Marcaderiva, el ancestral hogar de la Casa Velaryon, se encontraba envuelto en un aura de solemnidad y tristeza. El funeral de Laena Velaryon había convocado a los principales señores y damas de Poniente, quienes se congregaban en honor a la noble dama y su legado. El sonido del mar azotando las rocas cercanas se mezclaba con el susurro del viento, creando una atmósfera melancólica.
Los asistentes, vestidos con ropas oscuras y semblantes serios, se aglomeraban en el gran patio frente a la mansión principal de Marcaderiva. Sus miradas se dirigían hacia una figura pequeña y frágil, Nettles, la hija de Daemon Targaryen, quien parecía ser el foco de su atención. Los ojos penetrantes y llenos de resentimiento de los presentes no pasaron desapercibidos para la niña, quien sentía el peso del desdén y la envidia en cada una de esas miradas.
En medio de esa tensión, el rey Viserys se acercó a Nettles, buscando su bienestar y quizás también aliviar el malestar de los presentes.
―Nettles, ¿por qué no vas a hablar con Visenya? ― sugirió amablemente el rey, esperando que ese encuentro pudiera brindarles un respiro a ambas jóvenes y, tal vez, forjar un lazo de comprensión mutua. Después de todo compartía la sangre del padre con la muchacha.
―¿De que hablaría con ella? ―Preguntó.
―Ambas perdieron a su madre. Ella necesita un hombro para desahogar su tristeza.
Nettles asintió en silencio, sintiendo un nudo en su garganta mientras seguía las indicaciones del rey. Se dirigió hacia Visenya, su media hermana, quien estaba apartada de la multitud, donde se encontraba con una mirada humedad y distante. El sonido de las olas y la brisa marina los acompañaba mientras se sentaba en una banca junto a la muchacha, observando el vasto horizonte.
-Siento mucho tu perdida ―Soltó Nettles. Visenya, una niña de cabellos plateados y ojos violetas poseía la belleza característica de la casa Targaryen. Su cabellera larga y sedosa caía en suaves ondas alrededor de su rostro angelical. Su mirada profunda y penetrante reflejaba una sabiduría más allá de sus años. Con una tez pálida como la luna, su presencia irradiaba una elegancia y nobleza que recordaba a los antiguos reyes de Poniente. A pesar de su corta edad, su porte era sereno y su figura delicada escondía una fortaleza interna. Visenya, la niña Targaryen, encarnaba la herencia ancestral de su noble linaje.
La muchacha levantó su mirada y observó a Nettles con los ojos y nariz enrojecidos.
―¿Quién eres? ―Preguntó la muchacha con una voz suave.
―Soy Nettles, vine aquí con el rey Viserys. Su majestad―Corrigió.
-Entiendo. Nunca te había visto en la corta. Bueno, quizás es porque estuvimos muy alejados del rey.
Nettles no dijo nada sobre aquello. No deseaba explicar que sólo era una externa en la corte, una huérfana que había sido cobijada por el mismo rey.
―No deseo ser inoportuna, no quiero interrumpir tus pensamientos. Sólo quiero decirte que siento y conozco claramente la tristeza que sientes.
La conversación comenzó con la madre de Nettles, compartiendo recuerdos y lágrimas. Hablar de su pérdida permitió a ambas chicas encontrar consuelo en la comprensión mutua de la tristeza que las embargaba. A medida que la conversación avanzaba, Nettles no pudo evitar preguntar por su familia.
―Tengo dos hermanas, ellas ahora se encuentran con mi abuela. Se llaman Baela y Rhaena. Ellas son gemelas. Son muy unidas. En cambio, yo era más unida a mi madre ―Dijo soltando una mirada triste.
-Y ¿Quién es tu padre? ―Se atrevió a preguntar. La muchacha de cabellos platinados comenzó a buscar con su mirada alrededor y entre la multitud.
―Es Daemon Targaryen, es hermano de su majestad. Mira, ¡Ven! ―Soltó la muchacha, tomó su mano y avanzaron a pasos apresurados hasta una de las entradas a la fortaleza.
―Él es mi padre, es él que camina junto con su majestad por el corredor principal.
