capitulo 49

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La cueva que alguna vez fue sombría ahora era un prado bañado por el sol, donde el dulce trino de los pájaros resonaba entre los capullos de flores vibrantes. Pero justo cuando la paz se asentó sobre el exuberante paisaje, una enorme criatura emergió de las sombras.

Con una armadura tan pálida como la hierba primaveral, la criatura avanzó y, con cada paso, el prado se marchitó en un páramo desolado, arena amarilla azotada por el viento amargo.

El escenario cambió una vez más y allí, entre las dunas de arena, Tyranitar encontró un lugar tranquilo para descansar. Durante un mes, permaneció inmóvil, sin comida ni bebida, su naturaleza violenta apaciguada.

Pero la paz no se encontraba en este desierto. Justo cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, apareció una manada de Houndooms, con los ojos puestos en el vulnerable Tyranitar. Con un grito feroz, descendieron sobre la bestia y, sin embargo, en su momento de mayor debilidad, Tyranitar se puso de pie para enfrentarse a los invasores de frente.

Fue entonces, cuando el polvo se asentó, que se reveló un pozo profundo. Dentro del hoyo yacía un huevo Pokémon que brillaba con una cálida luz verde. Y resultó que Tyranitar había estado allí durante un mes, no para descansar, sino para dar a luz este huevo, para dar a luz a su hijo.

El desierto fue el hogar del poder inquebrantable de Tyranitar. La batalla que se desató allí, contra una horda de Houndooms, puso a prueba incluso su poderosa fuerza, pero salió victoriosa, incluso cuando las heridas estropearon su forma.

Sin embargo, en el fragor de la pelea, el Pokémon pseudolegendario no había podido vigilar a su preciosa descendencia. A su regreso al pozo donde había descansado durante un mes, se encontró con una visión que destrozó su corazón en un millón de pedazos. El huevo, la encarnación de su futuro, estaba resquebrajado y su fuerza vital se estaba desvaneciendo.

Los instintos maternales de Tyranitar se hicieron cargo y, a través de las lágrimas que corrían por su rostro, se arrodilló junto al huevo, decidida a protegerlo. No descansó hasta que amaneció, cuando se levantó con una nueva determinación, acunando el frágil huevo en sus brazos y emprendiendo un viaje para salvar a su hijo.

Junto a ella, Cain fue un testigo silencioso de su lucha. Podía sentir su cuerpo cada vez más débil con cada paso, pero su espíritu se mantuvo inquebrantable. Sus ojos reflejaban la culpa que sentía por no poder proteger a su hijo, pero su determinación era inquebrantable.

Cuando entraron en un bosque de piedra, familiar para Cain, el modo de andar de Tyranitar puede haber sido inestable, pero su aura de poder aún merecía el respeto de todos los que se cruzaban en su camino. Y a medida que se acercaban a los imponentes acantilados que se elevaban hacia las nubes, una pizca de alegría brilló en sus ojos una vez más.

Tyranitar, un poderoso Pokémon de tipo roca y oscuridad, fue bendecido con una mayor sensibilidad a las energías de tipo roca que la rodeaban. Y cuando se acercó a una pequeña cueva, sus instintos se encendieron por un débil parpadeo de poder que parecía emanar desde adentro.

Debido a su enorme tamaño, la entrada era demasiado pequeña para que pasara, pero no se desanimó. Con una mano sosteniendo su preciado huevo y la otra arañando la cara de la roca, abrió un paso a través de la piedra obstinada, cortándola en dos como si estuviera hecha de queso blando.

Su corazón se aceleró cuando sintió un tirón hacia la fuente del poder, llevándola a un estanque de leche limpiadora geocéntrica. La vista del líquido mágico la llenó de emoción, ya que sabía que era la clave para salvar a su hijo en apuros.

Mientras tiernamente colocaba el huevo en la piscina, contuvo la respiración, viendo como la leche sumergía la cáscara, envolviéndola por completo. La superficie del huevo, una vez lisa, ahora áspera y sin brillo, había vuelto a la vida bajo la influencia de la leche limpiadora geocéntrica.

Caín, que nunca había experimentado el amor de un padre, quedó asombrado al ver el amor de una madre. A pesar del agotamiento que pesaba sobre ella por las batallas libradas y el viaje realizado, Tyranitar observó con esperanza en su corazón cómo la fuerza vital de su hijo comenzaba a recuperarse lentamente.

El amor de Tyranitar por su descendencia era incondicional, e incluso en su estado de debilidad, su espíritu era inquebrantable, impulsado por los instintos maternales que yacía dentro de ella.

Con una expresión determinada, Tyranitar convocó lo último de su fuerza menguante para cubrir el estanque sagrado con una piedra pesada. Cayó al suelo, exhausta pero aliviada, sabiendo que su precioso hijo estaba a salvo y seguro dentro del abrazo nutritivo de la leche limpiadora geocéntrica.

Como Pokémon de tipo roca, sabía que un solo sorbo restauraría su salud e incluso aumentaría sus poderes, pero el amor maternal de Tyranitar era más fuerte que cualquier sed de poder. No arriesgaría la supervivencia de su hijo por sus propios deseos egoístas.

"Vive bien, hijo mío", pensó, mientras cerraba los ojos por última vez. A medida que pasaba el tiempo, su cuerpo se derrumbó en un montón de rocas esperando el día en que nacería su hijo.

Y cuando los momentos finales de la historia de Tyranitar se desvanecieron, los ojos de Cain se abrieron, como si despertara de un sueño.

Slowpoke, con su energía psíquica, había llegado al corazón del huevo Pokémon para comunicarse con los restos de la persistente obsesión de Tyranitar, cerrando la brecha entre el pasado y el presente y permitiéndoles ser testigos de esta historia.

El rostro de Caín estaba grabado con una mezcla de emociones al sentir el amor inquebrantable de una madre brotar del huevo. Slowpoke y Murkrow, que habían estado al lado de Cain durante esta emotiva experiencia, tenían lágrimas en los ojos. Pero con un movimiento de cabeza y una respiración profunda, recuperaron la compostura.

Pokémon: Crónicas de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora