revisar sin decir nada. Solo la veía a ella pensando en lo linda que era.

— Deja de verme con esa cara de psicopata.

— Deja de tocarme el abdomen. Los cortes están en mi brazo.

Volvió a reprimir una risa al verla sonrojarse y mirarlo mal, pero sus manos seguían sin abandonar su cuerpo.

— ¡Hago una revisión completa! — Hizo un pequeño puchero y Sanemi finalmente río, era igual a una ardilla.

— Bien, si vas a revisarme al menos que sea un poco más cerca.

Se puso aun más colorada al escúchelo decir eso y tembló al sentir sus grandes manos tomarla de la cintura para ponerla encima de su regazo, sus manos ahora estaban en sus pectorales. Era vergonzoso, pero le gustaba esa cercanía.

— Maldito sucio... se supone que te estoy curando.

— Sentirte me hace bien.

Sus manos se deslizaron, subiendo hasta enredarse en su cuello, finalmente se acercó para besarle profundamente mientras que la de él bajaban hasta su trasero.

Era extraño pensar en Sanemi como alguien cariñoso y amable, todos creían que era un salvaje incapaz de sonreír y no entendían como una pequeña chica como Tsuki estaba con ese grandulón gruñón, sin saber qué tal vez los papeles eran al revés y al final era Sanemi quien estaba indefenso ante ella. Él era una bestia con todos, con todos a excepción de ella, era tierno y amoroso, decía cosas lindas, y hasta era gracioso, era un libro el cual únicamente Tsuki podía entender, y eso no le molestaba en absoluto.

<Debería prepararme para estar sin caminar unos días>

Sus besos fueron cada vez más intensos y él empezó a besar su cuello. Intentó sacar los botones de su uniforme, pero se desesperó y acabó por romperlo, mandando lejos los botones.

— Oye.

— Te haré hacer uno mucho mejor y más accesible. Tal vez uno como el mío.

— ¿acaso quieres que todo mundo vea mis pechos? Lo siento, no soy una exhibicionista como tú.

— Todo el mundo puede ver lo fuerte que soy, así nadie se atreverá a ponerte un dedo encima. Pero tienes razón, no dejaré que ningún bastardo vea lo que me pertenece.

Sin previo aviso se metió su pecho a la boca, empezando a lamer y morder su pezon haciéndola jadear. Ella seguía abrazada a su cuello, jalando un poco su cabello, Sanemi sonrió complacido al ver como se removía.

— Ah... Sanemi... — Gimió al removerse y sentir la polla dura rozar su intimidad.

Dejó de jugar con sus pechos para levantarse con ella encima agarrándose de su cuello y rodeándolo con sus piernas, habían mucha más fricción haciendo jadear a ambos.

𝐎𝐧𝐞-𝐬𝐡𝐨𝐭𝐬 𝐊𝐢𝐦𝐞𝐭𝐬𝐮 𝐍𝐨 𝐘𝐚𝐢𝐛𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora