Menorca. 1

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—Queridas, descorchemos esta carísima botella de Château D'Esclans Garrus Rosé para inaugurar el que va a ser el primer verano del resto de nuestras vidas.

Esa es mi amiga Samanta, o como prefiere que la llamemos, Samy. Ha pronunciado el nombre del vino con un perfecto acento francés. También habla inglés nativo, ya que la mitad de su vida la ha pasado en ambos países aprendiendo el idioma y lo que no es el idioma. Samy va por la vida en coche de carreras, sin airbag. Por no llevar, no lleva ni pedal de freno, ¿para qué? Eso sí, siempre va en tacones. Luce de una forma sublime una perfecta melena rubia llena de ondas que hace girar cuellos por donde pasa. Eso y sus curvas de infarto, sus nuevas tetas, su rostro de muñeca... Es la Barbie millonetis. Sus padres son empresarios de los que se limpian los mocos con billetes de veinte, tal vez de cincuenta. Y, para colmo, les ha tocado un Euromillón cuyo bote se desconoce. Va a ser verdad eso de que el dinero llama al dinero, hay que joderse, unos tanto y otros tan poco. En fin, carambolas del destino o no, aquí estamos, en unas vacaciones pagadas por cortesía de los señores Bartomeu. Le dieron a Samy, su única hija, un buen pico y ella ha decidido invitarnos a Menorca durante quince días o lo que surja, según sus palabras. No sé si estoy yo preparada para llevar vida de ricos durante dos semanas, pero algo me dice que se me dará bien.

—Yo no puedo brindar por eso. No me he graduado y puede que no vaya a hacerlo jamás. No tengo nada que celebrar.

Gema, la derrotista y misteriosa que todavía tiene que presentar el Trabajo de Fin de Grado para considerarse Graduada en Comunicación Audiovisual. Su cabello azabache, sus ojos azul pálido, su piel clara y su predilección por el color negro y por hacerse la raya del ojo hasta el nacimiento del pelo, le han dado el mote de Dark Barbie. Medio emo, medio zen, altamente sensible y con un poco de mala hostia, para qué engañarnos. La pobre está de bajón desde que le suspendieron el TFG, siendo la única de las tres que no ha acabado la carrera. A ella le apasionan los animales marinos y esas cosas, pero creo que se equivocó con la elección del tema. Por eso nuestra principal misión en este viaje es levantarle el ánimo y hacer que se olvide de todo. Al menos, durante lo que dure el verano.

Y luego estoy yo que, como he descrito físicamente a mis amigas, me veo en la obligación de decir cómo soy. Me acabo de cortar la melena por encima de los hombros y me he hecho un flequillo recto, quizá demasiado corto para mi gusto, pero crecerá. He arriesgado, pero el verano es la época perfecta para cometer locuras, ¿verdad? Toda yo me muevo en la amplia gama de los marrones. El pelo con destellos anaranjados cuando brilla la luz, los ojos ligeramente dorados y mi piel, que se vuelve de un precioso tono canela con los rayos del astro rey. Adoro el verano, el sol, el mar, el salitre, las horas de luz, las noches extra largas, la piel pegajosa, el ruido. Amo fuertemente el ruido. Algo que también adoro es el deporte en todas sus disciplinas. Por algo soy la Barbie olímpica, porque me encanta llevar mi cuerpo al límite, sentir la adrenalina, el corazón bombeando a punto de explotar, el sudor bañando mi cuerpo... Por cierto, me llamo Cloe, y estoy a punto de brindar por el primer verano del resto de nuestras vidas. Pero tenemos un problema.

—¿A alguna se le ha ocurrido traer un abridor?

—Sí, lo llevo en mi maleta junto a la navaja y el hacha, por si me da por acabar con todo o cargarme a alguien —contesta Gema rodando los ojos.

—Gema, no empieces con tus tonterías de emo sádica que la tenemos —le riñe Samy—. ¿Y ahora qué hacemos?

—Habrá que ir a pedir uno o volver a guardar esa botella en el frigorífico.

—De eso ni hablar. Esta botella empieza y termina esta tarde. ¿Lo echamos a suertes? ¡Barbie!

—¡Barbie!

No vamos a ser un jodido amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora