EL TRATO

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Enid jamás pensó que su noche terminaría así...

Las tres rubias se habían escabullido en el castillo de manera fácil, llevaban años siendo ladronas hábiles, para ellas no existían cerraduras imposibles, aprovechando la obscuridad de la noche y el hecho de que el castillo estaba lleno de gente esperaron la señal, cuando la música comenzó a sonar, las tres saltaron la enorme muralla escabulléndose de los guardias—bien, recuerden las reglas—exclamo Kara—no tomen mas de lo que pueden llevar, ¿ de acuerdo?—las otras dos rubias asintieron y se dispersaron por el enorme castillo.

Leslie y Kara habían decidido buscar en las habitaciones algo valioso, el plan de Enid era lo mismo, pero al pasar por la cocina el olor a comida llamo a su estómago, todo iba bien por el momento, al entrar noto que estaba vacía, al parecer los sirvientes estaban tomando un descanso después del banquete, las pesadas mesas de madera estaban llenas de deliciosos platillos, y por su puesto que la rubia no se iba a quedar con las ganas de probar el cerdo almendrado que estaba en el centro de la mesa, comenzó a llenar su bolso de pan y comida mientras devoraba con desesperación un jugoso trozo de carne, y fue cuando todo sucedió.

Ahí, frente a ella, Enid reconoció al alfa al cual había dejado semidesnuda en el bosque, su cuerpo comenzó a sentir pánico y su cabeza pensaba en una manera de salir de ahí con rapidez, ya que estaba segura que solo había dos maneras de salir, y una de ellas era en pedazos.

Dio un paso hacia atrás cuando el alfa pelinegro entro a la cocina seguida de algunos nobles, los guardias estaban rodeándolas, pero sin duda lo que su cerebro aun no procesaba era la palabra "prometida".

--¿ y quien es esta señorita?—pregunto un miembro de la corte limpiándose los trozos de comida del rostro.

Merlina volteo a ver al asustado omega, el cual habia dejado de toser—cariño, por favor, preséntate—

Enid volteo a ver a Merlina confundida y luego volteo a ver a los nobles que comenzaban a agruparse en la puerta junto con los guardias.

La pelinegra se paro junto a ella dándole un pellizco intentándola sacar de su estupor--¡aiññ!, ¿ por que me pellizca...--las palabras de la rubia fueron calladas cuando unos suaves labios la silenciaron, un beso rápido que la dejo aun mas aturdida, los brazos de Merlina la envolvieron en un abrazo haciendo que su oído quedara a la altura de los labios de Merlina.

--si no quieres morir tienes que hacer lo que yo te diga, sígueme la corriente—

--¿ que siga a quien?—pregunto la ojiazul confundida escuchando un resoplido de frustración por parte de la alfa.

--¿ y bien?—hablo un miembro de la corte observando a la rubia—¿ quien eres tu?--

--Enid mi yo ser—balbuceo la omega viendo como aumentaba la cantidad de guardias.

--vaya, al parecer su prometida tiene algún tipo de retraso—menciono el hombre negando con la cabeza.

--¡yo no tengo retraso!—grito enid saliendo un poco de su aturdimiento.

--ven—Merlina la tomo de la mano comenzando a jalarla por el pasillo empujando a los miembros de la corte.

El cerebro de Enid aun no procesaba lo que sucedía, y menos cuando entro al gran salón, todas las miradas de los nobles fueron a reparar a una rubia que iba tropezando siendo casi remolcada por la princesa, los azules ojos de la rubia se abrieron aun más, cuando vio a los reyes sentados en sus tronos expectantes a lo que sucedía.

--madre, padre, les presento a mi prometida—exclamo Merlina notando el rostro de asombro de sus padres, segundos después la sonrisa de Homero apareció poniéndose de pie.

LA PALABRA DE UN ADDAMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora