Epílogo

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Epílogo

Roxanne Jones
Un año después

El vestido que llevaba era blanco, sí, pero también era corto, ceñido al cuerpo y con un escote en forma de corazón precioso. También llevaba velo, pero este no me tapaba la cara sino que caía por detrás de mi cabeza y llegaba casi hasta mis pies. Los tacones también eran blancos.

La música nupcial empezó a sonar y yo no pude ocultar mi sonrisa divertida, feliz y orgullosa. La única persona que había visto mi vestido había sido Matteo y no lo habíamos comprado en una tienda de vestidos de novia, sino en la tienda a la que solía ir a comprar vestidos para fiestas. La dependienta me lo había mandado a hacer.

Así que una parte de mí estaba ansiosa por ver las muecas sorprendidas de todos cuando me vean entrar en minifalda.

La otra parte de mí, rebosaba felicidad y ni siquiera era capaz de creer esto.

Me iba a casar con Matteo Ricci.

Entré a la iglesia, sin nadie a mi lado, mientras que caminaba a paso tranquilo hacia el altar. ¿Dije que quería ver la cara de todos? Pues podían irse a la mierda, porque no me vi capaz de apartar los ojos de mi futuro marido.

Matteo vestía completamente de negro, incluso la camisa. El único toque diferente era la corbata blanca a juego con mi vestido. Estaba guapísimo. Ya lo había visto con el traje puesto antes, pero de alguna forma verlo en el altar, esperándome, mientras sonreía se sentía completamente diferente.

Demonios, lo amo.

Cuando llegué hasta él, me agarró de la cintura y juntó nuestros labios. Le seguí el beso sin dudarlo, derritiéndome en sus brazos. El cura carraspeó, haciendo que nos separáramos con sonrisas divertidas.

—Tendrán tiempo suficiente para eso después de la ceremonia —nos regañó, aunque con una sonrisa suave.

—No lo sabe usted bien, Padre —Matteo se mordió el labio, mirándome de arriba abajo y haciéndome reír.

El cura llamó la atención de todos, antes de comenzar el discurso.

—Hoy nos reunimos todos aquí para unir en santo matrimonio a Matteo Ricci y a Roxanne Jones —anunció—. ¿Matteo Ricci, viene a contraer matrimonio sin ser forzado, libre y de manera voluntaria?

—-Sí, vengo libremente.

—¿Roxanne Jones, viene a contraer matrimonio sin ser forzada, libre y de manera voluntaria?

¿Si digo que no, qué pasa?

—Sí, vengo libremente —respondí, aunque haber dicho que no habría sido divertido.

—¿Matteo Ricci, quieres recibir a Roxanne Jones como esposa y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?

—Sí quiero.

—¿Roxanne Jones, quieres recibir a Matteo Ricci como esposo y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

—Sí quiero.

—Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre —bendijo, con un coro de «Demos gracias al Señor» sonando de fondo. Entonces, Trix llegó hasta nosotros con los anillos en un cojín. Vi a Matteo guiñarle un ojo con complicidad al monstruito—. El Señor bendiga estos anillos que van a entregarse uno al otro en señal de amor y fidelidad.

Matteo agarró el anillo y yo le entregué mi mano, me miró desde abajo con una sonrisa casi pícara mientras ponía el anillo en mi dedo.

—Roxanne Jones, recibe este anillo en señal de mi amor y fidelidad hacia ti. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo —dijo mi casi marido.

Ahora fue mi turno de ponerle el anillo mientras recitaba:

—Matteo Ricci, recibe este anillo en señal de mi amor y fidelidad hacia ti. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

—Bajo el poder que el Señor me ha concedido, yo os declaro marido y mujer —sonrió el Padre—. Puedes besar a la novia.

Matteo me empujó a su pecho, devorándome la boca. Reí sobre sus labios, completamente feliz, devolviéndole el beso. Los aplausos se escucharon de fondo, junto a chillidos, y cuando nos separamos por falta de aire él me susurró al oído.

—Te dije que serías mía.

Me aparté un poco para poder mirarlo y di un beso rápido en sus labios.

—Y siempre lo seré.

Bajamos del altar, mientras que todos se acercaban a nosotros para felicitarnos y demás.

—Te has lucido con el vestido, Roxy —rió Lía, cargando a su hijo recién nacido—. Me encanta.

—¿Verdad? Es muy... Roxy —sonrió Davina, que también llevaba en brazos a la recién nacida que había tenido—. La boda ha sido muy Roxy y Matteo.

—Nadie esperaba una boda normal de estos dos —Adonis dejó un beso en la cabeza de la rubia.

Me giré a buscar a mi ahora marido, que estaba hablando con Trixie mientras venían hacia nosotros.

—El beso se da después, no antes —escuché como lo regañaba.

—¿Tú te has casado? —le alzó una ceja.

—No.

—Pues entonces no puedes opinar hasta el día que te cases —le dedicó una sonrisa burlona—. Y, por cierto, eso será en muuucho tiempo.

Solté una risita. Matteo rápidamente llegó hasta mí y me abrazó de la cintura mientras que la monstruito le entrecerraba los ojos.

—Bueno, que empiece la fiesta, ¿no? —sonrió ampliamente.

—¡Fiesta! —chilló Trixie, yendo tras Massimo para algún drama mental suyo.

—Es igual a su madre —murmuré, sonriendo.

Le dediqué una mirada al altar, santiguándome. Ni Patri ni yo fuimos demasiado creyentes, pero esperaba que estuviera en paz y burlándose de mí por ser una perra con correa desde donde sea que estuviera.

—Ven, tengo un regalo de bodas para ti —le fruncí el ceño, mientras que Matteo me llevaba fuera de la iglesia.

—¿Otro yate a mi nombre? —bromeé.

—¿Quieres otro? —me alzó las cejas— Dime luego el modelo, para pedírtelo.

Solté una carcajada.

—Era broma, Matteo.

—Oh, vale —asintió, de forma indiferente—. ¿Recuerdas cómo te dedico mis victorias?

Le rodé los ojos, manteniendo mi sonrisa.

—Me dedicas todas tus victorias, por supuesto que lo recuerdo.

—Genial, tenlo en mente —se abrió la camisa, haciendo que le alzara una ceja.

—Pero espera a la noche de bodas, por lo menos.

Él soltó una carcajada, antes de dejarme ver su pecho. Entre todos los tatuajes, encontré uno tapado con plástico, un tanto en el lado izquierdo, justo encima del corazón.

Me fijé en el diseño, viendo lo que era. Exhalé sorprendida cuando vi que el nuevo tatuaje era un corazón hecho con las manos, sus manos. Justo la forma en la que me dedicaba sus victorias.

—Matteo, yo... —parpadeé, intentando no llorar— Te amo mucho.

—Yo también te amo, muñeca.

Nota de la Autora:

Me muero. Qué bonito todo.

Esta pareja ha sido de mis favoritas, en serio. He amado todo de este libro.

Quiero vuestras opiniones. ¿Cuántas estrellas le dáis? ¿Y cuál es vuestra pareja favorita hasta el momento?

Recordad que aún queda «Velocità», la historia de Marco. Lo tendréis publicado la semana que viene en mi perfil. ¿Alguna teoría sobre cómo será ese libro?

Os quiero.

¡Nos leemos!

Amore (Mafia Italiana #3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora