Día 3: Usando su ropa

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-¿De quién fue la grandiosa idea de salir a comprar?

-No sé, quiero preguntarle al "ser" que no se callaba por no tener bebestible en casa.

-Vamos ¿Cómo no tienes nada para servirte? ¿No es que tu sueño era mirar por la ventana de tu casa de un millón tomando el mejor vino?

-¿Y qué te importa a ti cuando me tomó un buen vino?

Los observaba con toda la paciencia que tenía mientras en mis manos llevaba una bolsa de papel algo estropeada por la lluvia que nos había pillado en la mitad del camino de vuelta a casa.

Nuestra casa en Trost quedaba justo en el centro del todo, sin embargo, era muy tarde para encontrar una licorería abierta que no fueran los bares donde debíamos servirnos algo ahí. Era una junta con todos, aprovechando que eran sus últimos días en la isla antes que Armin, Annie y Reiner se devolvieran al continente. Queríamos compartir en nuestra casa, por lo que se iban a quedar todo el fin de semana en el departamento. Armin y Annie iban a ocupar una de las habitaciones que supuestamente era para Jean, con eso de las camas separadas, mientras que Reiner y Connie iban a dormir en colchones inflables en la otra habitación que quedaba desocupada.

-Debimos enviar a Reiner contigo...

-¡Ah! Mal amigo, yo que doy todo por ti.

Justo en ese momento un escalofrío me recorrió por todo el cuerpo y estornudé repetidas veces, la humedad y el viento frío me estaba afectando junto con tener el cabello mojado. Los chicos se quedaron callados y me miraron sorprendidos.

-¡Viste! Por tu culpa Mikasa ahora se resfriará, si hubieras tenido-...

Jean lo ignoró olímpicamente y se sacó la chaqueta que tenía puesta para quitarme la bolsa de las manos y poder colocarme su chaquete encima de mis hombros. El calor me envolvió y la calidez volvió a mi cuerpo de un momento a otro.

Lo miré fijamente, iba a protestar, pero era un detalle que siempre tenía conmigo. Jean siempre cuidaba de mí, siempre estaba preocupado de que yo estuviera bien y que nada me faltase.

-Gracias, aunque ahora tú te vas a mojar. -Comenté mirando como abrochaba cada uno de los botones de la chaqueta.

-Estamos cerca de casa, ya sabemos que pasa cuando te resfrías, mejor prevenimos. -Comentó con una suave sonrisa antes de agacharse para tomar su bolsa y la mía para llevarlas.

La última vez que había enfermado la fiebre no me abandonó por tres días, mis defensas estaban algo bajas, las vitaminas eran mis fieles compañeras, por el mismo motivo, Jean se preocupaba que nunca faltaran las verduras en casa o los medicamentos apropiados. Mis resfríos eran cosa seria.

-Vamos, corriendo, son cinco cuadras, hemos pasado noches enteras en la intemperie, podemos seguir con esto. -Agregó el más alto para hacernos una señal y comenzar a correr en medio de las calles desoladas por la lluvia torrencial.

Íbamos empapándonos, corriendo como si la vida dependiera de aquello sin dejar que las compras hechas se nos cayeran de las manos.


- o -



-Bien... ¿Te sientes mejor? La fiebre bajo. -La mano de Jean tocaba mi frente y mejillas.

-Estoy bien, está vez no fue tan grave, anda a trabajar, podré cuidar de mi misma. -Alcancé a tomar su mano para dejar un pequeño beso en su contra palma.

-Voy a patear a Connie apenas lo vea. -No quería dejarme, había pasado dos días en cama con una tos y congestión horribles, pero con todos los cuidados, ya podía respirar, sentía el sabor a las comidas, solo sentía el cansancio corporal por tanto toser y la fiebre.

-Cuando vuelvas, te esperaré con la comida.

-No es necesario, llegaré a cocinar para que-...

-Kirstein, ve a trabajar y deja de preocuparte, chuchu, -Solté su mano y me di media vuelta en la cama para "hacer" que iba a dormir.

-Mandona -Dijo antes de levantarse de la cama, pero no sin antes de buscar mi rostro para dejar un pequeño beso en mi mejilla.- Cualquier cosa, tienes el teléfono del cuartel.

-Y el teléfono de tu madre, tranquilo. -Dije mirándolo de reojo con una sonrisa.

-Bueno... Te amo, nos vemos más tarde. -Los pasos se sentían en la habitación.

-Te amo, cariño. -Me moví en la cama para quedar con el rostro hacia la puerta mirándolo fijamente.

Él se quedó en la puerta.

-Ah... ¿De verdad tengo que ir? Mírate, es imposible no querer-...

-Debes ir a trabajar, adiós. -Volví a darme vuelta, totalmente divertida por la situación.

A los minutos después sentí la puerta de nuestro hogar cerrarse. Se había marchado.

Me quede por unos minutos más en cama hasta que mi cuerpo demandaba una ducha, había sudado toda la noche y debía de moverme un poco, si no, el agotamiento iba a ser peor.

Una ducha con agua tibia, la tetera calentando agua para un té y unas tostadas habían sido el inicio del día. Sin embargo, cuando salí de la ducha busqué pantalones y calcetines gruesos; el otoño estaba siendo algo duro y no quería pensar en el posible invierno. Estaba por colocarme una de mis camisetas hasta que la ropa de Jean se mezcló con la mía. Él poseía camisas de franela... No se iba a enojar... Y yo tenía muchas ganas de ocupar su ropa.

Con pantalones a mi medida y una camisa enorme, me dediqué a secarme el cabello para dejarlo suelto.

Encendí la chimenea, tomé uno de los libros que Armin me había regalado y me dedique a pasar el día leyendo esa historia temática de amor ambientada en los tiempos de guerra.


- o -


-Llegué.

Salí de la cocina mirándolo con una sonrisa.

-Bienvenido a casa.

Al terminar de colgar su sombrero y su chaqueta me miró totalmente sorprendido.

-Te ves... Woah.

Dejé escapar una risa antes de acercarme a él.

-Tu ropa era la única adecuada para combatir el frío. Espero que no te enoje por ocuparla.

-Todo lo contrario. -Dijo rápidamente, acortó distancias entre nosotros para poder abrazarme de aquella carismática forma tan propia de él. Me rodeó con sus brazos y apegó su mejilla contra la mía al tiempo que yo igual lo rodeaba y lo presionaba contra mi cuerpo.- Puedes dormir con ella si quiere... No sabes lo bien que te ves.

Los abrazos de Jean eran los mejores.

-No llevo nada debajo.

-Ah, madre santa, Mikasa.


Jeankasa Week [ 2023 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora