Capítulo Dos:

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Andy veía a Jason pasearse de un lado a otro mientras él le reprendía.

—Jason, basta—se levantó de su asiento y vio al rubio—. Se que tienes razón en esto pero no puedes obligarme a quedarme en mi camarote.

—Tienes que dormir—le vio ahora sentándose él—. Tienes que estar descansada para cualquier cosa.

—¿Cómo todos aquí?—preguntó viendolo— Es algo hipócrita decirme que me vaya a dormir cuando nadie de aquí lo hace.

Jason cerró sus ojos. Su paciencia era tentada cada vez que Andy abría la boca, no la culpaba, pero extrañaba a la Andy amable y tranquila que conoció, pero ahora parecía que esa chica no existió, solo está la chica que reprocha y lleva la contraria a todos y todo.

Después de seguir discutiendo Jason la mando a dormir con la amenaza de cerrar su camarote por fuera si es que volvía a salir antes de completar ocho horas de sueño seguidas. Andy sabía que lo hacía por que se sentía responsable por ella desde que Percy y Annabeth habían caído al Tártaro. Se recostó en su camastro.

Suspiró viendo las vigas del techo. Y sin pensarlo fue cayendo en un sueño y se arrepintió en el momento.

Vio a su hermano, Percy y a Annabeth rodeado de sombras caminando hasta lo que precia ser un río de fuego, no podía escuchar nada de lo que Annabeth le decía a Percy pero la vio tomar fuego entre sus manos y lo bebió. Por lo que veía supo que le insistía a Percy el tomar fuego también pero su hermano terminó convulsionado en el piso.

—Intrusa—la voz de una mujer llamó su atención.

—Gaia—murmuró.

Al lado de ella vio a una mujer hecha de barro, con los ojos cerrados pero una sonrisa en sus labios. Quiso volver a ver a su hermano pero la imagen de él y Annabeth había desaparecido tomando en su lugar a su madre y a Paul quienes se encontraban viendo las noticias en busca de alguna señal de sus hijos.

—Crees que puedes ponerte a nivel de los guerreros—la mujer se burlaba—pero solo eres una burla.

—Te derrotaremos—camino hasta ponerse enfrente—, igual que a tu hijo, Cronos.

El semblante de la mujer dormida cambio a uno amargo.

—¿Eso crees?

Ahora Andy sonrió.

—Estoy segura de así será—la fuerza subía por sus venas—. Volverás a dormir por siempre y no podrás detenernos.

Andy abrió los ojos cuando alguien tocaba su puerta. Jason se asomó un poco pero al verla con la ropa lista entro.

—¿Paso algo?—se levantó de su camastro.

—No. Hemos atravesado las montañas —dijo—. Casi hemos llegado a Bolonia. Deberías reunirte con nosotros en el comedor. Nico tiene nueva información.

Andy resistió su instinto de rodar los ojos frente a Jason.

—Sí—respondió—¿Ya están todos en el comedor?

—Sí, ¿vamos?

Ambos caminaron al comedor donde todos estaban sentados. Leo había diseñado las paredes del comedor para que mostraran escenas del Campamento Mestizo que transcurrían en tiempo real. Al principio le había parecido una idea fabulosa, pero ya no estaba tan segura.

Las escenas de su hogar —las canciones interpretadas en grupo delante de fogatas, las cenas en el pabellón, los partidos de voleibol delante de la Casa Grande— parecían entristecer a sus amigos tanto como a ella. Cuanto más se alejaban de Long Island, peor se volvía. Las zonas horarias seguían cambiando, lo que hacía que Andy notara la distancia cada vez que miraba las paredes. En Italia acababa de salir el sol. En el Campamento Mestizo era plena noche. Las antorchas chisporroteaban en las puertas de las cabañas. La luz de la luna relucía sobre las olas del estrecho de Long Island. La playa estaba llena de huellas, como si una gran multitud se acabara de marchar.

Los Hermanos Jackson: La casa de HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora