Capitulo XI

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Estar preparado para todo.

Para pelear, correr, morir y matar.

Atem suspiro luego de darles una buena reprimenda a los soldados formados en fila al amanecer, se había quedado toda la noche en el campamento viendo los entrenamientos que se daban a plena luz de luna. Los soldados estaban entrenados para pelear tanto de día, bajo el infernal sol, su dios supremo,  como a media noche bajo el gélido aire del desierto y la oscuridad, Faraón estaba orgulloso de ellos, pero no por eso iba a tratarlos con amabilidad.

Los mando a dormir un par de horas para que estuvieran al amanecer muy listos, bañados y desayunados, uniformados en negro y parados firmes.

- Saluden - gritó Aknadin cuando Atem se puso frente a las filas, con Mahado a un lado. Todos se cuadraron al mismo tiempo tal como debía de ser - descansen.

Luego de dar un discurso de no violencia volvió a hablar con su tío está vez sobre otro tema: Kaiba Seto.

- Aknadin, sé que eres el mejor instructor que podría encontrar - Mahado tosió en desapruebo, Aknadin era un gran maestro pero muy violento, muchos soldados se quejaban de su carácter insoportable y su dura disciplina - por eso quiero encargarte especialmente a un nuevo recluta

– Háblame de él

Lo hizo.

Le dijo que tenía un carácter arrogante y difícil, que no sería fácil Pero que valdría la pena.

*

¿Por qué demonios esto valia la pena?

Pegasus habría recomendado buscar a otra persona, Mokuba Kaiba tenía la misma sangre y serviría igual, Pero el conde no lo escucho y le dijo que se fuera al diablo, que iba a recuperar a ese hombre le costara lo que le costará.

Domar al mayor de los dragones era cosa de orgullo.

El hombre de cabello blanco suspiro y se acercó a la ventana, estaban reunidos en el elegante despacho del conde, desde donde se veia el pequeño pueblito bajo la colina donde aquel castillo estaba situado.

Abrió su reloj de bolsillo, la foto de su esposa Cecilia aún lado de las manecillas le devolvió una mirada gentil y comprensiva, era casi medio día.

– Debo irme, tengo que estar en París para mí próxima exposición – cerro el reloj de oro y lo guardo de vuelta, camino hacia la puerta.

Siegfried no levanto la mirada para verlo irse, se quebró la cabeza pensando una y otra vez ¿Dónde demonios estaba?

Había mandado recorrer todo Egipto hasta dió con el palacio Sennen, de mil años de antigüedad donde supuestamente vivía aquel hombre que se interpuso en su camino y lo encontro vacío, sin un alma ni pista de a donde demonios escapó Faraon y sus sacerdotes.

Aquella casa vieja no guardaba ni una mota de polvo.

¿A donde se habían ido?

Temía que se hubieran adentrado al desierto, si estaban lejos del río encontrarlos iba a ser difícil por la hostilidad del terreno. No estaba seguro de sobrevivir en un mar de arena y aire, dónde no había agua y las temperaturas eran extremadamente altas de día y bajas de noche, sumado a la peligrosa fauna del lugar y las siempre tramposas arenas movedizas.

No era posible.

Pegasus cerro la puerta dejándolo solo, ¿Cómo demonios Seto Kaiba, de todas las personas del mundo, se había dejado secuestrar?

– ¡Te odio Seto! – empujó el jarrón de rosas frescas del escritorio, que se hizo añicos en la alfombra – IMBECIL, MENTIROSO ESTAFADOR, EMBUSTERO – la sonrisita burlona de su prometido le apareció en la mente, con esa mirada intensa y ese aire soberbio.

El secuestro (prideshipping)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora