Capítulo 2: El trato de los marginados

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Rocket solía hacerse de las suyas con información valiosa. Era un hábito adquirido que con el transcurso de los años pulió. Desde los doce supo cómo indagar, qué tipo de preguntas hacer y distinguir lo importante de lo prescindible. Así fue capaz de armar una red de favores por cobrar y benefactores demasiado asustados como para atreverse a negar sus demandas. No por nada era uno de los miembros más temidos de la Asociación de Cazarrecompensas. Pese a su apariencia hermosa y su sonrisa carismática, era más letal que cualquier otro asesino.

Siempre que podía, metía su nariz donde no debía y en regreso ganaba datos que recolectaba como las armas que construye. Es decir, en grandes cantidades. No todas las veces se daba una ocasión en la que pudiera utilizar lo que sabía, pero en ese momento agradeció haber estado espiando a un grupo de traficantes de criaturas intergalácticas. Hace tres años, los rumores de que varios experimentos —ilegales por supuesto— del Gran Hassan escaparon y destruyeron en el proceso sus instalaciones se esparcieron por muchos planetas. Hasta ese entonces, nadie ofreció una oferta digna por los tres fugitivos. Ahora, alguien quería ver la cabeza de Adaline Prince en una lanza, no necesariamente en sentido figurado. En caso de traerla viva se le daría al cazador cuarenta mil unidades, pero muerta valía el doble. Verdaderamente querían asesinarla. No estaba seguro de por qué alguien deseaba con tanto fervor acabar con su vida. El Imperio Hassan cayó junto a su creador —al menos eso se especulaba—, si Adaline fue la responsable, deberían verla como una clase de heroína. En cambio, recibía el mismo trato que un veterano de guerra. Estaba destinada a morir.

Si tenía que ser completamente honesto consigo mismo, sentía un poco de pena. Verdaderamente lucía aterrorizada bajo la fachada de mujer ruda que intentaba mantener.

Por supuesto, todos los cazarrecompensas que fueron notificados sobre este premio optaron por la segunda opción. Rocket no. Sin embargo, ahora que descubría que Adaline Prince era el experimento del Gran Hassan y no una fugitiva cualquiera, todo cambiaba. El híbrido era lo suficientemente inteligente como para saber que cualquiera que estuviera relacionado con alguna rata de laboratorio de Hassan estaba, por lo tanto, en contacto con el Alto Evolucionador. No importaba si el científico fue asesinado la noche en la que ellos escaparon, esas conexiones persisten. Y Rocket prometió años atrás que nunca se dejaría volver a atrapar por el psicótico torturador. Si entregaba a Adaline al intermediario, era muy probable que lo reconocería como uno de los experimentos que también debe capturarse. Lo cual no era una opción.

El problema, no obstante, comenzó cuando tuvo que explicarle a Groot por qué liberarían a Adaline y se marcharían de Atlas lo antes posible. En palabras del híbrido, ninguna recompensa valía más que su propia vida. Menos una mujer bonita y que parecía tener un don natural para exasperarlo.

—No es una humana común. Es un experimento de Hassan, lo que significa que tendrá a media galaxia sobre su cabeza —vociferó fastidiado y dedicándole una breve mirada a la susodicha. Adaline había sido apresada contra uno de los troncos, con sus manos y piernas inmovilizadas por varias ramas que el árbol humanoide proporcionó a partir de sus brazos. Pese a la distancia, la mujer fue capaz de recolectar pequeñas frases y a Rocket no podía importarle menos que estuviera oyendo la conversación—. Nos iremos de aquí y nos olvidaremos de que quisimos capturarla.

—Yo soy Groot.

—Oh, ahórrate la rutina de "Yo soy Groot". Tenemos trabajo que hacer y no permitiré que sus errores me hagan matar.

Curiosamente, él encaminó a varias personas a una muerte segura. ¿Qué pensaría su querida Lylla sobre el hombre en el que se había convertido? Egoísta, sarcástico, desalmado si así lo deseaba. El tipo de persona que uno no quiere hacer enojar.

The Fugitives, 89P13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora