CAPITULO IV

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Tom despertó diez horas después. Eran las siete y el cielo empezaba a mostrar los característicos tonos naranjas y rojos de la tarde, cuando se mete el sol.

Sintió un ligero peso sobre sí, la suavidad de una mejilla contra la suya, mechones azules tapándole la vista. Hacía mucho que no sentía el cálido contacto humano...pero no estaba seguro que lo que tenía encima fuera humano. Se levantó de golpe al darse cuenta que iba tarde al trabajo. Bill cayó sobre su estuche para violonchelo que estaba tirado en medio de la sala.

-Buenos días- saludó desde el suelo.

Tom se metió al baño azotando la puerta sin hacerle menor caso. Salió cinco minutos después con otra vestimenta y pareciendo más aseado. Fue a la cocina, sacó una caja de cereal de las estanterías altas y se llenó la boca de Cheerio's. Después regreso al baño y tras lavarse los dientes, cogió sus llaves de la mesita y salió por la puerta principal. Regresó cuando recordó que se olvidaba de algo.

-¡Eh, tú! ¡Terminator a medio construir, sal de ahí!- gritó, tocando la puerta cerrada de la habitación. Luego se dirigió a Bill.- Plasta azul, quiero tu culo en el sillón.

-¡Mi nombre es Bill!- protestó, sin embargo el chico obedeció y Georg, tras salir del cuarto, también lo hizo. Ambos miraban fijamente a Tom.

-Como ninguno tienen la intención de largarse- comenzó- no me queda de otra que acostumbrarme a sus estúpidas presencias. Eso no quiere decir que voy a dejar que jodan en mi vida diaria. Yo tengo que trabajar para mantener este lugar, así que uno de ustedes tendrá que quedarse aquí mientras que no estoy y el otro, muy a mi pesar, tendrá que acompañarme para estar bajo mi supervisión y cagarla lo menos posible. Por obvias razones es Georg quien se queda. Bill, tú vienes conmigo. ¿Algún comentario?

Tardó poco en darse cuenta que estaba hablando y moviéndose como un sargento. Aún no olvidaba viejas costumbres...

-Has hablado más ahora, que en todo lo que llevamos de conocernos- dijo Bill con los ojos brillantes y los puños cerrados por la emoción.

-Y es la primera vez que nos llamas por nuestros nombres- Georg sonrió de lado de manera socarrona, expresión que cambio de inmediato al darse cuenta de lo que Tom había dicho- ¡Espera! ¡¿Me vas a dejar encerrado aquí?!

-Estamos en una de las zonas más peligrosas de Humanoid City, claro que tengo que cerrar el apartamento por fuera y el balcón también.

-¡Pero no tengo que estar todo el tiempo aquí!- El castaño parecía de verdad asustado ante la idea, Tom sonrió en su interior al darse cuenta- ¡Podría merodear en las calles en lo que vuelves!

-No puedo permitirte eso, tú mismo lo dijiste, si te atrapa la policía no dudaras en delatarme. Estarás más seguro aquí.- dijo el de trenzas, a sabiendas que ese no era el problema y solo lo decía para torturarlo. Georg frunció el ceño al percatarse de que su propia amenaza le había jugado en contra. Tom se añadió un punto en su marcador imaginario.

-¡Pero...pero...pero...!- Ya no sabía que decir. Parecía a punto de llorar. A lo mejor era de esas personas que sentían pánico en lugares cerrados. ¿Cómo se les decía? ¿Astrofóbicos?

-Vale, si no te gusta, puedes salir por el balcón- Y eso también lo decía a sabiendas de que su apartamento se encontraba en el último piso de uno de los edificios más altos del área. Bill lo miraba con ferocidad, recriminándole que estaba yendo demasiado lejos.

-Voy tarde, me largo- Tomó al chico del brazo y se marcharon, cerrando la puerta con llave.

Caminaron por el pasillo hasta el elevador, escuchando algunas discusiones de las familias que vivían en los otros apartamentos. La gente de habitaba ese edificio no era precisamente la más fina y amable. Todos eran de clase media-baja y sus apartamentos estaban sobrepoblados, algunos incluso no tenían puerta. Se expresaban a gritos y con muchas groserías, sin respetar las reglas de convivencia más básicas. Tom era el único que podía presumir ser medianamente decente.

For the lulz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora