27. Alma gemela

6.9K 552 55
                                    

27. Alma gemela

Roxanne Jones

Cuando llegamos al hospital, mis manos sudaban.

Nos acercamos al mostrador, donde una mujer canosa me sonrió suavemente.

—Buenas tardes —saludó y guardó silencio, esperando a que habláramos.

—Estoy buscando a Patricia DeSantis, la ingresaron por un accidente de tránsito hace no mucho.

—De acuerdo, esperen un segundo.

Dirigió su atención al ordenador, para un rato después volver a mirarnos aún manteniendo su sonrisa serena.

—La señorita DeSantis se encuentra en cirugía, pero pueden esperar en la sala de espera de la segunda planta. Los doctores os informarán cuando sepan algo.

—Muchas gracias —suspiré, antes de encaminarme junto a Matteo hacia el ascensor.

—Ella estará bien, muñeca —me repitió en un susurro, a la vez que nos metíamos a la caja metálica junto a otro par de personas.

Cuando llegamos a la sala que la recepcionista nos indicó, Matteo me obligó a sentarme en una silla y respirar. Le pregunté a un doctor que pasaba cuánto tiempo había estado Patri en cirugía y, después de preguntarlo a los cirujanos, me respondió que unos cuarenta minutos.

Un tiempo después, una enfermera se me acercó.

—¿Usted está con Patricia DeSantis, cierto?

Asentí rápidamente.

—Sí.

—Hemos estado intentando localizar a familiares de la señorita DeSantis y de su ex pareja, pero no hemos recibido respuestas. ¿Sabe usted algo?

—Los padres de ella están muertos, no tiene familia. Y él se crió en un orfanato, es todo lo que sé.

Por eso conectaron tan bien al principio, recordé. Se entendían mutuamente porque ninguno tenía una familia a la que acudir.

—De acuerdo. Muchas gracias —me sonrió dulcemente—. Cuando sepamos algo, le informaremos.

—Gracias.

Me quedé en la silla durante un buen tiempo, con mi pierna agitándose nerviosamente y Matteo intentando calmarme.

—Están tardando mucho —tragué saliva—. ¿Por qué tardan tanto?

—Las operaciones son largas, muñeca.

—No si son simples.

—Que no sea simple no significa que no vaya a salvarse.

Inhalé hondo, casi meditando.

—Tienes razón, no tiene porque pasarle nada.

—Exacto —dejó un beso en mi cabeza. Yo me recosté en su pecho, intentando calmarme.

El tiempo que estuvimos esperando se me hizo eterno, sentía que nunca dirían nada. Hablé con Trixie dos veces, y ella parecía estar pasándolo bien. Me dijo que Marco la había enseñado a jugar a un videojuego de coches y que era muy buena. Además, ella y Massimo estaban intentando enseñar a Cookie a que le diera la mano.

Dos horas después, finalmente salió de la sala un médico vestido con una bata azul de cirujano. Se quitó el gorro que llevaba, junto con los guantes de látex.

—¿Familiares de Patricia DeSantis y Logan Dell? —pregunté, me levanté con rapidez.

—Sí, soy yo.

—No hemos podido hacer nada por ninguno de los dos —murmuró en voz firme, pero empática—. Lo siento mucho.

Me quedé paralizada, casi sin poder respirar. Patri, mi alma gemela, estaba muerta.

Muerta.

Oh, Dios. Estaba muerta.

—Tenemos entendido que ambos tienen una hija, Servicios Sociales se encargará de eso.

El médico habló con Matteo, pero yo no escuché prácticamente nada de la conversación. Demasiado abrumada, demasiado despistada, demasiado hundida en mi cabeza.

Patri estaba muerta.

No, no, no.

Ella no.

No puede estar muerta. No. Muerta, no.

—Muñeca —escuché a Matteo llamarme—. Muñeca, vámonos.

No respondí, tampoco me moví. Matteo se vio obligado a empujarme un poco para que reaccionara. Cuando lo hice, rompí en llanto sin poder evitarlo, abrazándome con fuerza a mi novio.

—Está muerta —susurré—. Está...

Un sollozo escapó de mi garganta, rompiendo la frase. Matteo me arrulló, llevándome fuera del hospital. Me subió al coche y me abrochó el cinturón, antes de montarse tras el volante y arrancar.

—No puede estar muerta —murmuré, sin saber qué hacer o decir—. Ella... Ella es mi alma gemela, Matteo. No puede estar muerta.

—Está bien, muñeca. Estoy aquí —me dijo—. Patri no querría verte así.

—Pero... —sollocé— Nunca le dije lo mucho que la amaba. Sí le dije que la quería, pero nunca... —mis lágrimas aumentaron y los sollozos casi ni me dejaron hablar.

—Ella sabía que tú la amabas, muñeca.

—Pero nunca se lo dije —luego, abrí los ojos ampliamente—. ¿Y Trixie? ¿Qué va a pasar con ella?

—He hablado con el doctor, Servicios Sociales intentará buscarle un hogar. Como no tiene otra familia, deberán buscar algún tutor legal.

—Yo lo soy —comenté—. Quiero decir, Patri me hizo firmar que si, le pasaba algo a ella y a Logan, Trix quedaría bajo mi tutela.

—Eso facilita las cosas, entonces. Tengo entendido que los trámites de adopción son jodidos.

—¿Estabas pensando en adoptarla? —susurré, aún llorando.

—Estaba pensando en secuestrarla si no nos entregaban a la niña.

Lloré más fuerte, demasiado sentimental, demasiado triste, demasiado... Demasiado.

—Te quiero mucho, Matteo —murmuré con la voz rota—. Mucho, mucho, mucho. No quiero que nos pase algo y yo no te lo haya dicho.

—No nos va a pasar nada, muñeca —aseguró, poniendo su mano en mi pierna—. Pero yo también te quiero mucho, mucho, mucho.

—¿Cómo vamos a decírselo a Trix?

—Con paciencia y cuidado —me respondió—. Vais a poder con esto, muñeca, sois muy fuertes.

—¿Y el cuerpo? ¿Qué han dicho los médicos?

—Tengo eso controlado, ¿de acuerdo? Ahora solo llora lo que tengas que llorar.

Y le hice caso. Matteo dio unas cuantas vueltas tontas por la ciudad, dándome tiempo a llorar y llorar como una desquiciada. Lo agradecí mentalmente, no podía ir con Trix llorando como una loca.

Ella era una niña y debía mantenerme fuerte por ella, al menos cuando estuviera presente. Sus padres acababan de morir y ver a su tía, ahora tutora legal, llorar no la ayudaría en nada. Sé que merezco llorar, porque es una gran pérdida, pero la niña no merece tener más trauma del que ya le creará la muerte de sus progenitores.

Matteo me dejó desahogarme, dando vueltas en el coche. Cuando la ansiedad comenzaba a apoderarse de mi cuerpo y el aire comenzaba a faltarme, él aparcó el coche en una esquina y me ayudó a salir fuera. Me entregó una botella de agua que tenía en el vehículo, mojándome él mismo la nuca y la cara. No me abrazó ni me agobió, simplemente se mantuvo un paso atrás mientras esperaba a que yo misma fuera a él.

Cuando mi respiración comenzó a calmarse, me aferré con fuerza a su pecho y lloré en su hombro.

Esto no podía estar pasando.

Amore (Mafia Italiana #3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora