Un Café con la Muerte

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Y si la muerte un día decide llevarme consigo, mientras tanto, en su largo andar hacia mi morada, que vea y aprecie que todo está limpio, que todo está recogido... Que sepa que su visita me conforta y que al tocar mi puerta, simplemente la recibo solemne como una graciosa invitada.

Que se tome un café conmigo y que me cuente ¿Que tal estuvo el día?. Le diré que de su visita ya conozco el motivo y que por favor me permita ser el primer y único testigo, de que por segunda vez un hombre la recibe como amigo.

Le diré que ya nos conocíamos, que hace tiempo nos presentaron. Un viejo forastero fue su último acompañante y de aventuras los dos degustaron, hasta que de juegos la susodicha se cansó y entonces, por fin su tarea termino. Que ya no le tengo rencor... Que ya no le guardo furia...
Yo tambien tengo que trabajar...
¿No es así señora Muerte? Le diría. Solamente hace lo que el jefe ordena, y quien merece la condena está lejos de nuestras manos... Solo somos dos títeres en el mismo Show ¿No?

Y después de unas tazas de café acabaría mi cordial reunión, la señora Muerte está ocupada, no le podría quitar más tiempo... Solo dejaría que prosiga su rumbo... Si me invita a seguirla pues lo hago con gusto, ya que probablemente, agradecida por la invitación, me lleve a tomar café a su morada. Tal vez pueda hablar con el forastero, tal vez podamos sentarnos los tres a compartir desventuras... Al fin y al cabo no hay prisa, tenemos tiempo ¿No?

Diario del DesgraciadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora