tres: 𝗲𝗹 𝗿𝗲𝘆 𝗰𝗼𝗯𝗿𝗮 𝘁𝗶𝗲𝗻𝗲 𝘂𝗻 𝗮𝗺𝗼𝗿.

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EL REY COBRA TIENE UN AMOR
Y ESE AMOR NO ES COMO NINGÚN
OTRO.


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Su madre creía que estaba ocultando algo. En realidad si estaba ocultando algo, pero el punto era que se suponía que no tenía que notarse. Sentía que el problema eran sus ojos, eran demasiado expresivos. Y porque su mamá era su mamá. Maldición, siempre había descubierto sus mentiras.

—Entonces, ¿Hay alguien qué te interese? —preguntó, acercándose un poco a él en la mesa que estaban sentados.

Era el trabajo de su madre y estaba cada vez más emocionada por las cosas que estaba logrando.

—No. —aclaró al instante.
Pensó un poco, volteando sus ojos hacia arriba. —
Pero hay alguien que dice estar interesado en mí o algo así. —alzó ambos hombros, quitándole importancia.

—Espera cariño. ¿Interesado? oh, eso si que no lo veía venir.
—tosió un poco, impactada por la noticia. Hizo una mueca de sonrisa un par de veces.
—Y cómo es él? —añadió,
moviendo ambas cejas de arriba abajo.

Rodrigo casi se atraganta con su vaso de leche. "No no no." Su mamá no estaba insinuando nada, no. Qué horror.

—Es como todos aquí. Que sé yo mamá, ¡No me interesa! Seguro tiene un plan malvado.

—Rodrigo. No todos pueden tener un plan malvado. Bueno, debo atender mesas.

—Sí, espera. Iré a mirar al frente por mientras. Se ve genial.

Su mamá volteó hacia el gran letrero de Cobra Kaikarate— en la calle del frente.
Asintió. En el fondo no estaba segura, si Rodrigo deseaba entrar a clases de karate de pronto y no tener con que pagarlas.
Rodrigo cruzo la calle trotando, emocionado. Aquello se veía increíble a la distancia, entonces, echarle un ojo no parecía ser para nada una mala idea. Además así podía hacer algo de tiempo en el lugar.
Abrió la puerta, la cuál sonó con un suave tintineo de campana. Miró con asombro como los estudiantes estaban en filas perfectas, lanzando puños al frente mientras el ¿Maestro? gritaba dando vueltas entre ellos.

Rodrigo se acercó un poco más a la banca que había disponible para espectadores.
Se lamió el labio mientras se sentaba. Una de las reacciones faciales que tenía, era que sus labios dejaban un pequeño espacio entre abierto, dejando ver sus dientes del frente solo un poco.

—¡Señor Buhajeruk, dirija la clase!

El grito del hombre casi lo hizo saltar en su lugar, pero el apellido que grito lo hizo aún más entrar en pánico.
Miró con asombro como todos se inclinan, saludando a un pelinegro de aspecto serio y concentrado. Pero entonces lo vio, y la vida estaba poniéndolo en su camino a propósito. Ivan sonrió de lado en su dirección, volviendo a dirigir la clase.
Rodrigo rodo los ojos, mirando hacía otra parte.

como evitar una golpiza, besando al atacante. rodrivanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora