Capítulo 14
El parque estaba envuelto en una calma mágica, el sol brillaba entre las hojas de los árboles, creando juegos de luz que danzaban en el césped. Kelly, sentada en un banco, disfrutaba del momento con una serenidad que pocas veces había sentido. Su mano acariciaba con ternura su vientre abultado, donde los movimientos suaves, pero firmes, del bebé parecían recordarle constantemente el milagro que estaba viviendo.
Aunque no reconocía exactamente el lugar donde estaba, el parque le transmitía una sensación de paz familiar. Una suave brisa jugaba con sus cabellos, y a pesar de lo pesada e hinchada que se sentía en esos últimos días de embarazo, la plenitud la envolvía como un cálido abrazo. Los latidos acompasados de su corazón parecían sincronizarse con los pequeños movimientos de vida en su interior.
De repente, una risita infantil rompió el silencio. Kelly levantó la mirada y vio a una niña rubia de ojos azules, tan radiante y chispeante que parecía salida de un sueño. La pequeña corría tras un cachorro que daba saltos juguetones, y sus mejillas estaban encendidas por la emoción. El cabello dorado de la niña caía en suaves ondas, iluminado por el sol, y su vestido blanco ondeaba al compás de su risa.
La niña se detuvo frente a Kelly con una sonrisa amplia y desbordante de entusiasmo. Señaló al perrito que ahora se agitaba felizmente a su lado, moviendo la cola con energía.
-¡Mamá! Es tan mono. ¿Podemos llevarlo a casa? -preguntó con su voz dulce, cargada de inocencia.
Kelly se inclinó un poco hacia la niña, contemplándola con ojos llenos de amor. A pesar del cansancio físico, sentía que su corazón crecía más solo por verla sonreír.
-Oh, cariño, es un perrito adorable, ¿verdad? -respondió, dejando que su voz reflejara toda la ternura que sentía-. Pero los perritos tienen sus propias familias y necesitan ser cuidados por ellas. No podemos llevárnoslo a casa, pero podemos disfrutar de su compañía aquí en el parque.
La niña frunció el ceño brevemente, como si estuviera procesando las palabras de su madre. Después, su expresión cambió por completo, iluminándose con esa comprensión tan pura que solo los niños parecen tener.
-Está bien, mamá. Lo cuidaremos aquí y jugaremos con él. ¡Será nuestro amigo del parque! -exclamó, aplaudiendo con sus pequeñas manos.
Kelly sonrió ampliamente y abrió los brazos para abrazarla. Cuando la niña se acurrucó contra ella, sintió una oleada de gratitud infinita. En ese momento, el aroma dulce de su cabello recién lavado y la suavidad de su piel le recordaron lo frágil y preciosa que era la vida.
El perrito seguía correteando por el césped, mientras madre e hija compartían un momento de complicidad que parecía eterno. Kelly, con la mano aún en su vientre, sintió un pequeño giro que la hizo fruncir el ceño por un instante. El dolor en los riñones era un recordatorio de lo avanzado que estaba el embarazo, pero también de la vitalidad de su pequeño.
La niña, notando el cambio en la expresión de su madre, puso una mano pequeña en su brazo con preocupación.
-¿Qué pasa, mamá? ¿Te duele la barriga? -preguntó con seriedad infantil.
Kelly dejó escapar una risita suave y negó con la cabeza, acariciando la mejilla de su hija con ternura.
-No te preocupes, cariño. Tu hermano está revoltoso hoy y no sabe que al jugar me hace daño. Está muy grande y casi no cabe dentro de mí ya.
La pequeña, aliviada, se inclinó hacia el vientre de su madre con el entusiasmo característico de su edad. Con cuidado, apoyó sus labios sobre la barriga y susurró:
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La jugadora Número 10 (Finalizada)
Roman d'amourAna tiene un plan brillante: su equipo de fútbol necesita una estrella, pero su hermano Iván, el mejor jugador que conoce, está lesionado. ¿La solución? ¡Convertir a Iván en Kelly, una rubia dulce, delicada... y lista para arrasar en el campo! Sin e...