Capítulo III

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No me lo podía creer. El chico más popular de mi curso estaba en mi porche llamando al timbre de mi casa.

Peter es un chico bastante alto, me saca una cabeza y media y también es delgado. Tiene los ojos del color marrón miel y, al no llevar gafas, estos resaltan en su cara aniñada, habitualmente pálida (hoy roja por el frío). Tiene el pelo castaño con toques pelirrojos, una boca pequeña pero feliz y unas cejas siempre muy bien peinadas.
Hoy llevaba su abrigo polar azul marino con capucha de peluchito y unas botas beiges para andar en la nieve que combinaban con sus pantalones granate oscuro.
Llevaba un gorro en la cabeza que le tapaba el pelo, un gorro que le quedaba muy bien por cierto.

Bueno continúo. Al ver que nadie respondía al timbre volvió a llamar. Mis padres se acaban de ir a trabajar y solo estaba yo en casa porque no sabía dónde se había metido Leo y, como Peter me vio antes por la ventana, sabe que estoy en casa. Traté de arreglarme un poco y bajé, intentando tranquilizarme con todo mi ser.

Cuando abrí la puerta me quedé boquiabierta de ver lo que estaba pasando en mi jardín: su mejor amigo, Matteo Williams, había resbalado con un charco helado y estaba en el suelo medio inconsciente.

Peter me explicó lo que había pasado y me dijo que llamó a mi timbre porque yo era la única que conocía en este barrio y porque como mi padre es médico pensó que yo podía también tener su don de medicina. Me enfadé conmigo misma por haberme hecho falsas esperanzas pero forcé una sonrisa.

Peter siempre se había preocupado de que todo el mundo estuviera bien, o al menos sus amigos y, verle en esta situación ablandó mi corazoncito y le sugerí tumbar a Matteo en el sofá de mi casa.

Sin pensarlo dos veces, se acercó a Matteo y le cogió en bolandas como si pesara como una pluma, entró en casa y lo tumbó en el sofá.
Le dije que quitara los zapatos y los abrigos mojados de ambos y los dejara en la entrada para no mojar la casa mientras, yo me fui a la cocina a coger un trapo y llenarlo de hielo para ponérselo a Matteo en la cabeza. Puede que no sea médico como mi padre, pero se le veía un buen chichón.

Cuando volví al salón me encontré a Peter intentando calentarse en el radiador en una postura un tanto extraña. Viéndole así me entró la risa y Peter se empezó a reír también, no de la situación, sino de mí, porque no me había dado cuenta de que mi ropa se había mojado con el hielo y parecía que me había meado. Miré a Peter con una cara de pocos amigos y se calló.
Entonces le di el trapo y me fui a cambiar a mi habitación.

Ya estaba en mi habitación cambiándome los pantalones cuando noté que se abría la puerta de mi ARMARIO. Al girarme vi a una figura muy grande frente a mí y lo primero que hice fue gritar y esconderme tras la silla de mi escritorio.

En el salón, Peter oyó mi grito y subió rápidamente las escaleras (no tardó ni 10 segundos y eso me dejó impactada).

Al entrar a la habitación me preguntó si estaba bien y yo le señalé la enorme figura. Él se dirigió hacia ella y cuando la vio en su esplendor, se asustó pero lo disimuló y se puso a la defensiva mientras me intentaba proteger.

Entonces lo recordé. Yo, escondida detrás de la silla de mi escritorio recordé a ese amigo gigante peludito. Me asomé a ver lo que estaba pasando y vi esos colores azules y morados, esas patas con zarpas, esos cuernos y esa sonrisa con dientes puntiagudos que de pequeña me daba miedo: Era mi "Gatito" sin ninguna duda.

Salí de detrás de mi silla y lo observé con detenimiento. Fue entonces cuando le reconocí por completo y un montón de recuerdos vinieron a mi mente.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y corrí a abrazarle. Creo que él también me reconoció porque se acercó a mi oído y me dijo:
   —Te he echado de menos "Boo"

No tenía ni idea de por qué me llamaba así pero no me importaba. Mientras le estaba abrazando, vi a Peter un poco confuso así que "Gatito" y yo le contamos nuestra historia.
Tras acabar, siguió sin entender nada pero no abrió la boca. Tan solo nos lanzó una mirada de desaprobación que me dolió en el alma, pero para disimular me giré y pregunté a "Gatito":
   —¿Os habéis llevado vosotros a mi hermano?
   —Nosotros no, pero está bien. La verdad es que, desde que te fuiste de Monstruópolis pensé que todo había mejorado, que los monstruos habían dejado esa fobia con los niños pero, aún así, la Agencia de Detención de Niños (ADN), con Roz a la cabeza, seguía sin fiarse y un día se hicieron con el poder de la ciudad y acabaron con la alegría de todos. También juraron encontrarte a tí y a tu familia para poder acabar así con cualquier amenaza.
   —¿Amenaza yo? Pero si no hice nada malo— repliqué.
   —Lo sé, pero no me quisieron escuchar.
   —Entonces, ¿mi hermano...?
   —Ah sí, está a salvo en mi casa con Mike. Le encontramos con una patrulla de los ADN y le rescatamos.
   —Uff, menos mal, muchas gracias.
   —Ehh, perdonad que interrumpa este maravilloso momento— dijo Peter— pero, ¿qué pinto yo aquí?
   —Tú, aquí, nada. En teoría no deberías estar aquí.
   —Subí porque te oí gritar y pensé que te ocurría algo grave pero ya veo que no te hacía falta mi ayuda— dijo molesto.

Se hizo el silencio, uno bastante incómodo. Enseguida "Gatito" volvió a intervenir:
   —Boo... eh... verás, creo que, si queremos acabar con el poder de ADN nos vendría bien tu ayuda... y la de tu amigo.
   —¡No es mi amigo!— le interrumpí y eso pareció dolerle a Peter.
   —Da igual, necesitamos a laayor gente posible.

Entonces me acordé de un pequeño detalle, ¡Madie! Lo había olvidado.
Rápidamente le mandé un mensaje diciéndole que lo de las pelis de suspendía por asustos "G&S" (Gatito y Sky). Lo comprendió perfectamente y me pidió mantenerla al corriente de todo.

Avisé también a mis padres de que "Leo y yo nos íbamos a jugar a las colinas con los trineos" y que también venía Peter (hasta ellos saben quién es). Me puse sería y le dije a Gatito:
   —Bien, no hay tiempo que perder y, Peter también viene—dije esto y le entregué una mochila vacía de Leo—pero déjanos preparar algunas cosas.
   —Bien, cruzaremos la puerta en media hora—dijo Gatito—pero hasta entonces, ¿dónde está el baño?

Se lo indiqué y se fue, dejándonos a Peter y a mí solos en la habitación.

Monstruos: El reencuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora