Merodeaba por el bosque y siempre lo veía a él, siempre estaba solo y nunca se daba cuenta de que yo lo veía pero tenía pensado hablarle algún día, solo por simple curiosidad al ver sus acciones. Lo veía recoger animales muertos que encontraba o en algunas ocasiones veía como los mataba con su navaja, y al hacerlo sonreía, podía ver que lo disfrutaba, así como yo disfrutaba matar a mis amantes.
Me preguntaba si él tendría el mismo deseo asesino que yo pero solo había una manera para comprobarlo. ¿Y si lo provocaba? Lo peor que podría pasar era que me matara, pero eso no me podría importar menos, hace tiempo que había perdido el interés por lo que sucediera con mi vida. Si moría hoy o mañana no era algo importante para mí, así que mi plan de provocarlo parecía ser el más adecuado para comprobar mi teoría.
Y sí, eso haría entonces. Había un lugar que al adentrarse un poco en el bosque se podía encontrar, estaba alejado de todos, y antes de que me diera cuenta que ese tipo andaba por ahí yo solía ir con frecuencia al igual que él, suponía que ese lugar era el indicado, sería divertido fastidiarlo un rato.
A una tipa como yo le resultaba fácil conseguir de todo tipo de hombres, pero no los buscaba porque quisiera su dinero o su cariño o placer. Yo quería una sola cosa y esa era manipularlos, acabar con ellos como personas, hacerlos títeres a mi antojo, me encantaba sentir que tenía poder sobre ellos. Aunque eran pocos los que permanecían tanto tiempo conmigo, ya que la mayoría moría justo después de conocerlos y tener sexo con ellos. El sexo me asqueaba, no lo veía como algo placentero. Lo único que me agradaba era ver como el rostro de aquellos sujetos pasaba de placer a dolor, me divertía ver la vida escaparse de sus ojos. Habían dos tipos de hombre para mí, los primeros eran con los que tenía relaciones y luego los mataba y que por lo general arrancaba alguna que otra parte de sus cuerpos. Los segundos eran con los que jugaba un rato más, estos no tenían un final definido, nunca estaba segura de como terminaría mi "relación" con ellos, solo hasta después de un tiempo lo sabía y esos sin duda alguna eran los más interesantes, aunque solían ser muy pocos.
Al llegar al bosque pude verlo caminar, era un sujeto bastante predecible a decir verdad, un sujeto de hábitos, su rutina era muy sencilla, supuse que mi plan funcionaría.
Saqué un cigarrillo y lo prendí, me acosté en el césped y miré el cielo oscuro que lucia como si fuese a llover, cerré mis ojos y solo esperé a que él llegara, estaba segura de que lo haría.
Escuché unos pasos aproximarse, que luego se detuvieron, pasó un rato hasta que al fin caminó otra vez. Caminó hacia mí y me pidió un cigarrillo el cual le dí, pude verlo ahora más de cerca, su cabello era negro y sus ojos verdes, lucía algo desaliñado y tenía una barba a medio crecer, su voz era grave y un poco rasposa, como si fumara mucho. Hizo una pausa para luego tratar de hacer conversación, pero yo sabía perfectamente que eso no era lo que buscaba, pero decidí que seguirle la corriente por un rato para después ir al grano sería gracioso, así que ¿por qué no?
Me dijo su nombre, John Reifert, su apellido me llamó la atención, ya que mi madre una vez me habló de los Reifert, eran millonarios según entendía. Entonces John tendría que serlo... "mejor para mí", pensé.
Al final me cansé de fingir estar interesada en nuestra conversación y pude sentir la inevitable sonrisa que se formaba en mi rostro, ya que notaba lo tenso que estaba y la forma en la que me miraba era similar a la de un perro en celo. Todo en conjunto me causaba risa.
John, enfurecido por la cantidad de verdades que le había dicho quiso asfixiarme, claro está que no se atrevió. Lo había humillado y lo había disfrutado. Ahora él tenía mi número, y esperaba que no fuera tan tonto como para no llamarme, le convenía, si es que quería cambiar su monótona vida.
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Little Jane
Short StoryJane no siente nada, Jane está vacia, a Jane le gusta la muerte, a Jane le gusta causarla.