Capítulo IV

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Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que estar en esta situación es y será muy incómodo, pero hice como si nada y empecé a llenar mi mochila de cosas imprescindibles (ropa, una linterna, comida, mi neceser,...)

Peter al verme se quedó extrañado, supongo que creería que no íbamos en serio con el viaje y todo eso así que le dije:
   —Hay comida en la cocina y puedes cogerte algo de ropa de mi hermano que está en su habitación. Ah, y déjale una nota a Matteo para que cuando se encuentre mejor se vaya, pon de excusa que te has ido a hacer algún recado o algo.

Me obedeció y se fue. Cuando ya hice mi mochila y la de mi hermano y ya estábamos listos para irnos "Gatito" nos advirtió:
   —Boo, siento decirte que no te vas a encontrar en el mismo lugar de cuando te fuiste. Me gustaría haberte encontrado antes y que vieras lo que conseguimos hacer, pero ya es muy tarde—suspiró—y, cuando estemos dentro, tened cuidado, quién sabe dónde pueden estar acechando.

Peter y yo asentimos y Gatito entró en el armario, después yo y, tuve que convencer a Peter para que viniera definitivamente.

Cuando entramos nos quedamos boquiabiertos al ver el panorama. Era el mismo sitio que conocí con tres años pero, sin duda estaba muy cambiado.

Estábamos en la planta de sustos y, los grandes ventanales que lo caracterizaban estaban rotos y por ellos entraban grandes enredaderas como si de una selva se tratase. Con lo cual, estaba todo lleno de hojas. El sol se colaba por los agujeros que quedaban y hacía calor, seguramente estuvieran en verano.

Los escritorios que los monstruos utilizaban para dejar la documentación estaban intactos aunque, no puedo decir lo mismo del resto del lugar.

En el gran panel del fondo (donde antes había un mapa de nuestro mundo), había una gran foto mía y de mi hermano donde ponía: Se busca, enemigos N° 1, si les veis, atrapadles y enseñadles las enredaderas.
   —Sé lo que estás pensando Boo, es extraño y absurdo. ADN cree que los niños tenéis fobia a las enredaderas y que, por si alguna razón entráis, saldréis despavoridos a vuestro mundo.
   —Ja, miedo a unas plantitas—dije con ironía—para ser una empresa que investiga y detiene niños no sabe nada sobre ellos.

Un ruido al fondo de la sala interrumpió nuestra tranquilidad.
Era un sonido espantoso que llenó el ambiente que venía de la gran entrada a la sala. No giramos hacia allí y vimos a una lagartija gigante a la que se le habían caído varios tubos de gritos. Intentó camuflarse entre las paredes pero ya le habíamos visto.
   —¡Randall, Randall ven aquí!—Gatito gritaba mientras se echaba a correr. Yo hice lo mismo.

Al notar que Peter no me seguía me giré y le dije:
   —Vamos Peter, no podemos perderle de vista. Además, si te quedas aquí, vendrán a por tí de todos modos pero lo estarás protegido.

Enseguida Peter empezó a correrl conmigo y enseguida alcanzamos a Gatito que se detuvo en seco en medio del pasillo. Y, como no nos lo esperábamos, chocamos contra su espalda y caí encima de Peter.

Iba a preguntarle porqué se había detenido cuando nos dijo:
   —No estamos solos en este lugar.

Monstruos: El reencuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora