[capítulo 04]

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El tiempo pasaba e Iván cada vez se sentía más a gusto con Rodrigo, pero había un pequeño problema. Aunque los días avanzarán, no podía ver ningún indicio de sentimiento en el castaño. Eso lo frustrada tanto, justamente era aquello lo que deseaba y que no se cumpliera hacía que se sintiera impotente.

Hoy estaban comiendo en el patio, como la mayoría de los días, y igual que siempre, Iván daba todo de sí para ser cariñoso, aunque no fuera lo suyo, solo para ayudar al ojiverde.

—noo— rió alto —lee lo que dice acá— le mostró se celular, había visto un meme muy gracioso según el.

Lo leyó por un momento —ajá—dijo su típica frase.

la sonrisa se borró en Iván, bajó su brazo y guardó su teléfono. Involuntariamente sus ojos se humedecieron y sintió un nudo en su garganta, odiaba ser tan sensible, pero no podía evitarlo. Las primeras lágrimas cayeron por sus mejillas, totalmente desapercibidas, pero cuándo un hipido se escapó del azabache, Rodrigo se dio vuelta a mirarlo.

Cuando lo vió no supo que hacer, ni siquiera entendía porque estaba llorando el no había hecho nada y no cree que le haya pasado algo en esos pocos segundos.

Apoyó su mano en el hombro del alto pero este la quitó rápidamente, y de igual manera se paró saliendo de ahí. Rodrigo quería entender que era aquello que había puesto así a Iván, por lo que lo siguió por todo el lugar, hasta que el azabache llegó al baño y se encerró en un cubículo.

—Iván—habló tocando la puerta, pero el otro no la abrió —abrime—

—N-no— se oían sus sollozos

—Iván— habló un poco más —qué pasó?—

El azabache no contestó —contestá—

—es t-tu culpa— habló bajo.

—mi culpa?— no entendía.

Se escuchó como su llanto cesó —es tu culpa, todas estas semanas he estado con vos y ni siquiera mostraste un pizca de emoción. Parece que me odiás— habló tan cargado de odio que sintió su respiración acelerarse y sus ojos ponerse rojo brillante.

El arrepentimiento lo enredó, no debió tratarlo así, es obvio que no sería fácil, pero como el es tan ansioso no pudo evitar sentirse así. Increíble, ahora Rodrigo verdaderamente me odiará, pensó el alto. Decidido a disculparse abrió lentamente la puerta pero no había nadie. El castaño se fue hace tiempo. Sintiéndose horrible con sigo mismo se sentó en el piso y siguió llorando por la culpa que lo carcomía.














































413 palabras.












































El color de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora