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Con temor tomó los audífonos en sus oídos, los pasó por la cabeza y los depositó en la mesa frente a su computador de trabajo y salió corriendo.

— ¡Llamen a los bomberos, tengo una idea! — Gritó mientras corría, aquel lugar no se encontraba demasiado lejos, corriendo tardaría unos diez minutos pero no tenía tiempo alguno.

Vio desde la entrada bicicletas junto a un sujeto que acababa de llegar en una y sin pensarlo dos veces fue por ella, la agarró y se subió sin siquiera preguntar o decir una palabra.

— ¡Maldición Katsuki! — Se escuchó a lo lejos mientras pedaleaba a con rapidez.

El aire en sus pulmones empezó a doler, sus mejillas empezaron a arder junto a sus muslos mientras pedaleaba lo más rápido posible, la policía llegaría en cualquier momento pero cualquier paso en falso y Izuku no saldría de ahí en una sola pieza.

El sonido del viento en la velocidad a la que iba, ensordecía todas sus esperanzas, necesitaba concentrarse y llegar antes de que algo malo suceda, necesitaba ayudar, necesitaba salvarlo a toda costa.

— Mantente a salvo, maldita sea, estoy por llegar.

Desde lejos vio como aquella misma policía empezaba a llegar y se escuchaba a la distancia el carro de bomberos.

— No llegaré, joder. — Gritó mientras empezó a pedalear aun más rápido. — Vamos Izuku, solo espérame.

Al llegar vio como los oficiales intentaban alejarlo de todo junto a la mayoría de personas al rededor que se acercaron para observar que sucedía.

Se acercó empujando a todos al rededor mientras gritaba en alto.

— ¡Soy Katsuki Bakugo idiotas, estoy en el caso de rehenes, trabajo en el 911 y atendí a la victima, necesito entrar! — Llamó la atención de todos.

El oficial miró hacia atrás buscando ayuda de sus superiores, aquellos que asintieron con la cabeza mientras buscaban en su bolso un chaleco antibalas de repuesto.

Nuevamente aquel oficial se acercó y lo dejó entrar bajo la cinta amarilla, el rostro de Katsuki se veía pálido, sus rubíes estaban opacas, llenas de pánico y miedo seguro, su pecho subía y bajaba ante el cansancio de correr, pedalear y estar a punto de un colapso mental.

Con rapidez se puso el chaleco y se apresuró a entrar sin siquiera esperar a los oficiales al mando.

— ¡Díganle a los bomberos que pongan el cojín inflable bajo la ventana! — Dijo nuevamente mientras corría a la entrada.

Al llegar vio las cortinas cerradas en ambos pisos, tocó la perilla de la puerta principal abriéndola al instante. Entró y vio una casa hermosa aunque descuidada, no vio imágenes ni cuadros y apenas se encontraban unos pocos muebles.

Parecía totalmente a prueba de niños.

Subió las escaleras tocando despacio cada puerta mientras los oficiales empezaban a entrar con total silencio a aquel recinto.

— Vete, o lo mato, tengo un arma. — Se escuchó desde dentro de una de las habitaciones que había tocado.

Lo encontró.

— Shigaraki, ¿Está Izuku contigo? — Preguntó mientras veía a los oficiales acercarse y detenerlos con un movimiento de mano.

— ¿No te gustaría saber? — Preguntó mientras se reía y se escuchaba un pequeño quejido desde dentro no proveniente de él.

Suspiró e inhaló.

— Escucha Shigaraki, como termine esto depende de ti. — Los oficiales se acercaron diciéndole que aquel cojín inflable estaba en posición. — O puedes entregarlo y diremos a todos que cooperaste, o no haces nada y la sentencia en prisión será de por vida, vimos tus antecedentes.

Volvió el silencio, si sus palmas pudieran, estarían humeando.

— Escucha, mi vieja madre siempre me decía... Que si una puerta se cierra, se abre una ventana. — Dijo mientras enfatizaba la palabra ventana. — A veces... ¿Sabes? Solo necesitas un salto de fé.

Puso su oreja contra la puerta, los uniformados atentos a cualquier movimiento, desde dentro se escucharon movimientos seguidos de un grito proveniente de Shigaraki.

— ¡No! — Se escuchó.

Katsuki les hizo una señal y los uniformados derribaron la puerta apuntando con las armas, vieron como el más pequeño saltaba por la ventana y el mayor se encontraba en la ventana viéndolo caer.

Katsuki satisfecho y con una sonrisa de lado, dejó su labor a los oficiales y con rapidez empezó a salir de aquella habitación, bajó por las escaleras y corrió como pudo aunque tropezando, hacia la salida en donde vio al más pequeño empezar a gatear sobre aquel cojín inflable para poder bajar.

Con una sonrisa, sus rojos rubí volvieron a brillar.

— ¡Izuku! — Gritó llamando la atención del más bajo mientras se estremecía, se acercó jadeando y sudando hasta quedar cara a cara. — ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? ¿Te llevamos al hospital?

Vio aquellas esmeraldas brillar, bajó la mirada viendo como sus labios se encontraban magullados, como su ojo estaba violeta casi verdoso, lo vio en una enorme camiseta y sus piernas desnudas, descalzo con los pies rojos ante el frio piso.

Vio como se acercaba, sollozando.

Vio como lo abrazaba cayendo entre sus brazos, llorando como si cascadas cayeran por sus ojos, jadeaban, uno por falta de aliento y pánico, otro por alivio indescriptible.

— Kacchan... — Dijo entre llantos.

El más alto sonrojado, sin usar más que una camiseta para darle abrigo, lo abrazó con fuerza como si su vida dependiera de ello.

Su nariz picaba mientras sentía como pequeñas lágrimas empezaron a descender por sus mejillas, lo abrazó con tanta fuerza, que dolía.

— Creo que tengo unas costillas fracturadas, Kacchan... — Murmuró.

Con pánico Katsuki lo soltó como si quemara al tacto, sus ojos empezaron a tintinear en miedo mientras lo tomaba entre sus brazos estilo nupcial y acercándose a los bomberos.

— ¿Tienen algún abrigo? ¿Pantalones? — Preguntó mientras el más bajo se sonrojaba. — Y llévennos al hospital...

— Por favor. — Terminó el más bajo.

— Si, por... favor. — Gruñó

Aquellos bomberos con gusto ayudaron, Izuku se sentía fuera de lugar, se sentía asustado, sus piernas temblaban, su nariz estaba congelada, sentía sus lagrimas secas en cada mejilla, sus manos aun temblaban y aun no entendía como saltó sin pensarlo dos veces, como mordió a Shigaraki quien lo tenia sujeto del cuello para poder hacerlo pero se sentía también... A salvo.

— ¿Puedo acercarme? — Katsuki Murmuró.

Desde la puerta principal empezaron a salir varios oficiales uniformados con Shigaraki esposado, obligándolo a tener la cabeza gacha, gruñendo y con la mejilla magullada.

Izuku tan solo al verlo, sus ojos se abrieron en miedo puro, se acercó a Katsuki y se aferró a él como si de ello dependiera su vida.

— Él no volverá a hacerte daño, Izuku. — Dijo en voz baja. — Yo te protegeré.

— ¿Serás mi novio? — Preguntó con algo de temor en su tono, el contrario negó con la cabeza mientras alzaba su mano y la depositaba en los rizos verdes.

— Te lo volveré a pedir cuando confíes en mi, cuando sepas que estas seguro, cuando vuelvas a vivir como vivías antes de esta pesadilla.

Lágrimas como cascadas desde los ojos de Izuku volvieron a caer en picada, su rostro estaba enrojecido con una sonrisa torcida en los labios.

— Gracias por salvarme.

— Gracias por seguir luchando, por sobrevivir.

—Fin

Pepperoni extra, por favor. | BKDK |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora