𝟕. 𝐄𝐥 𝐩𝐚𝐝𝐫𝐞

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Nettles observaba desde una esquina de la habitación al rey Viserys, quien yacía profundamente dormido en su silla en la Fortaleza Roja. La luz tenue de las velas creaba una atmósfera de serenidad y calma, pero para la joven, ese ambiente solo acentuaba su tristeza y desánimo.

Desde el funeral, su ánimo había decaído considerablemente. La imagen de Aemond herido y sufrido le había afectado profundamente, y el hecho de que él ahora estuviera ocupado con su recuperación y deberes, dejándola a un lado, le causaba una sensación de soledad que nunca antes había experimentado.

Sus pensamientos se perdieron en el pasado reciente. Recordaba cómo solían compartir momentos juntos, explorando y riendo, y cómo Aemond la hacía sentir importante y especial. Pero todo había cambiado desde aquel fatídico día. Ahora, él parecía estar más distante, y Nettles se sentía desplazada en un mundo que apenas comprendía.

La imagen del rey dormido en su silla, con la responsabilidad y el peso de la corona en sus hombros, también la abrumaba. Sabía que él estaba enfrentando su propia tristeza y preocupaciones por su hijo, y la joven se sentía impotente ante la magnitud de las circunstancias.

El recuerdo del funeral y las acusaciones que rodearon el incidente la atormentaban. Las miradas acusatorias y las palabras de Alicent resonaban en su mente, haciendo que se cuestionara a sí misma y su lugar en la vida del rey y su familia.

En ese momento, la soledad se hizo más intensa que nunca, y Nettles deseaba desesperadamente poder hablar con alguien, compartir sus sentimientos y preocupaciones. Pero no sabía a quién acudir. Se sentía una intrusa en aquel mundo de nobleza y política, una simple niña con sueños y anhelos que parecían desvanecerse.

La tristeza la embargó, pero se obligó a permanecer en silencio y no perturbar el sueño del rey. Observó con anhelo su rostro tranquilo y pensó en las dificultades que afrontaba como monarca. La realidad era dura, y la vida en la Fortaleza Roja se tornaba cada vez más complicada para ella.

Con el corazón apesadumbrado, Nettles se retiró sigilosamente de la habitación, dejando al rey en su reposo, y se sumió en sus propios pensamientos y sentimientos encontrados, buscando algún destello de esperanza en medio de la oscuridad que la envolvía.

Los días transcurrían desolados y simples para Nettles, parecían desvanecerse rápidamente en la monotonía de su rutina. Las horas se deslizaban sin sobresaltos, y la joven se sentía atrapada en un remolino de emociones contradictorias. La tristeza y la soledad parecían haberse instalado en su corazón, y su anhelo por una conexión más profunda con aquellos que la rodeaban no hacía más que crecer.

Sin embargo, en una tarde aparentemente común, todo cambió. Un hombre apareció en su vida, un hombre al que nunca esperó volver a ver. Era Daemon Targaryen, su padre. La sola presencia de aquel hombre tan imponente y enigmático causó un torbellino tanto como en la corte y en sus emociones dentro de Nettles, un torbellino que amenazaba con arrastrarla.

La sorpresa se pintó en su rostro mientras lo observaba desde una de las escaleras, sus ojos se encontraron y un sinfín de preguntas y sentimientos encontrados afloraron en su interior.

Desde la distancia, Nettles observó la cabellera plateada de su padre, Daemon, mientras este ingresaba al imponente salón del trono. Un destello de intriga y curiosidad brilló en sus ojos mientras seguía con la mirada aquel hombre misterioso que había entrado inesperadamente en su vida.

Por un breve instante, Nettles permaneció allí, observando en silencio, captando cada detalle de la escena que se desarrollaba en el salón. Podía ver las figuras de la corte, los nobles y los consejeros que rodeaban a Daemon, y la grandiosidad del lugar parecía magnificar la importancia de aquel momento.

Loyalty  | 𝐀𝐞𝐦𝐨𝐧𝐝 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora