Jimin se agazapó entre el montón de hojas de la rama del árbol tanto como pudo. Estaba bastante seguro de que a la luz de la luna, su piel blanca se destacaba como un faro para los dos soldados que caminaban hacia él.
Y si no era así, entonces lo olerían. Los felinos tenían un gran sentido del olfato. Esa era la forma en la que eran alertados del peligro, las fuentes de alimentos, e incluso la excitación sexual. Estos eran dos soldados entrenados para diferenciar entre olores, captarían el olor único de Jimin en una fracción de segundo si se acercaban lo suficiente.
Jimin quería que Taehyung volviera a la ventana. Todavía estaba un poco sorprendido de que hubiera vuelto, pero todavía estaba demasiado asustado para tratar con eso ahora. Sólo quería estar con él, donde estaría a salvo.
—¿Jimin, bebé?
Jimin apartó la mirada de los dos soldados y se giró hacia la ventana abierta. —¿Sí?
—¿Dónde están ahora? —Taehyung le preguntó a pesar de que Jimin no podía verlo a través de la ventana debido a la oscuridad del cuarto—. No los puedo ver desde donde estoy, y si me inclino más por la ventana, tal vez me vean. Necesito que seas mis ojos y oídos, gatito. ¿Puedes hacer eso por mí?
—Sí.
Jimin miró hacia abajo a la acera. Los dos soldados acababan de llegar a la escalera que llevaba al edificio. Se detuvieron y miraron a su alrededor con desconfianza. Jimin podía ver sus labios moverse, pero no podía escuchar lo que estaban diciendo.
Tenía miedo de que escucharan su corazón cuando empezó a palpitar con mayor rapidez. Cuando los dos hombres se separaron, uno entró al edificio, y el otro se fue a la parte trasera, Jimin ni siquiera tuvo tiempo para exhalar un suspiro de alivio. Quería volver al interior del apartamento donde estaba Taehyung.
Bajó de un salto a la rama de al lado y corrió hasta el final. Se detuvo un momento para recobrar el equilibrio cuando la rama comenzó a tambalearse y saltó a la ventana. Las garras de Jimin arañaron la madera de la ventana cuando empezó a resbalarse.
Empezado a maullar, ante el hecho de saber que iba a caer en picado hasta su muerte, cuando de repente unas manos lo agarraron y lo arrastraron hacia el dormitorio. Jimin bufaba, siseaba y arañaba al que sostenía, desesperado por escapar.
—¡Jimin, detente, maldita sea, esa mierda me duele!
Se desplomó contra el hombre, de repente dándose cuenta de que Taehyung había sido quien lo había sostenido y metido por la ventana abierta. El corazón le latía en el pecho, pero no con miedo. Golpeaba con alivio. Estaba a salvo. Estaba donde se suponía que debía estar. En los brazos de su pareja.
—Joder, Jimin, pensé que te ibas a caer del puto árbol. — Jimin se retorció, lamiendo las heridas que sus garras le habían dejado a Taehyung en los brazos—. No vuelvas a hacerme eso otra vez, bebé. Pensé que iba a perder la cabeza cuando te vi sentado en esa rama.