Una castaña de ojos azules caminaba por los pasillos a el harem, mientras detrás la seguían aghas que cargaban baúles grandes.
Algunos tenían joyas, otros diademas y unos cuantos tenían en la parte superior oro.
La castaña de nombre, "Mahidevran" , sabía que tenía que ganarse primero a el harem, y después se ganaría a el pueblo, pero sobre todo. Necesitaba ganarse a los jenizaros.
Sus esfuerzos no serían en vano, todos verían como su poder ejercería, sin duda alguna.
Llegó a el harem, y alzó la mano cuando Sümbulag la iba a anunciar.
Se acercó a pasos dudosos, captando que estaba Kösem platicando con las concubinas mientras estas la veían con ternura, después de todo. Era una niña que no pasaba de los seis años.
Sonrió y bajo la mano, mientras Sümbul se posicionó para hablar.
— ¡Atención!, ¡la sultana Mahidevran!— todas se levantaron e hicieron cortas reverencias. Mientras de reojo algunas observaban los cofres ansiosas.
Las entiendo, yo también fui concubina y se lo que se siente ver regalos sencillos para una sultana, pero lujosos para una odalisca.
— Muchachas — musité, — he decidido darles algunos obsequios para todas— me moví un poco para que observaran los cofres, fue ahí cuando todas sonrieron y se acercaron a estos.
No lo impedí, ¿por qué tendría que hacerlo?,
las dejaría disfrutar que lo que nunca reciben,
ahora que tengo más poder debido a que Suleyman es el sultán. Todo y todos me respetan y no desobedecen mis órdenes.Miré a Kösem quien tenía una sonrisa de labios cerrados, mientras observaba como todas tomaban los vestidos o joyas. Quiza oro también.
Sujeto una pequeña risa y me acercó a ella,
alza los brazos en significado de que desea ser cargada, por lo que la recibí gustosa.La tome y la tuve entre mis brazos, mientras camine hasta la puerta y hablé.
— Que lo disfruten — añadi y todas hicieron otra reverencia, — gracias mi sultana — asenti y me di la vuelta mientras seguía caminando con Kösem.
Suleyman estaba algo pensativo y aturdido.Habían dos mujeres que lo dominaban por completo, no podía decidir.
Hurrem, quien atrapó su corazón.
Y mahidevran, quien atrapó su alma y con la cual tenía dos hijos.
Sonrió a el pensar en su pequeña hija Kösem, la luz de sus ojos azules.
La niña había heredado la belleza de su madre,
su bondad y su alegria. Pero sin saberlo, ella tenía un lado sanguinario.