The light from the darkness.

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"En lo más oscuro y profundo del pozo, si se mira hacía arriba, se puede ver una muy tenue luz."

Un chico pecoso, de cabellos castaños y complexión delgada corría a su habitación para meter en una maleta nueva todo lo que estuviera a su alcance.

Ropa, dinero, su cartera, pasaporte, visa, celular nuevo, objetos personales y tres álbumes de fotografías.

El pecoso corrió hacía la salida de aquella casa sin importarle nada, simplemente quería salvar su vida, estaba desesperado, quería huir a cualquier parte, lejos.

Salió a la calle con una gorra de color negro y su sudadera del mismo color, ya casi llegando a la avenida principal el castaño destrozó su viejo celular y lo lanzó lejos, también se arrancó del cuello una cadena de oro que tenía un pequeño diamante.

Al llegar bien a la avenida principal un taxi accedió a su seña de parada. La noche lo ayudaba a ocultarse de los peligros del día.

—Al aeropuerto por favor —dijo aquel chico.

—En seguida.

El taxi se movió rápidamente hacia el aeropuerto, el pecoso pagó y fue corriendo a comprar un boleto de avión.

Eran las 8:00 de la noche en la ciudad de Toronto.

—Un boleto a Madrid por favor, en el vuelo que sigue —dijo el chico de ojos cafés.

—Tiene suerte, sale en 15 minutos —dijo la chica de recepción.

Compró el boleto y corrió desesperado a abordar su avión, al sentarse aún estaba desesperado moviendo sus dedos y sus pies.

Y no fue hasta que el avión despegó que Sergio pudo respirar tranquilamente, al no haber nadie a su lado el chico pecoso se recostó sobre los asientos vacíos y empezó a llorar.

Se hizo bolita, después de tantas veces que había fallado, después de tantas adversidades que había pasado, esa noche había sido la pequeña fisura para que Sergio pudiera al fin escapar.

El vuelo fue sin escalas, por lo que duraría más o menos 6 horas, el mexicano se quedó llorando hasta que se durmió.

Cuando el avión aterrizó al fin Sergio salió para luego buscar un taxi, encender su teléfono nuevo y marcar ese número que se sabía de memoria.

—Hola… —se escuchó del otro lado de la línea.

—Hola, soy Sergio, yo… dime que estás aquí, no tengo a dónde ir, por favor necesito verte, te extrañé mucho —al mexicano se le cortó la voz.

—No puede ser, hey, hey, tranquilo Checo, voy a tomar el primer vuelo a España; ve a casa de mis papás y quédate ahí, yo también te extrañé mucho —la otra voz en la línea se escuchaba casi al borde del llanto.

—Gracias, gracias, gracias —Sergio ya estaba casi llorando otra vez— Carlos, te quiero muchísimo, te prometo que voy a explicarte todo pero por ahora gracias.

—Eres mi mejor amigo Checo, también te quiero mucho —el español estaba llorando tanto como el mexicano.

El mexicano después de terminar la llamada le dio instrucciones al taxista de a dónde ir.

Había llegado a Madrid y sin decir más pagó el taxi y tocó la puerta que conocía perfectamente.

La puerta se abrió dejando ver a una mujer que tenía unos 57 años y quién también estaba sorprendida al ver al mexicano ahí.

—¡Sergio! —la mujer lo abrazó fuertemente y el mexicano también lo hizo.

Toda la familia de Carlos de hecho estaban sorprendidos por la visita de aquel pecoso mexicano que no veían desde hace mucho tiempo.

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