05. Recuerdos

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05. Recuerdos

Roxanne Jones

—¿Mal despertar? —me preguntó Patri, mirándome con una expresión casi preocupada.

Sin embargo, no tuve tiempo de responder cuando un pequeño monstruito de rizos chocolates corrió hasta mí.

—¡Roxy!

—No puede ser, pero si está aquí la niña más preciosa e inteligente de la tierra.

La cría rió, abrazándose a mí como si fuese un pequeño koala. Sonreí tontamente y le di un beso en la coronilla.

Beatrix, Trixie, era la hija de Patri. Tenía seis años y era un encanto, todas nosotras la adorábamos. No juzgo nuestro trabajo, pero es un mundo muy duro, y realmente espero que Trix consiga el poder que merece de alguna otra forma. De alguna mejor forma.

—Gracias por quedártela mientras estoy fuera, en serio —Patri me dio un beso en la mejilla—. Cualquier cosa, llámame. Trixie, pórtate bien.

—Por supuesto que no —fruncí el ceño exageradamente—. Trixie, tienes que portarte mal si quieres conseguir tus objetivos.

—Cuando haga un berrinche porque quiere cenar pizza de chocolate, te la traeré a ti —me señaló. Solté una carcajada, con Trixie imitándome, y choqué los cinco con la enana.

—Tú ve, hazte esos análisis y tómate un café, que necesitas descansar.

Las chicas solían hacerse análisis de sangre todos los meses, o cada dos meses como muy tarde. Usaban condón, siempre, pero insistí en que era mejor prevenir que curar.

Le guiñé un ojo, acompañándola hasta la puerta mientras que Trix iba hasta el sofá para ver la televisión. Patri le dio una mirada a su hija antes de bajar la voz para hablarme.

—¿Estás bien, Roxy?

—Problemas familiares.

—-¿Tu madre?

Patri era la única que conocía el drama sobre mi madre, mi padre y todo mi pasado. Ella era con la que llevaba más tiempo, el resto de chicas se unieron después. La historia de cómo nos conocimos es... de telenovela, sin duda.

—Ha llamado y... ha dicho cosas. Ya sabes, el Alzheimer la hace desorientarse y pensar que vive en el pasado.

—Claro —asintió—. ¿Estás bien?

No.

Le dediqué una sonrisa que se vio demasiado triste. No era buena ocultando mis sentimientos, por eso los guardaba en una caja y no los sacaba de ahí... O al menos no los sacaba cuando nada me hacía explotar.

—Lo estaré.

—Lo sé —me dio un fuerte abrazo, dejando un beso cariñoso en mi cabeza. Casi se me salió una lágrima ante su cálido abrazo, digno de un madre—. Estoy aquí para lo que necesites, lo sabes.

—Gracias, Patri —sonreí—. Ahora vete y descansa un poco del monstruito. La amo, en serio, pero es un jodido torbellino. ¿Qué le das de comer?

Amore (Mafia Italiana #3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora