11. Bandera

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11. Bandera

Roxanne Jones

—Estás guapísima así —le aseguré a Nika, con una sonrisa. Ella me lanzó un beso a través del espejo—. ¿Estamos listas, Señoritas?

—¡Lista! —aseguró Patri, llegando hasta nosotras mientras se colgaba el bolso—. ¿Podemos ver la carrera antes de trabajar, cierto?

—Por supuesto, no puedo pediros que os la perdáis —sonreí. Kath salió del baño, acomodándose el vestido.

—¿En serio tienes que irte, Kath? —murmuró Anika, con una mueca triste.

—Nos mantendremos en contacto, lo prometo —sonrió—. Ahora vámonos y dejemos los temas tristes, que quiero ver esa carrera.

—Roxy, conduces tú —Patri me lanzó las llaves de su coche, le rodé los ojos.

—Siempre conduzco yo.

***

El descampado donde se hacían las carreras este año estaba como a una hora del centro de Milán, pero ya estaba repleto de gente. La música sonaba fuerte por varios altavoces que habían colocado y los coches que competirían estaban repartidos por el lugar, con gente rodeándolos.

—Me siento en Fast and Furious* —jadeó Kath, yo solté una risita.

—Y aún no has visto lo mejor.

Bajamos del coche y toda la atención voló a nosotras de golpe. Alcé la cabeza con orgullo, caminando con seguridad mientras que las chicas me seguían de la misma manera.

Cuando Leone me vio, sonrió y saludó con la mano. Yo le devolví el saludo, mirando un segundo a las chicas.

—Daos una vuelta, voy a hablar con Leone.

—¡Putivuelta! —rió Patricia, abrazando a las otras dos de los hombros.

Sonreí por lo bajo, caminando hasta Leone que hablaba con su hija de catorce años, probablemente intentando controlarla.

Esa niña era un huracán. Literalmente la gente la llamaba así, Huracán era su maldito apodo.

—Leone. Hola, Huracán —saludé.

—Hola, Roxy —sonrió la chica.

—Quédate cerca, Diana —ordenó Leone.

—Por supuesto, papá —asintió ella, aunque no sonó muy convincente—. Adiós, Roxy.

—Adiós.

Cuando la niña se marchó, moviéndose entre la multitud completamente cómoda.

—¿Están ya las chicas aquí, cierto?

Asentí.

—Han ido a dar una vuelta.

—Genial, Roxy —me sonrió—. Si hay cualquier problema, no dudes en avisarme.

—No te preocupes, no salgo de casa sin mi navaja —lo dije en tono de broma, pero no lo fue. Y él lo sabía.

Leone soltó una risita.

Amore (Mafia Italiana #3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora