Capítulo 3: El pretendiente

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La lluvia caía sin piedad aquella mañana sobre Frosra; como un ejército de lanzas afiladas golpeando contra el suelo.

Moxie se encontraba en su cuarto, contemplando con cierta tristeza cómo las gotas de la lluvia caían como lágrimas del cielo. Mientras tanto, una de sus criadas le colocaba cuidadosamente su vestido con el que recibiría a Lord Vlad.

El vestido de corte de imperio que sus pares le habían elegido era una obra maestra de la costura y el diseño. Confeccionado con un suave y brillante tejido dorado, caía en pliegues largos y fluidos desde su cintura alta, acentuando su figura y su piel tostada.

Sobre su cabeza, Moxie llevaba una diadema de oro, adornada con pequeñas piedras preciosas rojas que hacían juego con su cabello rizado escarlata. Era como una llama ardiente en la noche oscura, una chispa de vida en un mundo gris.

— Estás preciosa — dijo su madre entrando de repente a su cuarto, quien también llevaba un vestido elegante de color azul perlado. — Vamos bajando a la sala principal, quiero que veas todos los preparativos para la llegada de Lord Vlad — sonrió.

Ambas bajaron por las escaleras del castillo. Con cada paso que Moxie daba, se mecía con elegancia y gracia.

La sala principal del castillo había sido decorada con gran esmero. El interior estaba iluminado con la suave luz de las antorchas y las velas que se habían colocado en cada rincón de la sala. Los tapices que normalmente adornaban las paredes habían sido retirados para dar paso a grandes cortinas de terciopelo dorado, que creaban una atmósfera cálida y acogedora.

En la esquina de la habitación, un grupo de músicos estaba reunido alrededor del piano de cola brillante, listos para tocar una selección de piezas exquisitas para la ocasión.

— ¿Qué opinas, hija?, hemos preparado especialmente lugar para esta tarde. ¿Algún otro arreglo que quieras hacerle? Recuerda que hoy, tú eres la protagonista.

— Nada, madre, todo está perfecto. — sonrió falsamente.

Una semana había pasado desde que Moxie se enteró de los planes de unirla con Vlad de Matsulon en matrimonio; desde entonces no había vuelto a saber de Arka. La estafeta le había prohibido enviar cartas, por lo que se sentía más sola que nunca. Hablar con Arka había sido su refugio durante las últimas semanas, y ahora no tenía a nadie con quien compartir sus pensamientos.

Mirando por la ventana, Moxie veía el monte Híbrix, que se alzaba majestuoso en la distancia, separando su pueblo de la ciudad de los Windu. Era un recordatorio constante de la barrera que existía entre ellos, pero al mismo tiempo era una fuente de belleza natural.

Pero para Moxie, el monte era mucho más que eso. Era un lugar donde podía despejar su mente y encontrar un poco de paz en medio de toda la confusión. Así que decidió subir a su cuarto, tomar su libreta de dibujo y una sombrilla, y salir a caminar por el monte. Aprovechando que la lluvia había cesado, estaba decidida a pasar algunas horas allí.

Pero justo antes de salir del castillo, su madre la detuvo.

— ¡Espera, Moxie! — gritó la reina. — ¿A dónde crees que vas? Estuvo lloviendo, te arruinarás el vestido.

Mael apareció detrás de Moxie, como una sorpresa, y le colocó un tapado impermeable negro que cubría todo su vestido para protegerlo de la lluvia.

— Yo me encargo, mi señora — le dijo a la reina. — La princesa necesita despejarse un rato, prometo que estaremos de vuelta para el almuerzo con Lord Vlad.

Ventisca: Historias de Elyndra (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora