En un mundo dominado por Alfas, lo peor que podía pasarle a Omegas como Taeil era nacer en comunidades alejadas de las ciudades, como la suya, situada en medio del bosque. La falta de información y el abuso eran una constante para ellos. Taeil soñaba con escapar de ahí, pero cada día parecía menos probable el poder lograrlo y él sólo temía por su futuro. Quería llegar a algo más. Soñaba con ser alguien importante, no sólo una fábrica de niños.
No creía necesario el tener cachorros sin parar como su aldea lo hacía. Prácticamente, todos los Omegas se ponían a disposición de los tres Alfas que dominaban la zona y parían a los cachorritos a los que se criaba como hermanos. Aún así, intentaba mantener la tranquilidad y hacerse creer que su situación no era demasiado mala.
Y todo estaría bien para él en ese momento si no fuera por los intensos y protectores ojos oscuros que lo observaban lavar la ropa en el río aquella noche. Su interior se retorció pero se obligó a sí mismo a no levantar la mirada. No quería caer otra vez con ese idiota.
– ¿Qué me ves? ¿Quieres lavar también?
Johnny se acercó con su habitual sonrisa de lado y se puso de cuclillas justo frente a él.
– Precioso Taeil ¿Esa es la manera de hablarle al padre de tu bello cachorro?
Taeil gruñó. No le agradaba para nada lo involucrado que estaba John con su Haechan. Era un papá muy presente con el bebé y todos le decían que debía estar agradecido de que su Alfa se involucrara tanto en la crianza del pequeño, pero a él eso lo enfurecía. Era un Omega muy posesivo y violento cuando se trataba de Hae.
– Es mi cachorro. Yo lo parí.
– Es mi cachorro, Taeil. Eres mío. Él es mío ¿No lo has entendido? Los dos me pertenecen.
Taeil se levantó y le arrojó en la cara una de las camisitas húmedas del bebé.
– ¡Déjame tranquilo!
Johnny admiraba el valor que tenía ese precioso Omega, siendo tan bajito y pequeño a su lado y sobre todo, sabiendo que podría hacerle daño si quería y nadie podría meterse. Sonrió otra vez y Taeil frunció el ceño.
Su bebé sonreía exactamente igual que John. No le gustaba lo que ese estúpido le provocaba en el pecho.La sensación dulce de sentir que eran una familia pequeña cuando estaban los tres juntos, sus encuentros para pasar sus celos juntos y hacerse disfrutar sin que nadie supiera, todo eso tan bueno que desaparecía cada vez que John tenía un cachorro con otro. Le dolía. Se sentía humillado.
– Nunca voy a dejarte, bonito.
Taeil se puso de rodillas para comenzar a recoger sus cosas con amargura. Ya lavaría otro día.
– En dos días es mi celo. No me toca tener cachorro, pero si aún así debo hacerlo no será contigo. Lo hablaré con el Jefe.
Apenas se levantó John puso las manos sobre su cintura, besándole el cuello.
– Hagamos otro niño. Haechan ya va a cumplir dos años. Pronto te harán tener otro.
– No quiero. Prefiero tenerlo con Jaehyun. Los cachorros de Jae tienen bonitos hoyuelos y son muy risueños. Haechannie es muy berrinchudo y enojón.
Las fuertes y hábiles manos de John estaban sobre su cintura y se deslizaron rápidamente por su camisa de manta, acariciándole el pecho con los callosos dedos.
– Eso lo sacó de ti. Y jamás tendrás el cachorro de otro. Ya arreglé eso. – John chupó la piel de su nuca. – Además Jaehyun quiere tener un cachorro más con Taeyong.
– Entonces el mío será con Yuta. Buenas noches.
– ¿No te gustó tener nuestro cachorro? Te veías precioso con tu barriguita.