16. Atención

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16. Atención

Roxanne Jones

La radio sonaba baja mientras que Matteo conducía. Su mano se apoyaba de forma distraída en mi pierna y yo miraba por la ventana.

Por primera vez desde que compartimos palabra, el ambiente estaba tenso. Y no en sentido sexual, sino tenso como cuando tienes una conversación importante pendiente y vas alargándola porque sabes que no te va a gustar el resultado.

—¿De qué querías hablar? —pregunté, incapaz de mantener a raya la ansiedad.

—Cuando lleguemos.

—¿Y adónde tenemos que llegar?

Él soltó una risita.

—No seas impaciente, muñeca.

Resoplé, devolviendo la vista a la ventana. Vi como, poco a poco, nos alejábamos de la ciudad. Me quedé mirando los edificios de Milán en la lejanía, hasta que por fin Matteo detuvo el coche en... ¿La puerta de un cementerio?

—¿Realmente vas matarme y a enterrarme, cierto?

—Has descubierto mi secreto —dramatizó, llevándose una mano al pecho. Luego, soltó una risotada y me instó a salir del coche.

Entramos juntos al cementerio y Matteo me llevó hasta la zona más lujosa. Las lápidas eran enormes y llenas de esculturas.

Muy diferentes a las de mi padre, que solo tenía una piedra con su nombre y sus fechas de vida.

—Habrás puesto una dedicatoria bonita en mi tumba, por lo menos.

—Aquí descansa Roxy Jones, la chica más sexy, preciosa y la mejor muñeca de la mafia que ha pisado la tierra —anunció, solté una risita.

—Encárgate de que, cuando muera, pongan eso.

—Si yo no me muero antes.

—De acuerdo, si tú mueres antes, me encargaré de que pongan: «Aquí descansa Matteo Ricci, asesino y lunático, pero buenísimo en la cama».

Caminamos entre risas, hasta que Matteo se detuvo, haciéndome parar a mí también. Miré la tumba frente a la que estábamos.

Alfonso Ricci
1970 - 2017
Padre y amigo

—¿Me has traído a la tumba de tu padre? —murmuré en voz baja. No estaba muy segura de cómo fue la relación de Matteo y su padre, o de si era un tema delicado o no. Solo sabía que los Capos eran malos padres y cualquier niño que nazca de un Capo pasa un infierno de infancia.

El pelinegro se sentó en el suelo, delante de la tumba, y jugueteó con la hierba, arrancándola y tirándola. Me senté junto a él, cruzando las piernas y mirando la roca.

—Mi padre nos prestaba atención dependiendo de lo que él consideraba que valíamos.

—Matteo... —susurré, pero me callé al instante, dejándolo hablar.

—Massimo era un líder nato, además del futuro Capo. Sabía comportarse y calmar a las fieras, hacerlas creer que tenían lo que querían cuando realmente hacían lo que él quería.

»Cuando él murió, Marco tenía nueve, pero ya todos sabíamos que era el genio de la familia. Era la persona más inteligente que habíamos conocido, podía crear una buena estrategia en segundos. Un puto genio.

»Y yo... Yo no era nada, muñeca. Estuve toda mi infancia sin recibir ni un poco de atención. Padre se olvidaba de mí, o fingía hacerlo, en las comidas, los entrenamientos, las reuniones... —apretó los puños— Así que, cuando crecí un poco, empecé a llamar la atención de verdad. Ser un bastardo que se reía y burlaba mientras te estaba apuñalando era, sin duda, algo que llamara la atención.

»Después, no me bastó solo destacar en el ámbito laboral, sino que también en mi vida personal. Comencé a llamar la atención de las chicas, construí una faceta que las volviera locas a todas —dibujó una sonrisa burlona—. ¿Por qué a las chicas os gustan los hijos de puta?

—Por ahí dicen que los capullos son los mejores en la cama.

—¿Se volverán capullos por ser buenos en la cama o nacen siendo capullos?

—Preguntas que no me dejan dormir.

Matteo mantuvo su sonrisa, aunque fue disminuyendo poco a poco hasta volverse invisible. Luego, suspiró.

—Fuiste la primera mujer que no me prestó atención —continuó hablando—. ¿Sabes? Me enfadé mucho. Me volví a sentir como un niño pequeño. No te culpo, muñeca, no eres responsable de mis traumas —jugueteó con un mechón rojo de mi cabello—. Así que me vi casi obligado a llamar tu atención, admito que fue casi una obsesión. Y... —suspiró—. No sé, muñeca, ahora que tengo tu atención no quiero perderla nunca.

—¿Estás insinuando que...?

—¿Que te cases conmigo? Sí.

Solté una fuerte carcajada, mirándolo incrédula.

—¿No crees que es muy pronto?

—Por ahora, puedo conformarme con que seas mi novia.

Riendo entre dientes, me lancé a sus labios. Nos besamos como siempre lo hacíamos, luchando por ganar. Una pelea intensa y erótica, donde ni siquiera sabíamos cuál era su cuerpo y cuál era el mío.

Matteo me recostó en el suelo, haciéndome reír sobre su boca.

—¿Delante de tu padre, Matteo?

—Espero que esté retorciéndose en su tumba.

Volví a reír, mientras que el pelinegro enterraba su cara en mi cuello y comenzaba a repartir besos. Lo sentí morder y lamer un par de partes, probablemente dejando marcas.

Jadeé cuando me quitó la camiseta y mi espalda chocó con el frío pasto. Él empezó a bajar sus besos, sacando mis pechos del sujetador y mordiendo suavemente los pezones.

—Matteo... —gemí entre suspiros cuando bajó sus besos hasta la cinturilla de mi pantalón. Mis párpados se cerraron cuando me bajó el pantalón y la ropa interior y mordisqueó mi clítoris.

Oh, joder.

—Ojos en mí, muñeca. Quiero tu atención, ahora y siempre.

Obedecí, mirándolo. Sus orbes oscuros se mantuvieron en los míos mientras metía su lengua en mi interior y la rotaba, girándola y simulando embestidas, volviéndome loca.

No sé muy bien cuánto tiempo estuvimos así, mirándonos mientras me hacía delirar con su lengua, pero solté un fuerte grito cuando llegué al orgasmo, cegada del placer. Matteo se alzó sobre mí, bajándose los pantalones y la ropa interior. Me besó, embistiendo pero sin llegar a entrar. Jadeé al sentir algo frío y miré hacia abajo.

—¿Tienes un... piercing en la polla?

Él maldijo por lo bajo.

—Olvidé quitármelo.

—¿Por qué ibas a quitártelo?

—Por si no te gusta.

—¿Estás loco? Me encanta —reí por lo bajo, antes de besarlo.

Matteo simuló un par de estocadas más, rozando nuestros centros, antes de meterse en mi interior. Jadeé, sintiendo como el pendiente llegaba a mi punto G.

Jo-der.

—Me vuelves loco, muñeca.

Amore (Mafia Italiana #3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora