Capítulo 2

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—Cómo si quisiera estar contigo —Murmuró Anwen, ambos salieron, se dieron una última mirada y se ignoraron. No sé porque había dicho eso, pero tenía mis sospechas. Al final habíamos llegado al hotel en medio del bosque, donde raramente sentía como si esto no era real, no recordaba muy bien lo que había hecho un día anterior, pero aun así todo parecía estar bien.

—Yo hablaré —Mencionó Ariok, yendo al frente. El agua seguía cayendo sobre nosotros, pero ni siquiera le prestamos atención. Entramos todos al mismo tiempo, tan juntos como para sentir su calor corporal.

—Hazte un lado —Le empujó Anwen a Anto.

Luego de cruzar las enormes puertas de vidrio llegamos a un salón donde estaba la recepción. El lugar olía a humedad y antiguo, algo bastante extraño para ser un lugar lujoso.

Mi hermano tocó un par de veces la campanilla. El sonido de esta se escuchaba oxidado. Las llaves estaban colgadas en la pared, todas contenían la viñeta de la habitación, pero la gran mayoría estaba oxidada, su color oscuro se notaba en todas ellas haciendo que todo luciera escalofriante.

Las lámparas a nuestro alrededor se apagaban con la lluvia y los truenos, aun así, lucía frío y oscuro. El ascensor estaba a un costado de nosotros mientras que al otro lado se encontraban las escaleras de emergencia, busqué con mis ojos a los otros lados. Noté que solo estaban las escaleras que conducían al nivel de abajo. Todo por ahí se encontraba oscuro y empezaba a creer que éramos los únicos en el hotel.

—¿En qué les puedo servir? —Apareció de presto un hombre delgado y pálido en el mostrador. Usaba un traje negro con blanco, lucía un poco de barba en su mentón y unas enormes bolsas oscuras alrededor de sus ojos. Su fija mirada lucía un poco fría y difícil de interpretar sus palabras profundas.

—Su habitación es la 51 —Nos entregó las llaves.

—Gracias. ¿Cuánto cuesta la noche? —Preguntó Ariok intrigado.

—Diez dólares —Todos miramos a Ariok, quien desesperadamente buscaba su billetera.

—¿Tienes dinero o no? —Preguntó Anwen.

—La encontré — Al girar al mostrador el señor se había esfumado. Todos lo buscamos a nuestro alrededor, pero no lo encontramos.

—No pudo haber corrido —Se burló Anto.

—Idiota — Se río Anwen.

—Luego cancelaré, bien ahora tomen sus maletas y vamos a nuestra habitación — Todos nos miramos confundidos —¿Y sus maletas?, Caray ¿Quieren que se las vaya a traer? — Mencionó con ironía —Los espero en el 51 — Tomó su mochila y se subió al ascensor.

—¿Tienes las llaves? —Negué.

—El idiota de Julio dejó las llaves en el auto —Confesó Anwen.

Entre cerré mis ojos al verle a Anwen, pero parecía saber bien de lo que hablaba.

Anwen fue la primera en salir bajo la lluvia al auto para sacar su mochila. Anto le miró mientras caminaba hasta ella. Caminé al paso de Anto.

—¿Qué se traen? —Hablé bajo para que no me fuera a escuchar la enojona.

—Nada. ¿Enserio crees que ella y yo...? —Guardó silencio al mirar a Anwen caminar hacia nosotros.

—El auto no está afuera —Dijo agitada. Ambos nos miramos a los ojos confundidos de dónde podría estar.

Ariok había estado con nosotros. Era imposible que él lo haya llevado a otro sitio. Luego recordé que Anwen dijo que las llaves estaban dentro del coche.

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