𝟑. 𝐋𝐚 𝐬𝐨𝐧𝐫𝐢𝐬𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐫𝐞𝐲

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-¿Por qué tienes que acudir? -Preguntó Aemond mientras caminaba a su lado. En su mano traía lo que parecía ser un palo tallado puntiagudo que utilizaba como espada o como bastón al caminar-Ven conmigo a ver los dragones. No quiero estar solo con Aegon.

Nettles negó con la cabeza mientras levantaba sus faldas. Lucía torpe con su nuevo vestido ya que era la primera vez que utilizaba uno. El rey Viserys se lo había obsequiado cuando cumplió un año viviendo en el castillo. Ella claramente esperaba libros, pero seguramente la septa se había cansado de ver que no se vestía como una niña apropiada, así que había aconsejado al rey con sus quejas.

-Sabes que no puedo, tengo que ver al rey-Respondió mientras maldecía internamente por pisar nuevamente su ropa.

-Mi madre dice que es muy extraño que siempre vayas hasta sus aposentos-Soltó el muchacho. Nettles se detuvo y volteó a mirarlo con una mirada punzante.

-Sólo voy a leerle. Podrías acompañarme si lo deseas. Tú hermano puede ir a ver los dragones sin compañía y si somos bendecidos, será devorado por uno-Pronunció lo ultimo en un murmullo.

Aemond la pinchó con su palo justo al medio en las costillas, haciendo que la morena soltará un quejido.

-Es mi hermano del quien hablas. Mi madre dice que será el rey y por ello debemos respetarlo.

-Si realmente quisiera que lo respetaran, debería dejar de pasearse desnudo por los balcones del castillo-Nettles tomó su falda y miró a Aemond-¿Nos vemos más tarde?

-En el patio de entrenamiento-Contestó Aemond mientras se daba media vuelta soltando un bufido. Pateando el delgado trozo de madera de mala gana hacia el patio de entrenamiento.

Nettles siguió avanzando, las escaleras fueron todo un reto, pero después de un montón de miradas y risas en su camino, finalmente llegó hasta la habitación donde aguardaba el rey.

Nettles era una visita constante en los aposentos de su majestad que los guardias tenían el permiso de abrir las puertas y dejarla entrar. Sin necesidad de anunciarla, sin necesidad de que el rey estuviera presente. Muchas veces lo esperaba horas sentada mientras escribía historias en las libretas que él le obsequiaba. Historias tan heroicas como la de Aegon el conquistador para luego leérselas mientras el rey Viserys comía su cena.

En esta ocasión, el rey se encontraba allí y también su esposa. La reina Alicent.

La puerta se cerró detrás de ella, haciendo que ambos voltearan a observarla, interrumpiendo la conversación que tenían en ese momento.

-Nettles-Soltó Viserys con una sonrisa en sus labios.

Nettles sólo atinó hacer una reverencia ante los presentes para luego mantener su cabeza abajo.

-Aquí esta la sonrisa del rey-Alicent se acercó hasta la muchacha, la tomó del mentón y la hizo verla directamente a los ojos-No tiene ningún rasgo similar a tu hermano-Dijo analizando su rostro para luego soltarlo con suavidad.

La muchacha cambió drásticamente su rostro, sus ojos se humedecieron y sus mejillas se sonrojaron de lo acaloradas que estaban.

Nunca había compartido la misma habitación con la reina, Nettles sólo la había visto un par de veces caminando por los corredores con su sequito de sirvientas y codo a codo de Criston Cole, su guardia juramentado. Eso lo agradecía bastante porque se sentía muy extraña cuando la tenia cerca, como si su mirada le transmitiera un tipo de incomodidad e inseguridad. Como si pudiera atravesarla para descubrir todo lo que pensaba dentro de su cabeza y juzgarla de la peor manera.

Loyalty  | 𝐀𝐞𝐦𝐨𝐧𝐝 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora