Fuyu rodó sobre su costado y apretó la espalda contra la pared transparente y fría detrás de él. Tal como las jaulas eran, está en realidad no era tan mala. Era lo suficientemente alta que podía levantarse y estirar las piernas si lo necesitaba. Las paredes parecían estar hechas de vidrio transparente o tal vez de plástico con agujeros simétricos para el aire perforados en ella cada treinta centímetros.
Sus habitaciones lúgubres estaban completas con una almohada y una manta verde que picaba.
Fuyu había pasado un fin de semana en una jaula en la sociedad humana una vez cuando la perrera lo agarró afuera. Para el momento en que Baji llegó a recogerlo, dos días después, Fuyu había estado más que listo para salir. Las jaulas entonces habían olido a otros gatos y a miedo -un montón y un montón de miedo.
Está apenas olía a miedo.
Fuyu estaba lleno de su propio miedo, suficiente para llenar veinte jaulas. Los hombres que habían llegado a la puerta principal de la casa de Baji habían amenazado con lastimar al científico despistado de Fuyu si no iba con ellos. Fuyu sabía que eran matones, así de simple.
Ellos ni siquiera fingían que no lo eran.
Fuyu no tenía ninguna duda de que si no hacía exactamente lo que querían, seguirían con sus amenazas.
No podía permitir eso.
A Fuyu siempre le había gustado Baji. Incluso estaba orgulloso del hecho de que el hombre era tan condenadamente inteligente. Muchas de las otras mascotas en el vecindario estaban envidiosos de Fuyu por tener tan buen humano
Era una de las razones por las que Fuyu tenía que luchar a menudo para mantener su posición como propietario de Baji. Pelearía esta vez, también... tan pronto como descubriera la manera de salir de esta maldita jaula transparente.
Fuyu comprobó rápidamente la habitación, agradecido por encontrarla vacía. No había tenido mucho tiempo cuando fue arrastrado dentro para conseguir una buena mirada del lugar. Ahora que lo hizo, estaba deseando un poco no haberlo hecho.
La habitación le recordó a Fuyu el laboratorio en el sótano de Baji. Había mostradores alineados con vasos de precipitados y cajas de Petri, microscopios y tablas de fórmulas. Había tubos de ensayo llenos de líquido y matraces burbujeantes sobre los quemadores Bunsen.
Parecía casi exactamente igual que el laboratorio de Baji, con una excepción. Baji no mantenía animales vivos en jaulas. En el otro extremo de la amplia sala de Fuyu había una fila de jaulas más pequeñas.
Algunas estaban vacías. Algunas estaban llenas. Fuyu contó dos gatos, un beagle4 y un conejito blanco.
El nivel de miedo de Fuyu saltó rápidamente cuando obtuvo un buen vistazo de los animales enjaulados. Ellos no se veían tan bien. Un par de ellos tenían expresiones aturdidas en sus ojos, como si no estuvieran completamente allí.
O tenían una sobredosis de hierba gatera.
Uno de los gatos, el marrón, tenía parches de su piel faltante. Había señales evidentes de incisiones en la piel expuesta. El conejito estaba claramente aterrorizado, presionado hacia atrás en la jaula tanto como podía, sus ojos bordeados rosas tan amplios como podían estar. El beagle solo estaba acostado allí con su cabeza apoyada entre las patas, la mirada triste en sus ojos, como si él no pudiera entender por qué estaba siendo tratado de la manera en que lo estaba.
Fuyu miró alrededor de la habitación de nuevo, asegurándose de que estaban solos antes de sentarse y moverse a la parte delantera de su jaula, presionando sus manos contra la pared de plástico transparente. -Oye, - llamó, tratando de mantener su voz baja, pero lo suficientemente fuerte como para atraer la atención de aquellos en las jaulas- mi nombre es Fuyu. Vamos a salir de aquí de alguna manera. Lo prometo. Ni una sola oreja se movía. Los animales sólo siguieron mirando a Fuyu como aterrorizados por su sola presencia. Fuyu no podía culparlos.