IV

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Amanece de nuevo en Heiliger Stuhl. El cielo se las arregla para mantenerse gris sobre el macizo y sus faldas. Y el viento que sopla enfría las pieles incluso de los reos intramuros

Pío despertó adolorido en el suelo, le abrieron los ojos con una patada en las costillas. Fue tomado de los brazos por un soldado. Caminaron de regreso a la nueva «Santa Sede», Heiliger Stuhl.

Saliendo del cuartel izquierdo con un empujón de un brazo pardo estaba Piero Boyadzhiev, quien al verle se le acercó sonriente.

—¡Santidad!—Boyadizhiev saludó con la mano. Pío dedicó una mirada cansada y ojerosa hacia arriba propiciada por la curva de su espalda mientras que Ben Müller, el soldado quien lo escoltaba desde la cantera, lo lanzaba al duro patio de grava. Sus lentes salieron de su rostro, pero se los puso en un instante. Müller mandó a Pio al cuartel derecho con un señalamiento de su brazo.

Pío entró y fue seguido por Piero, que le tocó el hombro justo después de que pasaran el dintel.

—Mire—Piero se tocó debajo del hombro, ahora con expresión seria—Sospechan de mi—El triángulo marrón de su brazo que lo delataba de Arbeitsscheu con una "B" (haciendo lo propio con su nacionalidad búlgara) ahora tenía un circulo rojo debajo.

El semblante de Pío pasó al de confusión—¿Que? ¿Qué sospechan?—Pio volteó a ver su brazo, en el que solo había un brazalete marrón, como si también hubieran cambiado su indumentaria.

—¡Se arruinó!— Piero susurró fuertemente mientras se sujetaba el cabello y suspiraba—Saben que voy a escapar.— La preocupación en su rostro era notoria, podían asesinarlo en cualquier momento y ahora la vigilancia le impedía llevar a cabo su plan. Su libertad estaba frustrada.

—He hablado con los cardenales antes de venir a comunicárselo a usted... Quiero que ustedes.... o usted, trate de usar mi plan. Santidad, el mundo está esperándolo, no puede morir en cautiverio, piense en que cosas dicen los alemanes en su nombre, no puede irse así... Sin intentar... A sus cardenales les pareció buena idea...—Boyadizhiev Incitó el escape.

En la conciencia de Pío no había lugar para mas sangre, y al parecer había que arriesgar si ir mermando sangre de extraños o exponer la vida de su séquito de golpe con la oportunidad de salvar el pellejo. Era una discusión interna, una sacudida a su brújula moral, cuya aguja pendulaba y solo las circunstancias indicarían el norte.

Las labores burocráticas de Pio y Piero eran interrumpidas brevemente por miradas mutuas y los cansados bostezos papales.

Ese segundo día de burocrarcia finalmente se registró a todos los recién llegados, Heiliger Stuhl se iba llenando. Lo que pasaba extramuros era que los americanos habían cruzado ya  el estrecho de Messina y de hecho parecía que estaban peleando ya en Catanzaro, por eso las purgas nazis se hacían con mayor frecuencia y los campos de conentración se volvían mas que nada de exterminio aunque no fueran pensados para ello. Ahogamientos, fusilamientos, ahorcamientos y claro, el Zyklon B puesto a inhalar, todo se usaría, la Schutzstaffel SS no pensaba irse sin rasguñar Italia.

Pronto, llegaban y llegaban vagones a los campos de todo el sur de Italia, incluso antes de lo esperado, por lo que tenían la instrucción directa del Sargento Mayor delegado a los campos de toda la mitad sur de la península, que había que hacer espacio, Heiliger Stuhl Era el único campo con muros de concreto y no alambre de púas, por lo que podría ser escenario de alguna resistencia con uso de rehenes como escudo, tener al colegio cardenalicio les sería incluso de mayor utilidad en ese supuesto, eso si Meyer no se adelantaba a matarles, pérdida que estaba completamente dispuesto a afrontar, al fin y al cabo, el objetivo de Heiliger Stuhl, desde que empezó el sitio de Roma siempre fue Pío.

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⏰ Última actualización: Aug 25, 2023 ⏰

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