Look forward.

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"Hay que mirar al frente siempre."

Sergio se encontraba en su cama, estaba acostado aunque ya eran las 11:30 de la mañana, pero él no quería levantarse.

Era uno de esos días dónde lo único que quería era comer, estar todo el tiempo en su cama, llorar y seguir comiendo para luego dormir.

Porque el pasado de alguna manera siempre lo atormentaba, era realmente molesto estar bien casi tres semanas y luego caer en pequeños lapsos de depresión.

La vida es demasiado complicada.

Sin embargo se había quedado sin reservas de comida y debía ir a hacer el súper, aunque Lando le había dicho que iría él personalmente con Daniel, Sergio necesitaba salir de esas cuatro paredes.

Entonces tomó su cartera, su dinero, la sudadera color azul marino y su gorra negra para ir al supermercado.

Lando le había dejado las llaves de su camioneta a Sergio por cualquier emergencia entonces el mexicano decidió ir en coche.

Cuando el pecoso manejó hacía el supermercado se sintió muy nostálgico y tuvo que detenerse un momento para no tener una crisis en plena carretera.

Ya más tranquilo siguió con su camino y luego de asegurarse que nadie lo siguiera.

Tal vez estaba demasiado paranoico, pero no quería arriesgarse, le había costado tanto trabajo y tiempo salir de Toronto para que en menos de lo que esperaba las cosas se echarán a perder.

Luego de comprar todo lo que tenía en su lista el mexicano pagó y salió del supermercado, estando en el estacionamiento revisó su celular y miró que tenía una llamada de Lando.

Le llamó de vuelta y se pasaron hablando casi todo el día, Sergio estaba feliz.

El chico llegó a su departamento asegurándose de que nadie lo viera, ya adentro bajó las compras y entró a la casa.

Acomodó perfectamente las cosas, luego se hizo de comer algo y en el momento en que estaba acabando de lavar sus trastes volvió a escuchar su celular sonar, era Lando.

-Hey, sol, adivina quién vino de visita.

Sergio sonrió para luego colgar, secarse las manos e ir a abrir la puerta encontrándose con Lando y un chico alto de piel morena clara y cabello igual de rizado que el de Lando.

-¡Lando! -Sergio sonrió y abrazó al menor.

Al estar adentro Lando le presentó al australiano, era su novio desde hacía dos años, se llamaba Daniel Ricciardo y amaba locamente a Lando, ambos eran pilotos de F1.

Daniel era un chico muy alegre, divertido, lindo y siempre sonriente con esa energía que podía iluminar toda una habitación entera.

Los tres chicos se quedaron hablando hasta muy tarde, Sergio también entabló una amistad con el australiano y era genial volver a tener amigos, amigos de verdad.

Esto hizo que Sergio tuviera la confianza para contarles a ambos su historia, y sin omitir ningún detalle como lo hizo con Carlos y Charles, el pecoso relató sus últimos años viviendo en el infierno de Canadá.

A los tres se les habían salido las lágrimas pero Lando no dejaba de llorar, entonces Sergio sonrió para luego abrazar a su amigo.

-No, no puede ser -Norris estaba destrozado- yo debí darme cuenta, yo... soy el peor amigo de todos.

-No fue tu culpa, tranquilo Lan, ahora estoy aquí, estoy con ustedes y mi vida jamás va a volver a ser como fue en Toronto -Sergio lo abrazó.

-Eres alguien muy fuerte Sergio -dijo Daniel quién también abrazaba a Lando- sí en algún momento necesitas cualquier cosa no dudes en llamarme.

-No vamos a dejarte solo nunca más, apuesto a que Lance estaría llorando a mares si te viera -dijo Lando secándose las lágrimas.

-También lo extraño mucho, a él, a Yuki y Alonso, Sebastian -Checo sonrió.

-Ojalá pudieras verlos a todos -contestó Daniel con tristeza.

-En algún momento, pero, por ahora solo puedo agradecerles por todo esto.

Había sido difícil mantenerse fuerte, sobre todo porque desde el inicio había sido un horrible dolor de cabeza el estar fuera.

Pero era necesario, era el cambio que se necesitaba para que nuestro pecoso al fin pudiera soltar todo lo que antes le estaba asfixiando.

Los chicos se fueron como a eso de las 9:00 de la noche, Sergio se fue a su cama y se hizo bolita.

Contar lo que había pasado con su vida de verdad lo dejaba sin fuerzas.

El pecoso se quedó mirando el techo, pensando en todo y en nada a la vez, haciendo a su mente divagar o a veces simplemente se quedaba en blanco.

No sabía porque pero despertó varias veces en la madrugada, era raro como si un ataque de energía le diera y estuviera a nada de saltar en la misma cama.

Pero simplemente daba vueltas en la cama, esperando a que eso pasara para al fin poder quedarse dormido.

Tal vez no debió cenar tanto.

Luego de una noche así de rara, Sergio se levantó a hacer ejercicio, aunque sentía esa necesidad increíblemente fuerte de salir a correr.

Se puso ropa deportiva y claro que jamás podía faltar su gorra y sudadera para irse a correr, se aseguró que nadie lo viera y nadie lo siguiera.

Ya corriendo Sergio pudo ver el resplandor de la mañana, era su primer amanecer.

El primero sin estar llorando.

El pecoso siguió su ruta y después de unas vueltas más decidió que era suficiente, caminó lentamente más que nada admirando con lujo de detalles el paisaje que lo rodeaba, la gente, los coches, todo.

Estaba concentrado en sus pensamientos cuando vió a dos chicos empujar a modo de juego pero uno terminó por chocar contra él.

-¡Dios lo siento! -el chico de ojos verdes corrió a ayudarlos.

-Eres un idiota, George -dijo el chico que estaba encima de Sergio- lo siento mucho de verdad.

Entonces se encontró con los ojos cafés más preciosos del mundo, y también pecas, pecas que parecían estrellas.

-¿Estás bien? Ay no, no debí de empujarlo tan fuerte -el chico rubio ayudó a ambos a levantarse.

-No, no, yo estoy bien -dijo Sergio.

-Disculpa a mi amigo George, a veces se porta como un niño -dijo un chico moreno.

-Está bien, no te preocupes -dijo el mexicano dándole una bonita sonrisa.

Sonrisa que alteró todo el mundo del moreno.

-Soy George Rusell, él es Lewis Hamilton -el rubio le dió la mano a Sergio.

El mexicano la aceptó y se saludaron, Lewis parecía embobado por el pecoso.

-Lewis Hamilton -sonrió y le extendió la mano.

Ambos también se saludaron pero Lewis no soltaba a Sergio.

-Eh, he ya, ya Lew -George hizo que Lewis soltara al pecoso- disculpa, es que mi amigo casi no tiene contacto con el mundo externo.

Sergio se rió y para Lewis no hubo cosa más linda que esa risa.

-Bueno, supongo que tengo que irme, adiós George, adiós Lewis.

Con esto Sergio siguió su camino, pero no supo que se había robado el corazón del 7 veces campeón del mundo.

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