Temporada 3: [Capítulo 18]

267 22 16
                                    

Anteriormente en: Mi esvástica

Le vio, esa figura especial, oscura, con los dientes filosos, los ojos brillantes de color sangre, la esvástica retorcida y el peculiar porte aterrador con el traje de su ideología genocida; se cuestionó, si es el mismo, ¿por que seguir huyendo?

El impostor le sonrió por última vez, logrando convencer al alemán.

Siempre estuvimos aquí contigo, nunca te abandonaremos. Días , noches, lagrimas y sangre, todo eso lo pasamos juntos; ahora, que ya no puedes más , que buscas rendirte. Ahora... déjanos a nosotros tener el control. Déjanos ser uno mismo, déjanos ser tú.

Y fue así como Third Reich aceptó.




















03 de Octubre de 1941
U.R.R.S ; Stalingrado. Frente alemán—soviético.

El dictador de Alemania guardaba silencio mientras estaba en el asiento frontal en la cabina del tanque blindado, con los ojos fijos en el frente, escuchando las palabras de sus generales que le daban los reportes del batallón y de las innumerables caídas; insistían que lo mejor era retirarse antes de quedarse sin soldados.

Pero no sería así, Third tenía un plan entre sus garras, con la sed de sangre secándole los labios y la necesidad de poder desahogar esa rabia que traía anudada en su garganta desde hace ya varias semanas, todo lo que reprimió ahora lo consumía, los consumía.

—Sigan en el frente. —ordenó sin ver al soldado frente a él — guarden defensiva hasta que yo lo indique.

El silencio dominó un segundo, como si él contrario estuviera pensando si en objetar o no, pero finalmente terminó por obedecer. El enorme tanque se detuvo, indicando que habían llegado a su destino. Le dijo a su gente que bajara y desplazara tropas para cubrir todo el terreno, él bajaría al final.

Berlín solo le observaba desde el asiento de atrás, notando algo raro en la esvástica; estaba mal, no era capaz de identificar que era lo que sucedía, pero sin duda le daba mala espina.

Ignorando la presencia de su mano derecha, el dictador se enfocó en ver sus manos cubiertas por guantes negros, ya no le temblaban y pudo controlar el movimiento de sus dedos. Cerró sus puños con una sonrisa en sus labios, pasó su lengua por sus dientes filosos, bajando sus extremidades hasta sus brazos, acariciándose, como si por primera vez amara ser el.

—Pensé que me perdería... —susurro solo para sí mismo— pensé que no me reconocería, pero, se quien soy.

Su mente ya no gritaba, ya no escuchaba esas voces como algo ajeno a sí mismo, ahora son como sus propios pensamientos, pero... lo mejor de todo era que:

—Puedo recordarlo todo — sonrió de forma retorcida mientras llevaba sus dedos sobre sus mejillas, acariciando de forma incrédula su propia piel— puedo... puedo recordarlos...

—¿Que es lo que recuerdas? —cuestionó Berlín a tras de él.

—Todo... —ensanchó el espacio entre sus labios y aún dándole la espalda le dijo:— cuando cumplí 6 años me regalaste un carrito de juguete, era rojo, de madera y con detalles dorados, Weimar lo rompió una semana después y yo lloré por días.

El alemán mayor no supo reaccionar, palideció cuando lo vio ponerse de pie. Pudo ver como su espalda crujía de forma dolorosa, es como si sus vértebras se estuvieran separando. Sin prisa, giro sobre sus talones para por fin mirarle cara a cara.

—... p-pequeño , no es posible que recuerdes eso... —murmuró pasmado, la imagen sombría de la esvástica se acercaba lentamente a él — no es posible, los doctores dijeron que...

Mi esvástica: [LIBRO #1- TERMINADO]Where stories live. Discover now