✧ ⎯ doce

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cumpleaños... ¿feliz?
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ADA —

Tras horas de vuelo llegamos a Alemania. Cada uno fue a su casa y nos limitamos a descansar, por fin tendríamos un tiempo para relajarnos después de meses de trabajo.

Al llegar a mi hogar me tomé una ducha, deshice las maletas, me puse mi pijama y me dormí después de mandar algunos mensajes por teléfono. Georg había hecho prácticamente lo mismo, sólo que saltándose el paso de decirle "Buenas noches, Tom, descansa <3" a su mejor amigo. Últimamente había estado un poco más cariñosa de lo normal, sólo con él. Quería comprobar si me sentía más cómoda así para acercarme a descubrir mis sentimientos. Yo no lo veía como algo muy lógico pero, según Bill, así sabría si mi atracción era también romántica y no solo física.

El sol me desveló, haciendo que me removiera en mi cama por el sueño y las pocas ganas de levantarme. Hoy era treinta y uno de agosto, eso quería decir que faltaba tan solo un día para el cumpleaños de los gemelos. Su dieciocho cumpleaños, serían mayores de edad.

¿Si Tom me gusta siendo mayor de edad sería ilegal?

Una pregunta estúpida que, sin embargo, estuvo presente en mi cabeza mientras me duchaba, me arreglaba, desayunaba y mientras salía de mi casa junto a mi hermano y Gustav. Unos jeans de tiro bajo y un top rojo fueron suficiente para el día de hoy, solo iríamos a comprar algunas cosas para Tom y Bill, teníamos que celebrar sus dieciocho a lo grande.

El plan principal era pasar la mañana en la playa y la tarde en su casa como cualquier día normal, solo que con tarta y regalos. Por la noche claramente saldríamos de fiesta, beberíamos y nos pondríamos ciegos de sustancias ilegales, lo normal. Era una fiesta sorpresa, planeada únicamente por Gustav, Georg y por mi —de hecho, fui la única que aportó ideas—. No fue muy complicado ponernos de acuerdo, a los tres nos pareció bien desde un principio.

Al contrario que mi hermano y mi amigo, yo tenía claro lo que les compraría a cada uno. A Bill le regalaría unas gafas de Chanel que quería desde hace tiempo, una cadenita de plata con una calavera y una estrellita —yo tenía una igual, solo que en vez de una calavera, yo portaba un corazón, eran collares a juego y eso le haría ilusión, sería algo nuestro—. También, una chaqueta de cuero, una cantidad considerable de peluches y una pequeña carta diciéndole lo mucho que le quería. Por otro lado, a Tom le compraría unas camisetas que iban mucho con su estilo, un par de gorras de Nike y otras marcas deportivas que amaba, un perfume muy varonil que siempre me recordaba a él —ese jodido perfume olía a pura pasión—, unas zapatillas Reebok por las que llevaba llorando un tiempo y una púa con la A de Ada junto a un corazón rojo. Tal vez esa púa era muy peculiar, pero bueno, así me recordaría en cada concierto, ¿no?

Era el regalo más caro que había hecho en mi vida. Y teniendo en cuenta que era doble, la cantidad de dinero que había salido de mi tarjeta bancaria era dura de ver. Aún así, me daba igual, ellos se lo merecían, se merecían todo.

Después de seis malditas horas comprando me reencontré con los chicos, ya que al entrar en el gran centro comercial nos separamos, cada uno compraría sus regalos por separado para tardar menos.

—¿Qué habéis comprado? Yo les voy a regalar un...

—Ya sabemos que les vas a regalar, Ada —interrumpió mi hermano, evitando que repitiera la enorme lista de obsequios que tenía para ellos—. Lo has dicho unas diez veces en lo que llevamos de día, y eso que solo hemos estado juntos en el camino hacia aquí.

PAUSADA! ⋆ 𝐩𝐨𝐥𝐚𝐫𝐨𝐢𝐝 ⋆ tom kaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora