CAPITULO I

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Kaiba Seto no se encontraba nada agusto en aquel lugar, un enorme jardín lleno de rosas y mesas de té que parecía sacado de los sueños de Luis XIV, lujoso, elegante y sofisticado, la elite de la elite reunida por un día especial.

Un día en qué Japón y Alemania firmarían una alianza que prometida ser la cúspide de sus ambiciones.

El heredero de la armamentista más grande de Asia se casaría con el último descendiente de la casa noble von Scroeder.

Y sería un día perfecto.

Estaban en una de las mansiones de la familia en Alemania, que más parecía un castillo medieval pequeño, rodeados de periodistas y entusiastas. Kaiba no podía evitar las náuseas en el estómago de solo respirar este aire.

En el largo proceso de negocios que se habia llevado a cabo entre nobles, diputados y senadores, al único que no le preguntaron fue a él.

Simplemente se lo ordenaron un buen día en qué estaba terminando su trabajo de rutina en los laboratorios de hardware de la Corporación de su padre.

El viejo Gozaburo no se tomó la más mínima molestia por decirle que estaba en negociaciones con el gobierno porque, ¿Adivinen que?:

¡están en quiebra!.

A Seto casi le da un ataque al corazón con semejante noticia. Así que para liquidar su deuda con el Estado al que Gozaburo le debía préstamos desde hacía tres generaciones y de paso no arruinarse, el hijo mayor de la familia Kaiba había sido comprometido con el Conde Von Scroeder, Seto sabía que la otra posibilidad era terminarse mudando a los suburbios bajos de Dominó City. Y aunque se dijo a si mismo que era capaz de hacer cualquier cosa antes de irse pobre a cualquier zona del mundo, la verdad era que después de conocer a su prometido, poner una relojería en zona de Katsuya, su ex compañero de clase en la escuela pública sonaba mejor.

Zigfried era muy, ¿Cómo decirlo?, Seto lo odiaba.

Era un año menor que él y el joven Kaiba juraba que lo estrangularía está noche, su noche de bodas.

Esas palabras lograron que las náuseas se volvieran arcadas que disimulo fingiendo que examinaba el rosal a su lado.

Hasta ahora había llevado el papel de "encantador prometido" con éxito tal que ni la servidumbre de las mansiones embrujadas de la familia Scroeder sospecharían de sus falsos sentimientos de "adorable amistad" hacía su prometido.

Era claro que ninguno de los dos estaba enamorado, o por lo menos eso prefería pensar Seto, quien al momento de conocer a Ziegfried le había dicho con su sonrisa más encantadora (y por los dioses de todo el mundo que nadie se resistía a una sonrisa de Kaiba) que fueran buenos amigos.

Por el sonrojo que tiño la cara del joven aristócrata alemán, Seto supo que consiguió su primera conquista. Aquella noche en la fiesta de cumpleaños de la señora Lady Von Scroeder, el joven Kaiba había interpretado un personaje tan galante y encantador que él mismo se habria lanzado la sopa a la cara.

A falta de una máquina de súper tecnología para romper el espacio-tiempo y hacer eso, se conformo con vomitar la cena en el baño de la habitación que le prestaron; sacrificar un peón para avanzar en el tablero, se dijo
Toda la familia quedo fascinada por aquel joven inteligente, talentoso y risueño. Aprobaron al prometido en un brindis general, por los novios.
Aún podía jurar que vómito bilis.
Y aquí estaba. Tres semanas después.

¡Tres jodidas semanas!

Pensó que podían esperar un poco más, un mes o dos meses; pero no le dieron más de 20 días para solucionar sus asuntos pendientes, que consistía en dejar los reportes de su trabajo a sus subalternos, ordenar la poca ropa que se llevaría consigo a casa de su futuro esposo por qué una vez en Alemania su suegra le escogería un nuevo guardarropa, tomar algunos artículos personales como su computadora, celular, tablet y fotografías familiares, llamar a sus pocos amigos, o más bien conocidos y decirles que se iba de Japón por tiempo indefinido y nada más. No tenía mucho en Japón, pero se resistió a dejarlo hasta que los guardias personales de su futura familia fueron por él personalmente hasta su casa. Ese día salió con su pequeña maleta, en un elegante auto con gente que lo llamaba Herr Kaiba.
Y pronto sería Lord Von Scroeder porque tendría que cambiar su apellido al entrar en una familia de la nobleza.

El secuestro (prideshipping)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora