CAPÍTULO VIII

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By Andreas

Esa noche doblaba turno.

No era que le desagradara el trabajo, de hecho de vez en cuando podía presumir ante sus amistades que laboraba en una Sex Shop e ingeniárselas para que pareciera que eso lo hacia alguna clase de experto sexual, pero siempre podía estar haciendo algo más interesante un viernes por la noche que quedarse parado tras un mostrador recibiendo dinero y preguntas incómodas a partes iguales.

La señora Mallory había salido de viaje a otra ciudad-cúpula y le había pedido de la manera más amable (y por amable quería decir que lo había amenazado con despedirlo si se negaba) que se hiciera cargo de la tienda mientras ella no estaba. Andreas le había dicho que por qué no mejor dejaba a su adorado Tom como encargado, sin embargo ambos sabían que por muy competente que fuera Tom como empleado, no se le podía dejar una responsabilidad tan grande. Habrían asaltado la Sex Shop cinco veces antes de que el de trenzas se decidiera a mover un pelo. Era como una especie de perezoso gigante hecho humano.

Los otros empleados, adolescentes ingenuos que continuaban haciendo incómodas bromas sexuales a pesar de llevar un año trabajando allí, habían salido a su hora del almuerzo a tomar algo y después de eso acabaría su turno. Andreas se quedaría solo y le tocaba cerrar, pero eso era lo que más le gustaba. Había estado cambiando el canal a la televisión desde que ellos se habían marchado, tratando de buscar algún canal de música o alguna película interesante que poder ver y hacerle olvidar los extraños acontecimientos del día.

Ese chico que había traído Tom era un anormal.

Lo había reportado con la Gilia de inmediato, como era costumbre cuando pasaba algo fuera de lo común en Humanoid City. Andreas no sabia cual era el protocolo a seguir en esos casos, no tenía un rango en la organización más que el de informante, pero se moría de ganas de saber porqué era tan importante reportar todo lo extraño que encontrara y qué hacía la Gilia en caso de que algo pudiera interesarles. De hecho, era complicado saber con exactitud la línea de separaba lo extraño y lo normal en esa ciudad, sobre todo cuando el torneo de los Aprendices de Hades estaba cerca. Por las calles y en los talleres se podía ver, hombres en su mayoría, manufacturando y perfeccionando sus aparatos de combate. Andy ya había visto por las calles chicos con guantes que alteraban la gravedad en un radio de dos metros, botas cohete, prótesis dentales mecánicas capaces de morder acero e incluso, y cómo era costumbre, se comenzaban a traficar pastillas e inyecciones que mejoraban la fuerza y agilidad del usuario durante un par de horas. Aún con todo, Andreas podía estar seguro de que no existía aún tecnología que hiciera a un humano capaz de cambiar de apariencia radicalmente sin requerir proyección holográfica y no tenía idea el que significaba que Bill pudiera hacerlo

Absolutamente todo le había sido informado a la Gilia.

Estaba recargado en el mostrador con una expresión tanto de aburrimiento como de concentración de la cual Tom se habría sentido orgulloso (si fuera capaz de sentir algo, claro) hasta que los focos de la tienda comenzaron a parpadear, tanto los de las luces de adorno como los que colgaban el techo. De pronto todo se apagó y Andy no pudo ver nada.

La campanilla de la entrada sonó, haciéndole tragar saliva.

A la Mallory's Love Shop entraron dos personas que al principio parecían ser un hombre y una mujer, pero Andreas sabía muy bien que eso no era así. Uno de ellos podía considerarse medio- hombre y el otro era solo un chico rubio con vestido negro de encaje y olanes. Las luces se encendieron de pronto, revelando su presencia en todo su esplendor. Grisha Raduga y Rehn Eyres lo miraban desde el lado contrario del lugar, con su regia y fría expresión.

For the lulz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora