IDEAS SUELTAS (ONESHOTS, DR STONE)

#3 StanXeno

Las novelas de romance son por lo general una sarta de clichés, de situaciones convenientes con adultos comportándose como adolescentes hormonados. O bien, novelas que plasman el ideal que tienen las mujeres sobre los hombres en general. Lo cual es un poco triste, ya que el hombre perfecto, guapo, cariñoso y caballeroso no es más que un personaje que solo existe en la tinta de unas páginas y en la cabeza del autor o autora. Por lo mismo, el doctor Xeno Houston Wingfield se rehusaba a leer ese tipo de novelas. Antes de esas novelas escogía libros de misterio, terror e incluso autobiografías por sobre un romance genérico.

"Prefiero cortarme un brazo a leer una de esas novelas hormonales" decía a sus compañeros de trabajo.

Pero el doctor Wingfield tuvo que retractarse de sus propias palabras el día en que le regalaron uno de esos libros para su cumpleaños. El regalo vino por parte de su interno, Senku Ishigami. Obviamente como una broma, Senku esperaba que su jefe terminará desechando el libro para cuando llegara a su casa y ese era el plan original. Pero cuando Xeno retorno a su hogar luego de su pequeña celebración y ya teniendo abierto la papelera para botar ese dichoso libro.

Debia admitir que su curiosidad saco lo peor de él en ese momento.

—Me tomo una copa de vino, leo un par de páginas, me burló de lo ridículo que es y lo boto.

Se dijo en el momento.

Tomó asiento en su sillón más cómodo, se sirvió una copa de vinotinto y procedió a abrir, lo que ahora considera, una caja de Pandora. La trama del libro era dolorosamente simple y cliché, una científico renombrada trabajando para el ejército se acaba enamorando perdidamente del militar rebelde y contestón que siempre encontraba una excusa para ir a visitarla en su laboratorio. Simple, sencillo. No esperaba nada más que reírse del ridículo mismo.

Lo que el Dr Xeno jamás espero es que a pocos minutos de empezar la lectura, se encontró con la agradable sorpresa que los términos científicos no solo eran correctos sino que estaban perfectamente empleados en la lectura, no se sentía como alguien que creía saber de ciencia tratando de escribir un libro, sino como alguien que sabía de su campo y que no se lo tomaba a la ligera. Antes de poder notarlo… ya llevaba más de la mitad del libro, dos copas de vino y una bolsa de papitas abiertas.

Se dejó encantar por las desventuras de la Dr Cecilia y como lidiaba con su insoportable (pero extraordinariamente guapo) compañero de trabajo; el sargento C. Rogers. Otra sorpresa que se llevó, es que se terminó el libro… Y no hubo caso interacciones románticas entre los dos protagonistas.

—¿Eh? ¿Es todo?

Se preguntó indignado, una rápida búsquedad en Google le confirmó que ese libro era el primero de una serie de 5. Y lo siguiente lo describe como una tradición a su buen juicio, de alguna forma, terminó en Amazon ordenando los otros cuatro libros de la serie de forma inmediata. Ni él mismo daba crédito de su comportamiento, ni siquiera podía decir que estaba borracho, dos copas de vino apenas y le hacían cosquillas.

¿Por qué quedó tan encantado con un libro así? ¿Tal vez fue la manera tan exacta y elegante como está escrito? ¿Que la protagonista es una mujer hecha y derecha, que no es pintada como una dama indefensa sino más bien como la jefa de un grupo élite de científicos? ¿Que el interés masculino tiene un inquietante parecido con su amigo de la infancia Stanley con el cual comparte una tensión sexual que jamás fue resuelta?

Cof, cof…
Olvidemos lo último, seguro es todo lo demás anteriormente mostrado.

[...]

El lunes posterior a su cumpleaños se presentó al trabajo con ojeras más resaltantes de lo que ya eran. No iba a admitir ni bajo amenaza que pasó ese fin de semana se desveló leyendo el segundo y tercer libro de esa serie, que llevaba en su bolso el cuarto libro de la serie para poder empezar a leerlo en su descanso para tomar café. Estaba avergonzado de sí mismo, pero no podía admitir que esa saga se estaba volviendo una favorita entre su amplia lista de lectura.