Capítulo 3: El tercer navegante

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Rocket calculó las coordenadas del punto de impacto gracias a las indicaciones que Adaline le dio sobre la zona, estimando que tendrían que caminar por lo menos una hora. Tal vez esta nueva misión no era tan mala, al final recibiría una muy buena suma de créditos y solo debía cerciorarse de mantener con vida a la mujer. A medida que caminaban, ideó un sencillo plan: la sacaría de Atlas, la pondría en un planeta inhóspito donde nadie la encontraría y se iría, metafóricamente hablando, con los bolsillos llenos. De ser necesario, usaría algunos de sus contactos para garantizar que la Asociación no volviese a encontrarla y podría retirarse por un par de temporadas de la cacería.

Lo que no tuvo en cuenta fue que tendría que soportar el paso convaleciente de su protegida. Tras treinta minutos de observar a Adaline trastabillar y fruncir los labios debido al dolor, dejando un rastro de sangre que los exponía a nuevos peligros, Rocket detuvo la marcha.

—Espera.

En un movimiento fluido, como si lo hubiera practicado miles de veces, colocó el cañón de plasma en el arnés de su espalda y enrolló las mangas de su camiseta hasta la altura de los codos.

—Estoy bien.

Adaline pasó junto a él, con los pies pesados igual que el plomo y chocando los hombros. Groot, que caminaba a su lado, la miró algo preocupado cuando la vio tropezar con un par de raíces que surgían de la tierra mojada.

Rocket hizo una mueca de desagrado y la tomó del brazo—. No tengo paciencia. Siéntate —no le dio tiempo para resistirse, pues la obligó a tomar asiento en uno de los troncos caídos. No le preocupaba demasiado que muriera, pero tenían un trato y lo más sensato era improvisar un vendaje hasta que pudieran atender correctamente la herida—. Déjame ver.

Adaline lo miró con el ceño fruncido y el rostro pálido. Quizás había subestimado el código de honor del cazarrecompensas, aunque no podía bajar la guardia. Podía traicionarla, robarse los créditos de la nave y dejarla a su suerte. Al llegar debería ser precavida y ocultar parte del dinero como garantía. Necesitaba reencontrarse con Braxten. No le preocupaba demasiado su bienestar, conocía a su tío y sabía lo que era capaz de hacer. No por nada fue el líder del Escuadrón Tormenta.

Braxten Lane era un asesino.

Aun así, le preocupaba no volver a verlo. Rocket era su mejor opción.

Pequeñas gotas de sudor frío le perlaban la frente y parecía que en cualquier momento perdería el conocimiento, pero se mantuvo firme y no aflojó. No le era ajena la situación, conocía el dolor de una herida tanto como el esfuerzo que se necesita para sobrevivir a una puñalada. Su entrenamiento en el Instituto la preparó para este tipo de situaciones y las misiones que realizó junto a Braxten demostraron cuán violento el mundo puede ser. Sin embargo, debía admitir que en estos últimos años se había debilitado. La comodidad de Atlas y la falta de entrenamiento la convirtieron en un blanco fácil. No dejaría que eso sucediera otra vez.

Suspiró, su pecho caliente dada la atmósfera veraniega, y alzó la remera pegajosa de sangre. A la altura del abdomen bajo la herida se abría paso y no dejaba de emanar sangre. No era tan extensa, pero parecía lo suficientemente profunda como para causar problemas. Si tuviera que hacer alguna conjetura, se aventuraría a decir que ningún órgano estaba comprometido. Aunque lo mejor sería buscar un med pack en la nave y dejar que la tecnología hiciera un escáner completo de su situación.

Agachado frente a Adaline y abriéndole las piernas con un movimiento brusco, Rocket se inclinó hacia ella. La mujer sintió un par de hebras de cabello que le rozaban la piel, notó que las orejas del cazador viraban captando cada sonido del bosque y la cola se mecía sobre el musgo. De no ser por su actitud, le habría enternecido esa parte animal.

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⏰ Última actualización: Nov 03 ⏰

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The Fugitives, 89P13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora