- ¡Ale! - Lola vino corriendo hacia mí y me abrazó.
- Cuánta efusividad- me reí.
- Lo hemos conseguido, ¡nos hemos graduado!
- Sí, el diploma me da alguna pista.
- No cambias, sigues siendo igual de idiota que cuando te conocí.
Había acabado el doble grado de filología hispánica y japonesa. Tengo que confesar que no fue nada fácil, mis vacaciones se vieron muchas veces aplazadas por las recuperaciones, pero al final, lo logré.
-Admite que me adoras- la abracé.
- Se me va a hacer raro no tener la casa llena de fotos y a una tía limpiando a las ocho de la mañana de un sábado.
Lola era mi compañera tanto de clase como de piso. Al final, mis hermanos se salieron con la suya y convencieron a mis padres para que alquilase un piso y no viviese en una residencia. Nos habíamos vuelto las mejores amigas, no hacíamos nada la una sin la otra. Había sido un apoyo muy grande cuando llegué. No paraba de llorar, los primeros meses fueron muy duros, pero poco a poco fui adaptando y asumiendo la nueva situación. Retomé bastante el contacto con mi madre, iba a visitarlos a Colombia o ellos venían aquí, al igual que mi padre y Miwa, pero me era más duro verlos a ellos. Mis hermanos me mandaban mensajes, Wataru e Hiroshi siempre me mandaban cartas y fotos, pero con el tiempo, con los únicos con los que nunca perdí el contacto fue con Louis e Hiroshi. Sí que hablaba con los demás, pero se volvió algo muy puntual, para cumpleaños, festividades, etc. Al principio, lo pasé mal, pero me fui acostumbrando a no tenerlos en mi vida. La pequeña Kumi me contaba lo que hacía con ellos cuando iba a verlos e, inevitablemente, a mí se me partía el corazón a pesar de que afirmaba haberlos olvidado en el aspecto romántico. Pero el tiempo y la distancia, lo curan todo.
- ¡Onee-chan! - me llamó Kumi, desde los hombros de mi padre.
- Hola, Kumi- miré a Miwa y a papá-. Hola- los abracé.
- Felicidades, mi niña- me dijo Miwa.
- No teníais por qué venir, es un viaje muy largo solo para venir a una graduación.
- ¿Y nos íbamos a perder esto? De eso nada, hija.
- Hola, Pedro, hola Miwa- dijo mi madre, que también había venido desde Colombia con Arturo.
Se llevaban estupendamente, eran amigos. Esa situación me hacía muy feliz, no tenía que estar lidiando con más conflictos a parte de los míos. Mi hermano Sergio también vino. Él se vino a vivir a España a la par que yo, aunquese fue a estudiar a otra provincia, pero nos veíamos siempre que podíamos.
Jaime también se había ido; seguíamos manteniendo el contacto, pero ya se sabe, entre el trabajo y el amor, no hay tiempo para las amistades.
Mi graduación fue en mayo, y aún estaba a la espera de que me dieran la plaza a para poder hacer el máster en el extranjero. Nunca estuvo en mis planes incumplir la promesa que hice. Iba a regresar, y esta vez tenía las ideas más claras que nunca: eran mis hermanos. Esa etapa de niña de dieciocho años enamorada había pasado, ya era una mujer de veinticuatro, centrada en sus objetivos y queriendo disfrutar nuevamente del calor del hogar y familiar.
Si todo iba bien, volvería en septiembre, justo seis años después de mi partida.
-Si me dan la plaza, tendré que avisar a los chicos de que vuelvo- le dije a Miwa.
- No lo hagas, seguro que les alegra que les des la sorpresa.
- Pero hace mucho que no hablamos, puede que no les vaya bien.
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Eso éramos nosotros... hermanos
RomanceSegunda parte de "Y pensar que ellos son... mis hermanos". En esta nueva entrega, Ale vuelve a Japón pare reencontrarse con sus hermanos, con los sentimientos más claros que nunca y con la intención de declarar sus intenciones, pero se encontrará c...