𝐏𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐨: 𝐄𝐥 𝐂𝐨𝐦𝐢𝐞𝐧𝐳𝐨 𝐝𝐞 𝐓𝐨𝐝𝐨

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En un castillo de la ciudad de Volterra, en Italia, se encontraba un rey vampírico rubio que buscaba con desesperación algo o a alguien.

-¡Calista! -gritó, con enojo y desesperación, mientras en una sala donde se alineaban tres tronos de los tres reyes, se libraba una gran guerra contra los rumanos. Sin embargo, algo salió mal en esa pelea, ya que el rey rubio escuchó un chillido agudo que rápidamente reconoció.

-¡Papi! ¡Ayúdame!

-¡¿Crees que esa patética basura italiana va a venir a buscarte?! -gritó uno de los rumanos, a quien el rey rubio reconoció rápidamente como Vladimir, rey del alquerre rumano. Sin dudarlo, se apresuró a llegar con toda la velocidad que podía.

Demasiado tarde...

Había llegado demasiado tarde...

Se la llevaron...

Se llevaron a la niña... A SU niña...

Su princesa...

Su hija...

Furioso, se dirigió a la sala del trono, donde los Vulturi parecían haber ganado la pelea, pero no pudo salvar a su pequeña.

-¡Quiero a toda la guardia Vulturi buscando a la princesa! ¡Que muevan tierra y cielo si es necesario, pero quiero a mi hija de vuelta, ahora!

Con eso, varios vampiros se dispersaron para encontrarla. Ese sería el comienzo de la búsqueda de la princesa.

Pasaron 500 años desde que se dio por perdida a la princesa. Ahora, una joven de cabello rubio, tez algo pálida, con pecas y unos ojos azules color celeste, se encontraba bajando del avión junto a su hermana menor.

-¿En serio debías traer ese cactus, Bella?

-Me gusta.

-Como digas. ¡Ah, mira, ahí está papá!

Ella salió corriendo directo hacia el mayor, lanzándose en sus brazos.

-Vaya, sí que han crecido, a excepción de ti, Calista. No has cambiado nada.

-Y tú sigues igual que siempre.

Él y Bella se miraron; la relación entre ambos siempre era algo incómoda, así que la rubia solo fingió una tos.

-Bien, ¿y si vamos a casa?- dijo con una pequeña sonrisa.

-Es verdad, vamos.

Los tres se dirigieron hacia la salida, donde vieron el auto de policía. Bella estaba a punto de subirse al asiento del copiloto, pero la rubia le ganó.

-Lo siento, Bells, ¿qué te parece si vas atrás?

Ella solo puso los ojos en blanco y subió a la parte trasera, mientras la rubia se acomodaba en el asiento del copiloto. Sabía que si su hermana se sentaba al frente, el camino sería muy silencioso e incómodo.

Al llegar a la casa, la rubia bajó rápidamente del auto y se dirigió a la entrada, esperando a su padre y hermana.

-Vaya, Forks no ha cambiado desde la última vez que vinimos.

-Este pueblo nunca va a cambiar.

-Sí, al igual que tú.

Ella rió ante la expresión que puso el policía, mientras él solo ponía los ojos en blanco. Al entrar, Calista se dirigió a su habitación.

-Vaya, sigue igual a como la dejé.

-Te aseguro que nada ha cambiado.

Ella sonrió cuando se escucharon las llantas de un auto.

𝐄𝐥 𝐓𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐐𝐮𝐞 𝐓𝐚𝐫𝐝𝐞 𝐄𝐧 𝐄𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞 || Caius VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora