– Entonces la muy perra me pidió dinero ¡Más dinero! Me parto el lomo trabajando y lo tiene todo en la casa. Dice que es para que pueda terminar la escuela. – el rubio negó con la cabeza, frotándose la sien. – Hasta cree que va a lograr terminarla. No es más que un imbécil.
– Yuta, hablas con mucho odio de Taeil. – Johnny le frunció el ceño a su hermano, intentando ocultar su molestia. – Es tu esposo. No deberías expresarte así de él. Además es más joven que tú, es normal que quiera terminar de estudiar. Deberías apoyarlo.
– Soportalo un solo día con sus malditas estupideces. Ni siquiera sé por qué me casé con él. Han sido los peores tres años de mi miserable vida. – el pelinegro regresó la vista a los documentos que tenía enfrente y su hermano lo miró con una sonrisa burlona. – En realidad creo que sí lo sé. Y tú también lo sabes.
– ¿Y por qué?
– Vamos, Johnny. Tú también lo tuviste. – Johnny apartó la mirada con vergüenza mientras su hermano mayor se reía – Fue tu noviecito. ¿Quién no lo habrá tenido en su cama? Ey, hermanito, gracias por todo lo que le enseñaste. Es bueno y obediente y...
– Yuta no seas vulgar.
– Ay, deja de ser tan sensible. Taeil no merece esas consideraciones y si lo sigues defendiendo él será el que pague las consecuencias, hermanito.
Johnny suspiró. No tenía caso seguir y empeorar las cosas para Taeil. Miró a Yuta tomar su maletín para dirigirse a casa y se quedó mirando con la expresión vacía en el paisaje nocturno que se apreciaba en la ventana.
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Taeil escaneó con atención los detalles en la sala de estar: tenía que estar perfectamente ordenada y limpia. Sintió el corazón en la garganta cuando la puerta anunció la llegada de Yuta y luego este entró, caminando con seguridad directamente a él mientras se quitaba la corbata.
– H-hola...
– Habla bien, carajo. – su mano llegó con rapidez a la mejilla del castaño, apretando con fuerza – ¿A eso quieres ir a la escuela? ¿A qué todos vean lo estúpido que eres? Es que eres un maldito estúpido, idiota, imbécil. – jaló sus cabellos para mirar directo a los pequeños ojos que le tenían terror – Repítelo.
– S-soy un estúpido, i-idiota... I-imbecil.
– Perfecto. Ven, bebé. Ya pasó. – su boca invadió la de Taeil de manera obscena, incomodándolo. – Vamos a la cama. El día de hoy me vas a enseñar lo que aprendiste con mi hermano.
Él no quería, pero Yuta lo llevó con firmeza del brazo, tirándolo a la cama. Se acomodó entre sus piernas, moviéndose mientras le comía el cuello y le sacaba la ropa con brusquedad.
– Yuta no quiero. No me gusta así. – el más joven susurró con temor, sintiendo muchísimo asco ante la excitación de Yuta. – Hoy no.
– ¿No querías estudiar? Gánate las cosas idiotita. – Yuta se bajó los pantalones y le mordió el pecho, haciéndole daño.
– Por favor Yuta. No quiero...
– ¿Cuántas veces lo hiciste con mi hermanito?
– N-no me acuerdo...
Un golpe le cruzó la cara. Lloró quedito mientras Yuta se alineaba con él.
– Eres de lo más bajo. La basura de los dos, eso eres.
– Yuta...
Intentó detenerlo, pero ya estaba. Cerró los ojos y respiró profundo, llorando de dolor. Intentaba relajarse, pero no podía.