La curiosidad y el anhelo de Nettles no podían ser contenidos después de tantos años de preguntas sin respuesta. Decidida a encontrar respuestas, la niña abandonó el resguardo de su hermana y se aventuró en los laberínticos corredores de Marcaderiva en busca del rey Viserys, quien tal vez pudiera proporcionarle alguna información sobre su padre.
Nettles, con el corazón latiendo con fuerza y la determinación en sus ojos, se adentró en el oscuro corredor del castillo. Sabía que estaba tomando un riesgo al espiar una conversación privada, pero su curiosidad y el anhelo de conocer a su padre eran más fuertes que cualquier miedo.
Siguiendo la suave luz que se filtraba por una puerta entreabierta, Nettles llegó a una habitación iluminada por velas. Desde allí, pudo escuchar voces familiares que resonaban en el silencio.
Las palabras del Rey Viserys y Daemon Targaryen llegaron a sus oídos como un susurro, y Nettles contuvo la respiración para no ser descubierta.
―Viserys, ¿por qué la has traído aquí?―Cuestionó Daemon con frialdad, su voz cargada de desdén.
―Esperaba que la conocieras, ya que no respondiste la carta que te envié donde te hablaba de ella.
Daemon soltó una carcajada.
― Ella no significa nada para mí. Es solo una huérfana.
El corazón de Nettles se rompió en mil pedazos al escuchar esas palabras. La niña esperaba encontrar un padre dispuesto a abrazarla y conocerla, pero en cambio, se encontraba con el rechazo de su propia sangre.
El Rey Viserys respondió con calma, pero su voz revelaba una determinación firme.
―Daemon, ella es tu hija. Lleva nuestra sangre en sus venas. No podemos ignorar su existencia. Es justo que conozcas a tu hija, aunque eso signifique confrontar tu pasado.
Las lágrimas llenaron los ojos de Nettles mientras escuchaba el intercambio. Sentía el peso del desprecio en las palabras de su padre, pero también un atisbo de esperanza en la insistencia de su tío.
―¡No la quiero! ― exclamó Daemon con frustración. ― No quiero revivir viejos recuerdos, Viserys. Mi pasado ya está enterrado.
Nettles, incapaz de soportar más, retrocedió lentamente en la oscuridad y se alejó de la habitación. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras buscaba refugio en sus propios aposentos.
Se dejó caer sobre su cama, abrazando su almohada mientras sollozaba en silencio. La tristeza y el dolor se apoderaron de su corazón. Sentía la punzada de la decepción, la amargura de la indiferencia de su propio padre.
El corazón de Nettles se hizo añicos en ese momento. El rechazo de su propio padre la golpeó con una fuerza desgarradora. Lágrimas silenciosas inundaron sus ojos mientras las palabras de desprecio se repetían en su mente. Sin que nadie la viera, la pequeña Nettles huyó del lugar, buscando refugio en la soledad de sus aposentos.
Regresó a sus aposentos que le habían ofrecido por petición del rey. Apenas abrió la puerta el fulgor de la chimenea la iluminó en el rostro.
Se dejó caer sobre su cama, rodeada por el silencio y la oscuridad. Las lágrimas brotaban de sus ojos desconsolados, dejando caer su dolor y tristeza en cada gota salada. En la intimidad de su habitación, la pequeña Nettles lloró por el desdén de su padre, por la falta de amor y aceptación que tanto anhelaba.
El mar continuaba susurrando su canción eterna, sus olas se estrellaban contra las rocas, reflejando el dolor que Nettles sentía en lo más profundo de su ser. Mientras se perdía en un mar de lágrimas, su mente se llenaba de preguntas sin respuesta. ¿Por qué había sido abandonada? ¿Por qué su padre la rechazaba? En ese momento, la joven comprendió que su lucha por el amor y la aceptación de su padre estaba lejos de terminar.
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¡Holaa! Nuevo capítulo!! Un poco tarde porque estoy terminando el semestre y realmente no he tenido mucho tiempo:( pero intentaré subirles un capítulo semanal👀😉
No olviden comentar, eso me anima mucho para seguir escribiendo!! 😌
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Loyalty | 𝐀𝐞𝐦𝐨𝐧𝐝 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧
FanficEs un acierto que las historias no se cuentan adecuadamente, que pierden la fidelidad según su orador y el pasar de los siglos. Sin duda la historia de Nettles ha sido una de ellas. Aquella muchacha de ojos café y rizos oscuros, no fue una amante ni...