—¿Por qué has tardado tanto?
—No sé, quizá porque he tenido que tocar a todas las puertas mientras me cocía a cuarenta grados. No ha sido fácil conseguir a este pequeñín.
A Samy se le salen los ojos de las órbitas al ver el abridor y me lo arrebata de las manos.
—Ven con mamá, me has solucionado la vida —dice mientras se afana en descorchar la botella.
—Perdona, yo te la he solucionado. Por tu culpa he tenido que ver un pene anciano.
—¿Qué? —se horroriza Gema, a lo que Samy se ríe.
—Ay, venid aquí que ahora sí que sí. Por el mejor verano de nuestras vidas, por el comienzo de una nueva etapa, por el dinero de mis padres y por vosotras, bitches, que os quiero a rabiar.
Elevamos las copas entre risas y brindamos. Después Samy se pone a aullar, a lo Jacob en Crepúsculo, y Gema y yo la imitamos. ¿Por qué? Porque sí. ¿Por qué no? Entre copa y copa les cuento mis encuentros con los vecinos. Tras mi relato de la madre histérica todas prometemos usar mínimo dos preservativos. Después de contarles con detalle lo del viejo nudista, todos son risas y burradas. El vino ya nos ha subido y Samy propone volver a tocar a su puerta para presentarnos en condiciones; de repente, tiene curiosidad por ver un pene anciano. Por suerte, logramos disuadirla y nos preparamos para conocer la maravillosa cala que reluce a nuestros pies. Bajar hasta ella es un poco odisea, sobre todo con alcohol en el cuerpo, pero logramos llegar sanas y salvas, eso sí, hemos dado un poco la nota, pero ¿qué importa? Dejamos las toallas y los bolsos sobre la arena blanquecina y corremos al agua a la de tres. Gritamos, reímos, nos sumergimos a la vez y nos abrazamos, exultantes. Doy unas brazadas y miro alrededor. Rocas, naturaleza, verde, azul, arena... Estamos en el paraíso.
—Gracias por esto, Samy. No lo vamos a olvidar en la vida —le digo una vez estamos tumbadas en la arena dorándonos vuelta y vuelta.
—De eso se trata, de que sea un verano para recordar.
—Oye, estoy pensando una cosa. Si no ha sido la madre histérica ni el anciano nudista, ¿quién te ha prestado el abridor?
Gema debería haber estudiado periodismo con Samy; tiene olfato de sabueso. Lo raro es que haya tardado tanto en preguntármelo, pero eso tiene su parte buena y es que realmente está logrando desconectar el cerebro, que es lo que quiere y necesita.
—Ha sido un chico. Y me lo ha dado, dice que ellos no lo necesitan.
—¿Un chico? ¿Quiénes son ellos?
—No lo sé, solo lo he visto a él.
—¿Y? —me pregunta Samy más emocionada de lo normal.
—¿Y le he dado las gracias?
No quiero darle más datos, paso de que ahora también quiera llamar a su puerta.
—Retiro lo que he dicho antes. A ese vecino es al primero que quiero conocer. ¿Es guapo?
Bufo y me tumbo bocabajo.
—Me está entrando sueño, despertadme para la cena.
—Por favor, no se os ocurra empezar a ligar a lo loco porque yo no estoy en ese plan y no quiero quedarme sola. Hemos venido a pasar unas vacaciones de chicas, nada de penes, ni ancianos ni jóvenes. ¿Me estáis oyendo?
Yo me río y me coloco las gafas de sol. Gema es muy graciosa cuando se lo propone.
—Gema, querida, ¿tú no querías desconectar tu cerebro de almeja?
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No vamos a ser un jodido amor de verano
RomanceEl verano es la época perfecta para cometer locuras, ¿verdad? Así es como comienza esta historia, con tres amigas a punto de brindar para inaugurar el inicio de sus ansiadas vacaciones en Menorca. Con Cloe en busca de un abridor para poder descorcha...