– ¿Johnny? Uhm, despierta porfi.
Taeil se recostó junto a su guardia real, que le hizo un gesto de fastidio aún en sueños. Intentó acomodar bien su fino camisón entre las cobijas y sopló en la nariz de Johnny, dispuesto a todo para ser obedecido. No podía creer que siendo el príncipe recibía tantas faltas de respeto.
– Taeil duérmete.
– ¿Taeil?
– Su majestad.
– Estaba bromeando, tontito.
El bajito suspiró muy agusto cuando envolvió sus pies fríos con los de Johnny, que de inmediato le mordió la mejilla para molestarlo. Apenas se llevaban tres años, siendo Johnny el mayor. Habían aprendido a caminar juntos por el palacio: uno como príncipe y el otro como hijo del oficial.
Y ahora Taeil estaba a punto de cumplir dieciocho. Debía casarse cuanto antes para fortalecer su reino y él odiaba esa idea con toda su alma.No más dormir en cama de Johnny, no más aventuras en el bosque con Johnny, no más montar a caballo con Johnny, leer con Johnny, cortar flores con Johnny, cuidar caballos bebés con Johnny, ir a la cocina en la noche con Johnny, cazar con Johnny.
Y esperar por dias en la ventana que Johnny apareciera vivo cuando se iba a luchar con los reinos enemigos. Besar sus heridas esperando que se aliviara perfectamente.
Casi todo su contexto era Suh.– Quiero ir por lechita tibia a la cocina. – susurró en tono infantil.
– Pues ve príncipe.
– ¡Johnny! Eres mi guardia. Es tu obligación ir conmigo. – el soldado no cedería tan fácil, por lo que se resignó y se hizo un huequito en brazos de Johnny, que lo recibió encantado, besándole el cabello con aroma a fresas y masa de pan.
– Si quieres puedo traerte tu leche.
– Mejor quédate así. – el príncipe alzó la mirada hacia él – Y dime otra vez por qué tengo que casarme con alguien a quien no tolero.
Johnny le acarició su carita triste. Él daría hasta su vida por ver a su príncipe felíz. Su valentía para protegerlo iba mucho más allá de su deber. ¿Cómo no proteger a la persona que más amaba?
Taeil era su otra mitad. Su amor más grande. Su universo entero y el muy tonto ni siquiera lo sabía.– Es por el bien del reino.
– Pero...
– No hay nada que puedas hacer. Así son las cosas.
– ¿Estarás ahí, junto a mí? – miró esperanzado a su mejor amigo, que le besó la frente antes de asentir con la cabeza. Nunca rompería una promesa suya.
– Aún faltan unos meses. Quita esa carita.
– Ella se burló de mí. Dijo que no sé besar.
– ¿Y eso es verdad?
– ¡Y yo qué sé! Nunca había besado a nadie. ¿De qué te estás riendo?
– De ti, su alteza. Por supuesto.
Taeil se mostró desolado. Por primera vez en la vida dormir con Johnny no lo hacía sentir cómodo y seguro y el soldado dejó de burlarse al notarlo.
– Oye, tranquilo. Puedo enseñarte si te preocupa tanto.
El príncipe era inocente. Asintió timidamente y dejó que el alto se acomodara más cerca. Johnny sonrió con júbilo mientras abría los labios de Taeil con los suyos, probándolos al fin.
Era mil veces mejor que lo que se imaginó. Intentó apartarse, pero Taeil se aferró a su nuca para impedírselo mientras lo besaba torpe y calidamente, juntando sus lenguas de manera obscena.
Ambos se llenaron de saliva y cuando se apartaron algo había cambiado.